La obsesión de Mauricio: su lugar en la historia

El periodista describe en su último libro la estrategia del ecuatoriano Jaime Durán Barba que logró catapultar a Macri a la Presidencia. Y cuenta por qué el propio Presidente decidió hace un tiempo dejar de lado el discurso de "amor y paz" para mostrarse más aguerrido.

El sarcástico reproche de Macri lo escucharon sus dos principales colaboradores, el gurú Jaime Durán Barba y el jefe de Gabinete, Marcos Peña.

-Ustedes me quisieron convertir en un santo, y eso acá no sirve -se quejó el Presidente.

-¿Por qué dices eso? -preguntó el gurú ecuatoriano.

-Porque a los argentinos -respondió Macri- no les cierra mucho esa onda. Un poco de paz y amor está

bien, pero demasiado cansa. Y encima, cuando rectificamos una medida, como la del Correo, nos tratan de boludos.

-Tenés razón -dijo Peña, con los papeles en la mano-. Las encuestas son claritas.

-Sí -coincidió Durán Barba-. Tres puntos subiste en solo un mes con este nuevo estilo tuyo. Más aguerrido, me gusta...

Macri se felicitó:

-¿Saben qué? Al final, para gobernar este país, hay que ser un hijo de puta.

Durán Barba y Peña se rieron. Uno de ellos me contó la escena, que data de mediados de marzo de 2017. Las encuestas que el Presidente y los suyos disfrutaban en esa reunión en la Quinta de Olivos eran elocuentes: el jefe volvía a recuperar parte de la imagen perdida después del febrero negro del Gobierno. Venía de sufrir una caída de 5 puntos en los sondeos debido al escándalo de la condonación de deuda del Correo Argentino -una empresa de su familia- con el Estado, condonación luego suspendida, a lo que se había sumado la polémica por el cálculo de las jubilaciones, una medida de la que también debió abjurar ante la presión de la opinión pública.

Ahora Macri enderezaba el rumbo tras ese sacudón. Y lo sorprendente consistía en que lo hacía a su manera, mostrándose tal cual era. El Presidente buena onda que bailaba y cantaba en los actos, se rodeaba de globos multicolores, hacía timbreos y prometía un futuro optimista tras el sacrificio del ajuste había dejado de existir. Había vuelto a ser él mismo, despojado repentinamente del disfraz del marketing de la alegría PRO. Y ese sinceramiento, para sorpresa de muchos, sobre todo de Durán Barba, le estaba dando resultados.

-Espero que ahora no te vuelvas hijo de puta otra vez -le había dicho el gurú a su cliente en el primer capítulo de este libro, medio en broma, cuando recién asumía el poder.

Ahora, la profecía se cumplía. El Presidente días antes le había hablado al Congreso en la apertura de sesiones ordinarias del 1° de marzo de 2017. Ese día se lo notó enojado, indignado por los cuestionamientos y confrontativo. Había elegido al enemigo que mejor le sienta, el kirchnerismo. Y volvía una y otra vez a recordarle al auditorio que la Argentina que había recibido de los K era todo menos idílica. Habló de un pasado de corrupción sin límites, de pobreza y marginalidad, de ataques a las instituciones, populismo, mentiras y estadísticas adulteradas, de default y devastación. Y lo hizo con un tono vehemente que se le desconocía hasta entonces (...)

El discurso de la grieta que dividía al país en dos funcionaba.

(...) En cuanto a Bullrich, el candidato de apellido patricio que debía enfrentar a Cristina, lo cierto es que, además de sus 2,02 metros de altura y su andar parsimonioso, también se hizo conocido por algunas frases extravagantes. (...) Desoyendo a Durán Barba, el Gobierno había elegido a uno de sus peores declarantes para enfrentar a Cristina, la reina del relato. Nada puede achacársele al gurú del PRO en esa extraña decisión de Macri, que confiaba en sus pálpitos. Acaso porque Bullrich cumplía con su cábala del capítulo anterior y empezaba con B de Boca, como varios de los técnicos ganadores que había designado al frente del club.

(...)¿Se equivocaron Macri y Durán Barba en alimentar la polarización con Cristina? Lo cierto es que, al momento de decidir ese rumbo, no imaginaron que ella pudiera crecer hasta donde lo hizo con su candidatura a la Cámara de Senadores. Cuando el establishment los acusa de haber creado un monstruo que se les fue de las manos, el Presidente y su consultor responden que ese cuco ya existía .

