LIBRO DE AUTOR - Miguel wiñazki

M. Wiñazki: "En la Argentina se agotó la experiencia de un líder carismático"

El periodista Miguel Wiñazki acaba de publicar La posmoralidad, un libro que invita a "salir de la vorágine y pensar algunos dilemas éticos que afectan a la sociedad argentina". Aquí, da su visión sobre Macri, la corrupción y el kirchnerismo: "No sé adónde vamos, pero sé de dónde venimos: de una situación psicopática y delirante", dice.

El periodista y filósofo Miguel Wiñazki acaba de publicar su último libro, La posmoralidad, que, con reflexiones como "Gol con la mano no vale. Excepto si es la mano de Dios" o "La ética es la administración inteligente de la hipocresía", invita al lector a pensar "algunos dilemas éticos que afectan más profundamente a la sociedad argentina".

La legitimidad de los cortes de calle, la devoción a un psicópata, los escraches o los motivos por los que la Argentina permitió la distorsión de la verdad en los últimos años son sólo algunos de los tópicos sobre los que ahonda el autor, a partir de conceptos como la noticia deseada, la posmoralidad y la posverdad.

En un mano a mano con 3Días, Wiñazki da su visión sobre el kirchnerismo, al que define como un "neopopulismo", y sobre por qué despertó tanto fanatismo en la sociedad. También, habla de la Argentina como un país permeable al surgimiento de "noticias deseadas", entre otros temas.

¿Qué es la posmoralidad?

-Es pseudomoralidad, una mentira revestida de caracteres y discursos progresistas. Es una inmoralidad enmascarada. Esto no es nuevo. Lo novedoso de la posmoralidad -por eso ese prefijo "pos"-, me parece que tiene que ver con las redes sociales, que no son una circunstancia menor, es donde se diseminan situaciones sin verificación, donde falta esta discriminación entre lo verdadero y lo falso. Eso es pos: posindustrial, posmoral, posmoderno, posverdad.

En el libro asociás la posmoralidad con la posverdad...

-Claro. En rigor, te diría que este libro es el producto de una trilogía: La noticia deseada, La crítica de la razón populista y La posmoralidad. Posverdad, posmoral. Es decir, se difunden posverdades, reiteradamente. Por ejemplo, Donald Trump es un experto en difundir posverdades. Muchas posverdades -mentiritas- hacen una noticia deseada. Por ejemplo, que lo de Maldonado fue una desaparición forzada. Una noticia deseada por los cínicos, por los maquiavélicos, finalmente por los mentirosos, absolutamente indeseada en términos de honestidad. Pero ese sería el esquema. La noticia deseada es una mitología concebida como verdadera por el colectivo, por grandes masas, grandes segmentos de la sociedad, que no arraiga ninguna evidencia. La posverdad es la mentira difundida a través de las redes sociales, la posmoralidad es una pseudomoral política que arraiga en posverdades.

¿Hay sociedades más propensas a que surjan noticias deseadas? De ser así, que en la Argentina haya desconfianza en la Justicia, ¿puede ser determinante?

-Sin lugar a dudas. Está muy vinculada a sociedades que experimentaron el miedo a disentir. Que es un poco, me parece, lo que ocurrió en la década pasada, cuando quien disentía de la narrativa oficial -que se dio a llamar "relato"- era considerado un réprobo o sujeto endemoniado o algo por el estilo. Entonces, donde hay miedo y culpa, se usó la palabra "dictadura" para culpabilizar de mil maneras. Donde hay mucha historia de culpa y miedo hay una vulnerabilidad mayor a estas creencias en mitologías. Tiene un componente, de pronto, religioso, pseudoreligioso, creo en un líder carismático, más allá de verificar si esto es verdadero o falso.

En el libro hablás bastante sobre el kirchnerismo. En pocas palabras, ¿cómo lo definís?

-Es un neopopulismo, un populismo; una forma de gestión que ancla más en los dichos que en los hechos, tutelado por un líder carismático, que discursivamente se pone del lado del pueblo y que dictamina quiénes son el antipueblo. Es un populismo clásico pero también, en la era de las redes, por tanto, es un neopopulismo que se viraliza, que tiene sostenedores, también difamadores, etcétera. Se juega también en este momento "pos". Es un neopopulismo autoritario, no totalitario, que es una fase superior. Esto no fue totalitario, no fue Franco, no fusilaban, de hecho, hay que decirlo, porque es otro fenómeno. Pero los populismos aumentan la pobreza, en lugar de disminuirla; generan una brecha social y una beligerancia que es muy difícil de cerrar; una eclosión de fanatismos y hacen un daño muy grande.

¿Por qué creés que despertó ese fanatismo?

