Historia de la moda: San Martín diseñador y el presidente más chic

El escritor Daniel Balmaceda incursiona en la moda a lo largo de la historia para entender cómo fue aquel pasado y su influencia en la identidad nacional. Aquí, la faceta menos conocida de dos próceres argentinos y el secreto mejor guardado de Quintana.

San Martín Diseñador

Con su habitual disposición a encontrar soluciones a cada problema que se presentaba, San Martín también fue diseñador. Un creativo con todas las letras porque no solo creó el Escuadrón de Granaderos a Caballo, sino que también diseñó su uniforme.

Los conocimientos artísticos (recordemos que el Libertador era un eximio pintor) fueron de utilidad para que proyectara cómo lucirían sus hombres. Pero, ¿cuál es la importancia del uniforme? Como nos enseñó el historiador Julio Luqui Lagleyze, el gran experto sobre uniformología en la Argentina, además de la obvia necesidad de distinguir el amigo del enemigo, existe un aspecto psicológico que es el de generar temor o, al menos, alguna preocupación en el contrincante. Es decir, las apariencias para engañar al adversario a la distancia. Porque ciertos elementos del uniforme daban al portador la posibilidad de aumentar su estatura o engrosar su físico, ofreciendo un aspecto más imponente.Se resignaba comodidad a cambio de amedrentar. Sombreros, casacas y charreteras, por ejemplo, servían para que, a la distancia, parecieran de mayor tamaño y porte. Incluso el bigote era un valor. Y quien no lo tenía, se lo pintaba; sobre todo, los más jóvenes para aparentar más años.

Estas estrategias no pudieron ser desatendidas por San Martín al diseñar el vestuario de sus hombres. Hubo de ser una tarea compleja, ya que eran muchas las cuestiones que debía tener en cuenta. Siempre guiados por Luqui Lagleyze, sabemos que, además del factor intimidante, el uniforme debía ser funcional en el campo de batalla y, a su vez, contar con elementos simbólicos que lo distinguieran ante otros. Un ejemplo claro son las ya mencionadas charreteras, la divisa con fleco que se coloca en los hombros (y que los primerísimos granaderos no usaron). De acuerdo con los materiales y diseños, señala un rango militar. Pero la principal función era amortiguar los sablazos que solían lanzarse para amputarle al enemigo el brazo diestro. Entonces, las charreteras -que en un principio fueron de metal- eran un elemento defensivo. ¿Por qué San Martín decidió que los granaderos debían usar morrión? Debemos partir de la base de que en aquel tiempo, todo soldado cubría su cabeza. Los morriones que usaron los granaderos (medían treinta y un centímetros) fueron copiados de un modelo de los franceses, aquellos que enfrentó San Martín cuando era un oficial al servicio del rey de España. Nos referimos al característico morrión o chacó de los Granaderos Fusileros de la Joven Guardia francesa. A su vez, los galos los tomaron de la caballería de los húsares húngaros. En definitiva, San Martín aspiraba a generar un efecto psicológico en las fuerzas enemigas, presentando una tropa disciplinada y uniformada, a la francesa. La advertencia a los españoles era clara: ya no enfrentarían a un grupo improvisado de criollos. Ahora serían profesionales.

El morrión o chacó, como todo cubrecabezas, tenía la función de frenar el golpe de sable que buscaba la parte más sensible, es decir, el cráneo. (...)

El dandi de la Patria

Junto al general San Martín, en lo más alto del podio de nuestros héroes, ambos inalcanzables, figura Manuel Belgrano. Abogado y economista devenido en militar, son varios los hechos de su vida que han sido estudiados en profundidad. Pero en este caso, vamos a dejar de lado sus eternos laureles para abocarnos a otro aspecto de su personalidad. Fue el primer dandi de la Patria y la historia de cómo llegó a serlo es la siguiente.

Luego de la campaña al Alto Perú, y de una temporada detenido por orden superior en Luján, Belgrano fue enviado a Europa en misión diplomática. Acompañado por Bernardino Rivadavia, quien lo secundaba, tenía instrucciones de negociar en las cortes una salida al conflicto desatado con la Corona española a partir de 1810. Previa escala en Río de Janeiro, los dos patriotas llegaron a Londres en 1815. Allí conocieron esa tendencia tan particular en la moda y los hábitos masculinos: el dandismo.

Esta nueva corriente había surgido en Francia, pero se potenció en Inglaterra. Se trató de un cambio determinante en la historia del vestuario, como así también en la actitud de los caballeros. Sus principales características fueron el refinamiento, la preocupación por la apariencia, la atención a los detalles y el manejo natural de los buenos modales.

