Malamud: "El cambio cultural requiere liderazgo político y no seguidismo de encuestas"

El politólogo radicado en Lisboa dice que la debilidad que sufrió el país en los últimos días tuvo raíces políticas y económicas domésticas y también internacionales. Pero que el futuro del Gobierno depende de sí mismo.

Andrés Malamud es uno de los politólogos más consultados y respetados del país, aunque observe las volatilidades domésticas desde Portugal, donde se radicó hace años para desempeñarse como investigador de la Universidad de Lisboa. Graduado en la Universidad de Buenos Aires y doctorado en Ciencias Políticas del Instituto Universitario Europeo, suele repetir que el trabajo del politólogo no consiste en dar recetas mágicas sino prever distintos escenarios. Pero es probable que el secreto de su éxito resida en ese gusto por salirse de los bordes académicos y divulgar su pensamiento con frases cortas y contundentes, filosas y al mismo tiempo líricas, que pegan de lleno en el plexo solar.

"La Argentina tiene problemas con el futuro porque teme repetir su pasado", dice con diagnóstico freudiano cuando se le pregunta por la crisis. Otras veces prefiere las metáforas populares. "Macri armó el equipo con Messi, Higuaín y Di María y los puso a jugar al rugby", escribió en su cuenta de Twitter hace una semana. De formación política radical, este porteño de 51 años, criado en Olavarría, acaba de presentar su libro El oficio más antiguo del mundo (Capital intelectual). Y desde el otro lado del Atlántico, habla de su nuevo trabajo y analiza la reciente crisis para 3Días.

¿Cómo explica esta compulsión a la repetición que sufre el país con una crisis cada 12 años?

-La compulsión a la repetición no es psicológica sino socioeconómica: desde hace más de 70 años Argentina gasta más de lo que produce, y eso se paga con endeudamiento, inflación y desinversión. La solución es producir más -pero lleva tiempo- o gastar menos, pero faltan paciencia y equidad.

¿Cuánto influye nuestra idiosincrasia, como la tendencia a la negación, la viveza criolla, la ausencia de identidad colectiva, la falta de tolerancia al vacío?

-Todos esos problemas psicológicos o culturales son consecuencia del problema anterior. Si el futuro es caro -que es lo que indica la inflación-, el cortoplacismo es racional. Para cambiar la cultura hay que cambiar los premios y castigos, no al revés. Y eso se logra, como remarcó hace poco Eduardo Fidanza, con liderazgo político y no con seguidismo de encuestas.

¿Ese liderazgo debería tener un relato político con cierta mística sobre la visión de país que se quiere? Hasta ahora, el Gobierno sólo fue eficaz en construir un discurso negativo del pasado contra el kirchnerismo...

-El Gobierno tenía una visión de futuro que rápidamente quedó en el pasado: era el mundo suave, liberal y progresista de Barack Obama. En este momento, la ilusión de "volver al mundo" carece de substancia o, al menos, de significado homogéneo para las distintas audiencias (mercados y electores).

¿Cuál es hoy el principal problema que ve en Mauricio Macri y su gobierno?

-Mauricio Macri y su gobierno. Pero también ahí vislumbro la solución.

¿Eso significa que el Gobierno sólo depende de sí mismo?

-Si el mundo no estalla, el Gobierno depende sobre todo de sí mismo.

La crisis que vivimos en estos días, ¿tiene una raíz política o económica? ¿Es externa o doméstica?

-La crisis es económica porque Argentina tiene debilidades estructurales, pero también es política porque fue gatillada por una acumulación de errores no forzados. Es externa porque la tasa de interés internacional se movió, pero es doméstica porque Argentina se cayó, y otros países no. La gravedad depende de la respuesta del Gobierno, que empezó mal y después corrigió: domó la volatilidad del dólar y abrió el juego político. Si hay aprendizaje, hay futuro.

¿Y por qué el Gobierno comete tantos errores? ¿Es impericia, indolencia, falta de cintura política?

-Se me ocurren dos razones. Los errores económicos se deben a que los técnicos oficialistas son especialistas en economías desarrolladas, y por lo tanto les falta sensibilidad para los problemas de los países emergentes (como la restricción externa, alias falta de dólares). Los errores políticos se deben a que el PRO es un partido porteño, y CABA es el único distrito del país en que el peronismo pelea por el segundo puesto y no por el primero; por lo tanto, el oficialismo está acostumbrado a gobernar en minoría pero no contra un peronismo potencialmente mayoritario.

En la Rosada están eufóricos por el éxito de renovación de Lebacs. ¿Se terminó la crisis o aún el país está en situación de debilidad?

-Esta crisis se terminó, mañana puede empezar otra; la Argentina tiene pies de barro.

Macri abrió el juego político, ¿no cree que ahora debería poner un ministro de Economía fuerte, que genere mayor confianza?

-Las personas que conocen a Macri dicen que no quiere un ministro fuerte porque con los personalismos le fue mal, como le pasó en Boca con Carlos Bianchi. La realidad es que hay varios caminos que conducen al mismo objetivo: un ministro fuerte es uno, una buena coordinación, es otro. Hasta ahora habían faltado ambos.

En su libro dice que la democracia logró estabilidad. Ya no se golpea las puertas de los cuarteles. ¿Qué falta mejorar?

- La democracia argentina es estable pero berreta: falta alguna calidad en los procedimientos y mucha en los resultados. En cuanto a los procedimientos, reformaría la forma de elección (boleta única de papel) y la organización parlamentaria (para reducir el número de bloques y comisiones en el Congreso). En cuanto a los resultados, el problema es el Estado más que el régimen: hace falta reformar el sistema de cobro y distribución federal de impuestos. profesionalizar la administración pública y recuperar la educación pública de calidad.

¿Cómo se modifica un Estado ineficiente sin pagar elevados costos sociales?

-La reforma del Estado busca mejorar las prestaciones sociales, no reducirlas. Como explica Martín Lousteau, en las últimas décadas el peso del Estado se triplicó, mientras los servicios que ofrece a los ciudadanos empeoraron. Así como está, el Estado es más caro que útil.

¿Hubo un cambio cultural -o al menos un cambio en la forma de ejercer la política- con el triunfo de Cambiemos? O eso también fue una ilusión, una foto del momento?

- Fue una simple elección, y se ganó en segunda vuelta con apenas el 2% de diferencia. Creer que eso implica un cambio cultural es más tonto que ir por todo con el 54%.

¿Quién es hoy el jefe de la oposición?

-En los regímenes presidencialistas no existe ese cargo. No hay liderazgo de la oposición. Es por eso que en la Argentina, cualquiera puede ser candidato. Hay presidentes y candidatos a sucederlos.

Hasta hace unos meses se hablaba del fin del peronismo. Hoy se dice que Macri podría no tener 2019. ¿Cuáles son los escenarios que ve en las próximas elecciones?

- Probablemente haya un candidato no peronista enfrentado por uno o más candidatos peronistas. Siempre es así, salvo cuando es al revés.

Si la crisis persiste, ¿existe el riesgo de volver al kirchnerismo o a otro tipo de populismo?

-El populismo es una palabra que sirve para designar todo lo que no te gusta, pero no noto que el gobierno de Cambiemos sea menos dispendioso o grandilocuente que el anterior a la misma altura. En cuanto al kirchnerismo, no es imposible, pero sí improbable que Cristina vuelva a ser presidenta: el peronismo suele deglutir a sus líderes en vida, como hizo con (Vicente) Saadi, (Antonio) Cafiero, (Carlos) Menem y (Eduardo) Duhalde.

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