cómo cobran los servicios públicos otros países

Impuestos en el mundo: por qué la región no padece las tarifas

Más de la mitad de la población argentina tiene acceso al gas de red y, en ese aspecto, el país no es comparable con ningún otro de la región. En Uruguay, sólo Montevideo tiene acceso a ese fluido para uso doméstico y en Chile casi no lo consumen. Pero además, moderan su uso, no tienen inflación y los impuestos que se cargan a las facturas son sólo nacionales.

Como antesala del invierno, la actual suba de tarifas y de reducción de subsidios a la energía -las dos caras de una misma política planteada por el gobierno de Mauricio Macri a su inicio en 2015 y que aún resta definir- pasan a ser hoy un eje en su gestión. Para entender qué pasa con la energía y los precios en la Argentina, es indispensable dar cuenta de la grandísima dependencia que tiene con el gas natural, a tal punto que lo que se deba pagar por su consumo es sin dudas un vector de la economía a nivel nacional.

Y aún es más grande su incidencia en las estaciones más frías, ya que se agrega al consumo de la electricidad, que se genera casi en su totalidad con gas natural, la demanda como insumo industrial y a su uso como combustible vehicular, un incremento importante en los requerimientos de los usuarios residenciales. Sobre todas sus aplicaciones posibles, desde hace más de 50 años, el gas natural es la fuente energética preferida por más de la mitad de la población para calefaccionar sus hogares.

Esto se explica, más que nada, por la infraestructura que se ha desarrollado este último medio siglo en la Argentina en cuanto a redes de transporte y distribución, que no es comparable con el resto de los países de América Latina. De acuerdo con el economista Alejandro Einstoss, el 60% de la población tiene acceso a ese hidrocarburo por red y ningún país de la región tiene esa inserción para su utilización.

"Compararnos con nuestros vecinos es difícil porque tenemos hábitos de consumo diferentes y políticas de Estado distintas. La Argentina, como ningún otro país de América del Sur, favoreció el uso del gas natural sobre otros insumos, entonces confrontar en una foto quién es más eficiente es discutible", indica el experto, también consultor del Instituto Argentino de la Energía "General Mosconi", en diálogo con 3Días.

Es por eso, que al intentar una comparación con países limítrofes, el Presidente se limitó a hablar de las ciudades centrales de los vecinos Chile y Uruguay, a fin de instar a los ciudadanos a "consumir menos". En Uruguay, por caso, solo en la ciudad de Montevideo los usuarios residenciales cuentan con la posibilidad de consumir gas natural por red y aun así no llega a todos los hogares. El resto del país en cuanto a usos de la energía es incomparable con el resto de la Argentina.

De acuerdo con los datos que pudo recabar 3Días, algunos pocos utilizan gas de garrafas y en otros casos, se opta por calefacción a leña, pero predomina sobre todo el uso de la electricidad durante todo el año. La generación, en tanto, proviene de la central hidroeléctrica binacional de Salto Grande y a partir de fuentes renovables fundamentalmente.

En paralelo, el estado chileno, con el fin de priorizar el uso del gas natural para la industria y para la generación eléctrica, comenzó a desincentivar con tarifas altas el consumo residencial desde el año 2007, que fue cuando la Argentina suspendió definitivamente la exportación. Es por eso, que únicamente se puede hablar del uso de gas doméstico en la ciudad de Santiago de Chile, ya que en el resto del país, salvo casos aislados, no se prioriza la utilización de este insumo. Desde entonces, a la par, incrementó el uso de carbón como insumo para la generación eléctrica, y poco a poco, intenta revertir esa tendencia y ampliar la utilización de Gas Natural Licuado (GNL).

Una caja de Pandora

Al hablar de tarifas, son más las variables que entran en juego e imposibilitan una comparación lineal. En todos los países de América del Sur, las tarifas residenciales de energía se calculan según el consumo de los usuarios en un determinado período de tiempo. No obstante, no es simple contrastar montos y usos de la energía, más allá de las amplias diferencias de las estructuras económicas y financieras de las naciones en cuestión, porque los hábitos son muy disímiles y la infraestructura que los permite es totalmente distinta, y también es diferente la conformación de las matrices energéticas que se fomentaron en cada nación a través de los años.

En la Argentina, la tarifa tiene tres componentes; el precio del insumo, que es el gas natural, el precio del transporte y la distribución, que es la infraestructura de redes, y el impuesto. Las audiencias públicas que se realizaron en el marco del Enargas en febrero apuntaron a hacer una revisión tarifaria integral, pero fundamentalmente fueron para actualizar el segmento de transporte y distribución. Adicionalmente, se agrega el precio del gas que va a aumentar dos veces por año hasta 2019.