Belgrano y Rivadavia (45 y 35 años,respectivamente) se encontraron con un estilo de vida social bien distinto del rioplatense. Aquella estadía produjo en ellos cambios notables que cada cual vivió a su manera. Si tuviéramos que encontrar un denominador común, sería la exquisitez: Manuel y Bernardino asimilaron ese gusto por lo refinado durante su estadía en Londres. El dandismo expresaba diferencias con la moda impuesta por la aristocracia cortesana: le dijo basta a las pelucas de los funcionarios, como así también a otras modas masculinas tales como las joyas, los zapatos de taco y hebilla y el empolvado en la cara.

El principal referente del nuevo estilo era un trepador social de origen humilde, George Brummel, alias "el bello", quien se convirtió en asesor del príncipe de Gales, el futuro Jorge IV de Inglaterra, y luego en árbitro de la moda cortesana, que necesitaba un vestuario acorde con la actividad ecuestre y la caza. Simple y elegante. Lo repetimos: simple y elegante. Si viajáramos en el tiempo hasta 1815 y quisiéramos parecer dandis, deberíamos ocupar una buena cantidad de tiempo en vestirnos de manera simple y elegante. (...)

¿Quién fue el presidente más elegante?

Era un niño que estaba por cumplir diez años cuando murió el primer presidente, Bernardino Rivadavia. Logró ver a Urquiza en su ingreso a Buenos Aires, luego de vencer a Rosas en Caseros. Después fue conociendo a todos en persona: Derqui, Pedernera, Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca, Juárez Celman y varios más. Incluso tuvo trato con políticos que lo sucedieron en el cargo presidencial. Cada mandatario tuvo su estilo. Los hubo pulcros (Figueroa Alcorta), coquetos (Avellaneda), despreocupados (Sarmiento) y exquisitos (Roque Sáenz Peña). Pero el más elegante fue aquel que conoció a Rivadavia siendo niño y al resto, a medida que iba creciendo. Nos referimos a Manuel Quintana. Su elegancia iba mucho más allá del frac y la galera.

Todo el conjunto revestía una armonía natural. Era un hombre que gustaba y que fue madurando el atractivo. Una mujer que por cuestiones de parentela tuvo que acompañar a la delegación argentina que participó en el Congreso Internacional Panamericano, celebrado en Washington, en 1889, sostuvo que Quintana -quien tenía 54 años- era el hombre más apuesto y atrayente de todos los que asistieron. Y no se refería solo a los argentinos. Aclaremos que el apuesto Quintana llevaba más de veinticinco años casado con Susana Rodríguez, de distinguida estirpe santafesina. (...) Tengamos en cuenta que aquel mandatario, que ocupó el cargo entre octubre de 1904 hasta marzo de 1906, fue el primero en contar con un automóvil en la flota presidencial. Su antecesor, Roca, viajó en auto durante el mandato, pero en paseo informal. En cambio, Quintana lo hizo de manera oficial. El hecho de andar en un vehículo abierto como una carroza, pero más veloz, atentaba contra la elegancia. Pero nuestro presidente más refinado siempre parecía recién salido de la tintorería. Entre sus costumbres, cuando ya era hombre canoso, figuraba la de usar toallas negras para corregir con tijeras las desprolijidades de la barba.

Los medios gráficos de aquella época, tan dispuestos a las caricaturas y los apodos, le pusieron el mote de "Maniquí". En realidad, esto ocurrió antes de que accediera a la presidencia, cuando actuaba como ministro de Roca.Era el tiempo en que comenzaban a utilizarse los rayos X y la revista Caras y Caretas publicó las caricaturescas radiografías del esqueleto de siete figuras de la política, entre ellos Quintana, quien, a diferencia del resto, no tenía huesos: su cuerpo eran fragmentos de madera que simulaban el tronco y las extremidades, con la cabeza del político. Era un maniquí, más que un esqueleto.

Divulgador

Daniel Balmaceda es periodista graduado de la UCA. Trabajó como editor de la revista Noticias, El Gráfico, Newsweek, La Primera y Aire Libre. Es miembro titular y vitalicio de la Sociedad Argentina de Historiadores y miembro de número del Instituto Histórico Municipal de San Isidro. Se desempeña como consultor de historia de instituciones y en diveros medios escritos, televisivos y radiales del país. Es uno de los divulgadores de la historia más importantes de la Argentina.

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