REPORTAJE 3D - Iván petrella

"Que Macri reciba críticas por derecha y por izquierda muestra que algo estamos haciendo bien"

Iván petrella, actual secretario de Integración Federal y Cooperación Internacional del Ministerio de Cultura, afirma que el Gobierno está dispuesto a tomar herramientas de cualquier espectro ideológico si le solucionan la vida a la gente.

Es uno de los referentes intelectuales del macrismo e integrante de la mesa que preside el poderoso jefe de Gabinete Marcos Peña, que se encarga de definir periódicamente el tono de la comunicación oficial. Ocupa, como actual secretario de Integración Federal y Cooperación Internacional del Ministerio de Cultura, el mismo despacho que hasta el 10 de diciembre de 2015 ocupó el otrora Secretario de Pensamiento Estratégico, Ricardo Forster, un cargo hecho a medida del verborrágico filósofo ultra K que nunca tuvo funciones definidas y que el macrismo se encargó de anular apenas arribó al poder. Iván Petrella, en cambio, sí las tiene.

Bajo su órbita está la relación política con las provincias y el vínculo bilateral con los países y organismos multilaterales con el mandato de "contribuir a federalizar las capacidades culturales del país", según él mismo define en una entrevista con 3Días. Hijo del ex vicecanciller de Carlos Menem, Fernando Petrella, y de perfil académico, (tiene un posgrado en Teología y un doctorado en Fiolosofía por Harvard), encarna el prototipo de joven promesa de renovación política que encandila hoy al Poder. En su discurso, al menos, Petrella no desentona. (Ver recuadro)

Te especializaste en la relación entre política y religión. ¿Cómo definirías el momento actual de la relación entre Macri y el Papa? ¿Hay reconciliación o apenas una tregua?
-El Gobierno siempre tuvo una buena relación con el Papa. Los dos grandes ejes del Papa son dos de los grandes ejes del gobierno de Macri: la lucha contra la pobreza y la lucha contra la corrupción. Desde la ampliación de las asignaciones familiares, en ningún momento de la historia argentina tanta gente recibió subsidios desde el Gobierno para paliar la herencia desastrosa de la pobreza que tenemos hoy, a la lucha contra la corrupción. Hay una sintonía enorme en lo que son las preocupaciones del Papa y de Mauricio Macri.

Conviven dos visiones dentro del Gobierno. Está la línea de Durán Barba, al que no le interesa llevarse bien con el Pontífice, y los que prefieren una relación armónica...
-No lo vemos así. Por un lado está esta sintonía de las políticas públicas, lucha contra la corrupción y el narcotráfico. Y por otro, veníamos de un gobierno que iba a verlo al Papa casi sin agenda y como una cosa de farándula, y nosotros lo que buscamos y también buscan desde El Vaticano, es una relación de agenda de trabajo y relación institucional. Al mismo tiempo, el Papa es un enorme referente global, probablemente el argentino más famoso, una de las figuras públicas más populares del mundo, pero la verdad que cuando se hace un análisis del Papa desde el microclima de la política local lo que estamos haciendo es bajándolo de donde debería estar a un lugar donde no está.

¿Cuánto tuvo que ver Francisco en esta mesa tripartita de Gobierno, empresarios y gremios para tener un fin de año sin conflictos? El Gobierno estaba reticente al principio...
-Tampoco es tan así... Un eje central del Gobierno es el diálogo. Hacía décadas que no encontrábamos un gobierno que tenía como metodología política básica el tratar de ampliar las conversaciones al abanico más amplio posible de actores. Se ve en la relación con gobernadores, sindicatos, el Congreso, en todos estos ámbitos hay un diálogo y una búsqueda de consensos. Nos cuesta todavía acostumbrarnos a lo que son los tiempos normales de la democracia, porque veníamos de un gobierno que, de algún modo, alguien casi iluminado aparecía y bajaba una idea y todos corrían detrás, sin diálogo ni posibilidad de aportar. Los tiempos normales de la democracia son discusiones internas, discusiones con actores externos, hasta que se llega al momento donde se generan los consensos para armar una mesa de diálogo. A veces toma su tiempo.

Uno de los cambios más notables es el giro en la política exterior: Pasamos de un cuasi aislamiento internacional a una estrategia de volver a integrar a la Argentina al mundo. Para muchos es un "revival de los 90" ¿Es así?
-No, de ninguna manera. El mundo volvió a mirar la Argentina, hay un interés enorme, se ve en la visita de Hollande, de Renzi, de Obama... Es una muestra del enorme interés que el mundo tiene por Argentina. Y un reflejo del enorme interés en las posibilidades de inversión, por tener una clase media amplia, una población muy educada, ser un gran lugar para vivir, el hecho de que la Argentina sea el octavo país más grande del mundo, una serie de cosas que lo hacen un lugar muy atractivo para las inversiones. Por otro lado, es un reflejo de la importancia política que tiene el país, porque es una potencia emergente, con enorme peso en el ámbito internacional y un país puente entre Occidente y las otras potencias emergentes.

¿Y qué es lo que está faltando para que la "lluvia de inversiones" prometida se concrete?
-Pasa que cuando uno toma la decisión de invertir hay mecanismos que no están de un día para el otro. La construcción de fábricas, la ampliación de productos productivos, todo eso está en proceso pero tarda en concretarse. Son los procesos normales de cualquier economía. Nos hemos acostumbrado en los últimos 10 años a una especie de retórica del realismo mágico, que las cosas ocurren y cambian de un día al otro, y no es así.

¿Se puede cerrar la famosa grieta?
-La grieta está cada vez más chica, hay un grupo cada vez más chico que odia a este gobierno, pero no representa a la gran mayoría de los argentinos que, o apoya a este gobierno de manera abierta, o siente que el año que viene va a estar mejor. La grieta hoy es parte de un microclima político que cada vez tiene menos relevancia y menos peso electoral. Eso es una muestra de mayor madurez de la ciudadanía.

Al Gobierno no le viene mal que Cristina siga en el candelero por su situación judicial y divida al peronismo de cara a 2017...
-No es una línea de razonamiento que hace el Gobierno. El Gobierno no piensa si sirve o no alguna causa; piensa y deja que la Justicia actúe de manera independiente y se haga justicia. El peronismo dividido o no, no es una cuestión del Gobierno, es una cuestión del PJ.

Hay un reclamo social de terminar con la impunidad y eso involucra a los tres poderes...
- Lo hay, y es otro ejemplo de lo que ha madurado la ciudadanía. Pero el acompañamiento del Gobierno es dejar que la justicia actúe y dejar lo que no se dejó en los últimos 10 años, que es que la justicia pueda investigar al poder.

Macri recibe críticas por derecha e izquierda: están los que dicen que "gobierna para los ricos" y desatiende a los pobres y los que piden más ajuste, bajar el gasto público...
-Que nos critiquen por derecha y por izquierda muestra que algo estamos haciendo bien, porque en la Argentina los que decían ser de izquierda fracasaron, y los que venían de la derecha, también. Lo que demuestra que en el país hacía falta algo distinto. Cabiemos es algo nuevo, es el primer partido político que surge de la crisis de 2001-2002, el emergente de una nueva época, con gente más joven que tiene otra visión, que no piensa la política en los términos tradicionales del siglo XX, etiquetas fáciles de derecha-izquierda. Que nos critiquen de ese lado significa que estamos haciendo algo bien y que vamos a poder gobernar llegando a las necesidades reales de la gente. Macri y Cambiemos gobernamos para toda la Argentina lo cual significa tomar herramientas de cualquier espectro ideológico mientras solucione la vida de la gente.

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