(...) Cuando este libro entraba en la imprenta, otra vez el Presidente y la ex presidenta se disponían a medir fuerzas. En vez del viejo esquema de radicales y peronistas, Macri y Cristina, el PRO y los K, acaso sean los parteros del bipartidismo de estos tiempos. Un bipartidismo sui generis, entre lo viejo que no muere y lo nuevo que está naciendo. El bipartidismo de la grieta. La tendencia ya se venía manifestando. Tras la aplastante reelección de Cristina con el 55 por ciento de los votos en 2011, Macri la llamó por teléfono para felicitarla. Ella le dijo:

-Al final solo quedamos vos y yo, Mauricio.

Él le dio la razón. (...).

Mucho tiempo antes de considerar que había que "ser un hijo de puta" para gobernar la Argentina, Macri prefería otro calificativo polémico: "boludo".

Lo escuchó Diego Maradona cuando, allá por mediados de 2005, y luego de largos años de peleas con Mauricio, se reconciliaron firmando el contrato que convertía al "Diez" en el nuevo manager de Boca, es decir, el máximo coordinador futbolístico del club. Esa vez, su patrón le dio un consejo muy peculiar:

-Escuchame, Diego. Vos me podés explicar una y mil veces cómo hacer el gol contra los ingleses y yo jamás voy a lograrlo. Pero hay algo que yo te puedo enseñar a vos. (...) ¡Tenés que aprender a hacerte el boludo!

Para el ex jugador fue una revelación. No había que confrontar con los molinos de viento, sino limitarse a surfear la realidad y ganar dinero. Nada era tan grave ni terminante. Si hasta él, que se había ido del club acusando a Macri de las peores barbaridades, ahora regresaba, manso, para ponerse a sus órdenes. Sí, había que "hacerse el boludo". Macri por entonces llevaba ya medio año de trabajo con Durán Barba, el hombre que lo perfeccionó en esa escuela. "Hacerse el boludo", en términos políticos, signicaba escaparle a las definiciones ideológicas, no entrar en debates, bailar y saltar entre globos de colores, cantar las canciones de Gilda, Queen y Tan Biónica, y darle para adelante con el relato de la "revolución de la alegría", los chistes futboleros, el perro Balcarce en el Sillón de Rivadavia, los animalitos en los nuevos billetes, los besos posados con Juliana Awada, la buena onda de las redes sociales, "lo nuevo" contra la vieja política... Todo eso que le sirvió a Macri para llegar, antes de que decidiera que para mantenerse debía ser "un hijo de puta".

(...) El Presidente no es un "boludo". Ni tampoco parece justo calicarlo de "hijo de puta". Aunque es verdad que cualquiera de los dos papeles los actúa con solvencia. Sabe que ahora mismo se está jugando su lugar en los libros de Historia: de qué manera será recordado.

Quiere ser más que el hijo que superó a su omnipotente padre, o el presidente de Boca al que llamaban "cartonero", o el logrado producto de marketing inventado por Durán Barba, o el playboy millonario que colecciona a las más bellas mujeres, o el fanático de la meditación y las supersticiones new age, o el paciente con problemas coronarios que debe trabajar lo justo y necesario, o el CEO obsesionado con los recortes de gastos, o el Newman boy que gobierna rodeado de ex compañeros, o el guardián de los negocios familiares que castiga con modales calabreses a los entrometidos, o el chico que quería convertirse en jugador de fútbol, o el político que reniega de la política y que intenta sembrar un futuro entre las ruinas de más de una década de populismo. Quiere ser más, incluso, que la suma de todas esas partes. Hay una sola cosa que Macri no quiere: que lo recuerden como un Presidente de transición, de esos que pasan sin pena ni gloria. En contra de la opinión de sus críticos, él está convencido de que no será así. Marcos Peña le dijo hace un tiempo:

-Lo que pasa, Mauricio, es que a vos muchos te subestiman.

-Puede ser -respondió el jefe-, pero eso también tiene su lado bueno.

-¿Cuál? -preguntó Peña. Macri le contestó sonriendo:

-Está bueno que me subestimen. Porque así no me ven venir.

PeriodistaFranco Lindner nació en Leipzig, en la ex Alemania Oriental, en 1973. Desde 2007, es jefe de la sección Política de la revista Noticias, donde se especializa en investigaciones sobre el Gobierno. Tiene, además, varios libros publicados: Los amores de Cristina (2013), Sexo, política y plata sucia (2015) y Juliana (2016). También es coautor de Cooke (2006).
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