En cuanto a impuestos, se abre una caja de pandora. Y ahí se encuentran las mayores diferencias entre la Ciudad y el resto del país. Además del congelamiento de tarifas de distribución eléctrica en el ámbito de las concesiones de Edenor y Edesur -que para Einstoss "generó enormes inequidades" porque "si bien el precio subsidiado de generación eléctrica fue el mismo para todo el territorio un usuario residencial del Gran Buenos Aires en 2015 pagó por el servicio eléctrico la sexta parte que un usuario en Santa Fe y casi la tercera parte que el promedio nacional"-se sumaron en muchos casos en el interior los impuestos locales. A decir del experto, como las tarifas estaban muy bajas, los municipios y también las provincias aprovecharon las facturas eléctricas para subirse y cobrar otros servicios porque las facturas de servicios públicos son de alta cobrabilidad. "En algunos casos, el impuesto casi llega a representar el 40% de la factura y se vuelve insostenible con el aumento", evalúa.

Nada de esto pasó en Uruguay, ni en Chile, que además son países que adoptaron un sistema de gobierno unitario, y no federal como el argentino, con todas las implicancias impositivas que esa gran diferencia de base puede acarrear. Tal como dijo Macri, consumimos más gas natural y lo pagamos menos. Pero tiene que ver con una diferencia de acceso al insumo y una amplia diferencia estructural de impuestos.

"Ni Uruguay, ni tampoco Chile tienen el problema de una factura de gas natural muy alta en donde las clases media y media-baja no la pueden pagar, sencillamente porque esos sectores de la sociedad no lo consumen de forma intensiva como nosotros", asegura Einstoss.

Más variables en juego

De la mano del desarrollo de la infraestructura para el transporte y la distribución, los subsidios que se aplicaron en las tarifas de luz y de gas natural durante 15 años fomentaron aún más el consumo doméstico. A decir de Einstoss, un usuario residencial pagaba solo un 10% del valor de la generación eléctrica y apenas un 15% del valor del gas natural.

"Esta situación tuvo un costo fiscal tan alto que en 2015 el total de los subsidios a la energía explicaban la totalidad del déficit fiscal; todo lo que se gastaba de más se explicaba con los subsidios a la energía, esa era la magnitud que llegaron a tener, que es imposible de financiar", describe.

"El camino de reducir esos subsidios y aumentar las tarifas es el indicado, pero cómo se van a aplicar esos aumentos es lo que debería ser replanteado o discutido", sentencia.

Por su parte, para el economista jefe de FIEL, Fernando Navajas, la reducción de subsidios que encabeza el Gobierno nacional "no es equivalente a una reducción del gasto público".

"Sí es un cierre fiscal, pero es más parecido a una suba impositiva porque se incrementan los precios que paga la demanda. Y esto impone gradualismo, ya que ir demasiado rápido puede no ser sostenible, por lo cual requiere equilibrios múltiples y una adecuada coordinación macroeconómica", indicó Navajas en el marco de una charla organizada días atrás por el Instituto "General Mosconi", que preside el exsecretario de Energía del Gobierno de Raúl Alfonsín, Jorge Lapeña, y que ganó repercusión porque el propio ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, asistió sorpresivamente como oyente.

Por otro lado, más allá de los disímiles hábitos de consumo y las características estructurales de cada país, para cotejar si una tarifa es más o menos cara o barata es preciso dar cuenta del poder adquisitivo que tiene cada usuario para hacerle frente. Lo que quita el sueño y aplasta el bolsillo de los argentinos hoy es la inflación, que se estima se acentuará con la última devaluación del peso, y en eso también son amplias las diferencias con nuestros vecinos en la región.

En Chile, en tanto, en abril de este año, la inflación anotó una variación mensual de 0,3%, al tiempo que en los primeros cuatro meses, la acumulada llegó al 1,0% y en los últimos 12 meses acumuló un nivel del 1,9%, según el Instituto Nacional de Estadísticas. Por su parte, en Uruguay, el índice de inflación subió ligeramente en abril 0,07% en relación al mes anterior, con una variación acumulada en el año de 3,97% y en los últimos 12 meses de 6,49%, de acuerdo al informe del Instituto Nacional de Estadística de ese país.