-Porque, después de 2001, que se profundizó una iracundia social, creo que Néstor Kirchner la "entendió" bien y se convirtió en un líder furioso. De hecho, le decían "El Furia", enojado todo el tiempo, peleando, y ahí "sintonizó", hábilmente, políticamente, con un sentimiento que era mayoritario: el de una bronca. Entonces prendió. Además, tuvo un ciclo económico favorable y una renegociación de la deuda que no fue mala, entonces, hubo un primer periodo en donde el kirchnerismo interpretó, fue todo una circunstancia que no fue equívoca, pero que siempre fue corrupta. Hay una matriz tremenda en el kirchnerismo, que es la corrupción, la acumulación de dinero para acumular poder de parte de Néstor Kirchner, y eso fue muy negativo.

¿Por qué a sus votantes parecería no importarles la corrupción?

-A algunos de ellos, supongo, porque les fue bien económicamente. Hubo un sector de la población que durante el kirchnerismo participó de un cierto ascenso social, sobre todo en términos de consumo de bienes muebles y a muchos otros, porque reinterpretó una frustración de una generación, que es la de los 70, y reinstaló una épica donde, aparentemente, la corrupción y el republicanismo son datos menores en función de un proyecto, de una utopía. Después, por una mitología respecto de un demonio, bautizado como "neoliberal", "derecha", etcétera, depositado en Macri. Entonces, también, atrajo al votante antimacrista. Hay diversas razones. Y Cristina, ahora, está en una situación complicada, expectante, complicada, por cierto, jurídicamente, pero es el único líder carismático que tiene este sector, incluyendo al peronismo, que está en una encrucijada.

Escribiste que los jefes populistas son psicópatas, que producen una pérdida masiva del sentido de realidad, y que se lo recupera recién cuando "el hambre golpea los bolsillos". ¿Creés que Cristina no ganó porque se recuperó el sentido de realidad?

-Un poco, sí. Algo ocurrió en la sociedad, porque la verdad es que la figura, el cuadro psicosocial de Cristina, su vínculo con la gente, y demás, atravesó una dimensión delirante, porque era imposible constatar que lo que dijera fuera verdadero. Más bien, en general, era lo contrario. Su preocupación por Santiago Maldonado pareció inauténtica a todas luces, por ejemplo. Es un embrujo. El psicópata, ¿qué es lo que hace? Deposita todas las culpas afuera, todos los errores provienen de otra parte, se afina lo que llamo "la teoría deseada", las teorías conspirativas, y se manifiesta como el salvador o la salvadora de todo el resto. Y te embruja, en este caso, maternalmente, diciendo: "Yo los salvo, el asunto es conmigo y todos los demás nos van a dañar". Evidentemente, algo se rompió. Claramente, lo mostraron las urnas. Yo no sé bien ni a dónde vamos. Sé de dónde venimos: de una situación psicopática y delirante.

Y a Macri, ¿cómo lo definís?

-Me parece que todavía no hay palabras exactas para entender un fenómeno que no encaja dentro de las categorías tradicionales, porque el neoliberalismo tradicional no termina de servir para conceptualizar este fenómeno por su gradualismo, por una manera que, hasta el momento, no es brutal para ejercer el poder, bajo ningún aspecto. Es un líder no carismático pero, de pronto, los líderes no carismáticos son muy necesarios, y bastante interesantes, no sé si son una nueva derecha. Es una cuestión nueva, me parece que la terminología derecha-izquierda, en este caso, no sirve para entenderlo. Hay que esperar un poco para ver las palabras que lo definan.

¿Por qué a veces es necesario que haya líderes no carismáticos?

-Porque el carisma, que es un término que proviene de la religión, es proclive a la generación de gobiernos tutelares, es decir, verticalistas, clientelares, que cumplen un ciclo. A veces, son necesarios los caudillos. Tal vez Churchill fue una suerte de caudillo en Inglaterra. Pero la experiencia en la Argentina, carismática, me parece que se agotó, por lo menos por el momento. Perón fue un líder carismático, Alfonsín, Néstor y Cristina, también. Pero no sirvió para resolver los problemas, al fin y al cabo, los ahondó. Termina un ciclo y es mejor un poquito menos de los gobiernos vociferantes y de ausencia verticalista.

Filósofo

Miguel Wiñazki es escritor, periodista, además de licenciado y profesor de Filosofía por la Universidad de Morón. Actualmente, es secretario de redacción del diario Clarín y conduce, junto con su hijo Nicolás, el programa La noticia deseada. Sumado a esto, es presidente del consejo asesor de la Maestría de Periodismo del Grupo Clarín, en la Universidad de San Andrés.

Además de escribir columnas para el diario, lleva publicados 10 libros. Entre ellos, El último feudo. San Luis y el caudillismo de los Rodríguez Saá; La noticia deseada. Leyendas y fantasmas de la opinión pública; Crítica de la razón populista. La mentira como espectáculo y La dueña, que escribió junto con su hijo Nicolás.

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