Sintonizando el alma

En la vida fluctuamos entre uno y otro sentimiento y es bueno distinguirlos, plantea la autora. Y agrega: "La simetría sólo es posible en el amor. En las relaciones de simetría no existe la dependencia sino el compartir".

Piera Aulagnier, influyente psiquiatra y psicoanalista italiana, nacida en Milán en 1923, plantea en su libro Los destinos del placer una teoría sobre las relaciones de simetría y asimetría en los vínculos. Uno de los puntos desde donde aborda esta diferencia es planteado a través de distinguir la pasión y el amor.

La palabra pasión, según el diccionario etimológico, proviene del latín, del vocablo passio. Del verbo pati, patior (padecer, sufrir, tolerar). De ahí que, en verdad, la pasión no es acción sino más bien un estado pasivo. "Es un sentimiento vehemente, capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón", se lee en una de las definiciones del diccionario.

Sin pretender encontrar el significado del amor y sólo a los efectos de compartir una idea común para leer esta columna, una definición del diccionario dice "sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona o cosa a la que se le desea todo lo bueno".

En la vida fluctuamos entre la pasión y el amor y es bueno distinguirlos. Según Piera, la pasión nos ubica en un lugar de asimetría respecto del vínculo con el objeto (con un "otro", por ejemplo, persona, o con un "algo", por ejemplo, sustancia). Desde la pasión, el objeto se convierte para el Yo en fuente de placer exclusivo, aparece una necesidad cuya complacencia es vital. En esta relación de asimetría la intensidad y valoración que se le da al objeto lo empodera de tal manera que, de no existir su satisfacción, surge la desesperación.

La simetría sólo es posible en el amor. El amor reconoce al otro como fuente de placer privilegiado pero no exclusivo. La persona tiene capacidad sustitutiva, la satisfacción no depende de lo que el otro le provea sino que es capaz de nutrirse de diferentes aspectos de la realidad. En las relaciones de simetría no existe la dependencia sino el compartir.

Para vivir el amor hay que estar dispuesto a crecer. Un niño vive la asimetría en cuanto a necesitar ser querido exclusivamente por el otro, la madre, por ejemplo. Si la madre se enoja, el niño se atemoriza por perder su amor. Al ir consolidándose en sí mismo, puede ir dejando de apoyarse en el otro y, a medida que crece, descubrir la capacidad personal. El camino a la madurez es darse cuenta que no tiene que haber un padre o una madre fuera de mí, sino que yo, completo, voy en busca de lo que quiero. En todos los aspectos, no me refiero sólo al amor de pareja sino que todo lo que nos vincula con la realidad. Podemos vivirlo desde la pasión asimétrica o desde la simetría del amor.

Como escuché decir al médico psiquiatra Héctor Fiorini en una charla: "No amamos sólo con el ser maduro que somos, amamos con todos los seres que somos: maduros e inmaduros". Y parafraseándo también una frase suya, agrego: la salud en el amor es aprender las dos formas de estar: practicar la soledad sin el otro para luego poder "ser" con el otro; dándole cada vez más cabida a nuestro ser adulto.

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