En cambio, en la Argentina, la inflación de abril se elevó un 2,7%, según los cálculos de la consultora Orlando Ferreres & Asociados, y los aumentos acumulan 8,9% en el año y en los últimos 12 meses alcanzan el 24,6%. En paralelo, en un informe realizado por otra consultora privada, Ecolatina, se señala que "la reciente suba del dólar repercutirá en la economía local, tanto en el plano nominal (inflación) como en el real (PBI). Por esto, corregimos la estimación de inflación para 2018 a la zona de 24 por ciento, siempre y cuando no haya nuevas sorpresas cambiarias".

Entre grandes consumidores

"El caso más cercano que se podría asimilar a la Argentina es México, y si ampliamos a todo el continente, Canadá y los Estados Unidos, pero éste último ,además,- es el principal productor de gas natural del mundo y está en expansión", evalúa Einstoss.

Un poco más lejos, el economista encuentra semejanzas con Rusia en cuanto al comportamiento de la demanda de la Argentina. "El principal consumidor de gas residencial del mundo es Rusia; tiene la infraestructura y la inserción del gas natural más alto en la población. Y después venimos nosotros; a nivel global, somos los segundos consumidores de gas para uso residencial", asegura.

Según datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA, según sus siglas en inglés), el consumo total de gas natural de la Argentina en 2015 fue el más alto en América Latina, incluso superó a México; aunque quedó bastante atrás de los gigantes Estados Unidos, Rusia, China o Canadá, que se posicionaron en ese orden de mayor a menor consumidor.

Al contrastar los hábitos de empleo de los insumos energéticos de los países, sin embargo, hay que evaluar muchos aspectos, como por ejemplo la densidad poblacional o las variables estacionales, entre otros diversos factores. Pero a primera vista se puede apreciar en las estadísticas de la Agencia, creada tras la crisis del petróleo de 1973, que del consumo total de gas natural registrado en 2015, la Argentina destinó su mayor porcentaje al uso residencial (un 38% aproximadamente) en detrimento de su utilización industrial (un 32%).

La diferencia es mayor a la que se puede calcular para el resto de los países nombrados, que son los primeros en todo el mundo en cuanto al consumo del insumo de origen fósil. Y lo que es aún más llamativo, sobresalió sobre Rusia y Canadá (que del total, el primero le dio al uso residencial una participación de casi el 30% y el segundo, un 31%), que son los que tienen una mayor porción de territorio y población afectada por inviernos mucho más crudos. En tanto, en los EE.UU, México y China, prevalece la participación de la industria como destino para el uso del gas natural sobre el residencial.

Tarifa sin subsidios: ¿hay alternativa?

A raíz de los reclamos desencadenados a partir de los anuncios de la suba de tarifas por parte del Gobierno nacional, a los que se sumó un malestar general desatado por la escalada del dólar frente al peso, la oposición presentó en el Congreso nacional un proyecto de ley que declara la emergencia tarifaria y ya logró la media sanción. La iniciativa apunta a limitar los futuros aumentos en las boletas de luz, gas y agua y a retrotraer los valores de las tarifas a noviembre de 2017.

Al respecto, el ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, dijo que retrotraer el costo de las tarifas a fines de 2017, "sin incluir el impacto en las distribuidoras eléctricas provinciales, sería de 75 mil millones de pesos en 2018 y 95 mil millones de pesos en 2019. Nada es imposible, pero todo lo que hagamos tiene un costo. Si se quiere retrotraer, alguien tiene que decir de dónde va a salir esa financiación en un momento en que además el costo de capital aumenta; ese es el debate que se tiene que dar en el Congreso", expresó luego del acto de presentación del Inventario Nacional de los Glaciares, que se llevó a cabo en la Rosada un día antes de que el proyecto opositor con media sanción de Diputados comience a ser debatido por el Senado.

En paralelo, el Gobierno nacional estudia una propuesta diferente elaborada por el Instituto General Mosconi que intenta dar previsibilidad sobre el monto de las facturas de gas a los usuarios residenciales en función de los aumentos que tendrán en los picos de consumo invernales. La iniciativa plantea que una familia pague cifras similares todo el año, lo que reduciría en una proporción muy grande el monto de la factura del próximo invierno. Este sistema denominado "tarifa plana" se aplica actualmente en España.

Los aumentos de abril más el pico estacional, sumado al efecto inflacionario del último período y a los incrementos de octubre de 2017, genera un efecto bola de nieve sobre la tarifa. "Si se aplica una tarifa plana, ese efecto se morigera", estima Alejandro Einstoss, el autor de ese trabajo que lleva la venia del radicalismo.

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