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Gonzalez: "La Argentina es un país barrabrava porque recae siempre en la violencia"

El periodista y escritor acaba de publicar su primera novela, en la que realiza una radiografía del fanatismo, el funcionamiento de las barras en el país y su negocio. Dice que hay algo en el comportamiento de los argentinos, tanto individual como social, que no nos permite salir de los enfrentamientos constantes.

Fernando Gonzalez supo de chico que su trabajo sería escribir. Le gustaba buscar en el fondo remoto de las cosas, contar historias y anotarlas en papelitos para no olvidarlas. Pero aún cuando esa revelación no se había materializado en su cabeza, hubo un indicio prematuro de su vocación: con tan sólo 12 años, se transformó en repartidor de revistas en el hipódromo de San Isidro, para darle una mano a su papá que tenía una parada en Acasuso y no llegaba a fin de mes. Casi un canillita. Fue, de alguna manera, su primer contacto con el periodismo.

Hoy, el prosecretario General de Redacción de Clarín y ex director de El Cronista, recuerda la anécdota profética en Twitter. Su nueva cuenta se llama @pibeacasuso, tal como le decían cuando retiraba las revistas en el mayorista. "El periodismo es una profesión que disfruto enormemente y con ese nombre quise hacer un homenaje a mis comienzos", dice Gonzalez.

De adolescente buscó primero ser escritor y se presentó con sus ensayos una tarde ante el genial Abelardo Castillo. El taller de escritura costaba fortunas y el mismo Castillo, tras leer su relato, le recomendó que no gaste dinero y siga escribiendo sin parar, hasta lograr hacerlo correctamente.

Su persistencia obstinada lo cruzó nuevamente con el escritor en un concurso literario. Gonzalez había parido la novela El Barrabrava en el 2000, de un tirón, con ese entusiasmo apurado y desbordante que lleva indefectiblemente a malgastar oportunidades. Castillo, que era el presidente del jurado, desestimó su obra sin siquiera leerla por sus errores de edición y su presentación desprolija.

Lo primero que pensó el joven escritor es que el universo conspiraba en su contra, pero a la larga se dio cuenta de que fue una decisión sabia. "Tenía que seguir aprendiendo", dice. Diecisiete años después, tras haber pasado por varias redacciones y alcanzado los cargos máximos a los que se puede aspirar en el periodismo gráfico, Gonzalez pudo cumplir su anhelo. Sudamericana acaba de publicar El Barrabrava, una radiografía del fanatismo y del funcionamiento de las barras en la Argentina. Y él lo comparte con 3Días.

¿Por qué un periodista que escribió durante más de 20 años sobre la realidad del país eligió una ficción para retratar la violencia?

-Básicamente porque me gusta escribir, más allá de mi profesión de periodista. Y me gusta la escritura de ficción, la base de la literatura. Esta es una historia de ficción con elementos de la vida real, donde el periodismo me ayuda a plantear escenarios.

Pero la realidad en este país siempre supera a la ficción...

-Es cierto. Yo traigo del periodismo el conocimiento de la política, del poder, y de un montón de herramientas. Pero quería trabajar ficción en serio e ir por el lado de la oscuridad, de los afectos, de las contradicciones. Además, uno escribe también por obsesiones. Y entre mis obsesiones y la del país está la de la violencia. La Argentina es un país barrabrava.

¿Es sólo amor a la literatura o hay algo de espanto a lo vivido con el kirchnerismo, que puso al periodista en el lugar del enemigo?

-El kichnerismo fue un proyecto político con el que me ilusioné en los primeros tres años. Pero después entró en una variante de intolerancia que lo fue aislando del camino. El kichnerismo hizo lo peor que vi en mi vida como periodista: arengar desde un programa del canal estatal, como 6,7,8, a llevar carteles con la foto de periodistas a la Plaza de Mayo para que la gente los escupa. Eso convirtió a la profesión en un blanco y la hizo muy compleja en esos años.

¿Por qué decís que la Argentina es un país barrabrava?

-Porque de tanto en tanto recae desde el fondo de la historia en episodios de violencia. A veces tienen explicación y otras son episodios sin sentido. Ejemplos de país barrabrava son los enfrentamientos en la época del liberalismo y del rosismo, la Patagonia trágica, la pelea entre peronistas y antiperonistas, la violencia armada de los 70, la dictadura militar y la represión ilegal, la guerra de Malvinas, los cortes de calle, los piquetes. Y el ejercicio de las barrabravas es una demostración individual de que la violencia en la Argentina crece, se reproduce y es muy difícil de extirpar. Hay algo en nuestro comportamiento, tanto individual como social, que hace que recaigamos en la violencia. Esta es una de mis obsesiones. El Barrabrava es un ejercicio literario sobre la violencia.

La primera versión de la novela es de 2000, pero la violencia en el fútbol creció...

-Sí. El fútbol es uno de los escenarios donde la Argentina retrocedió en términos sociales. Hace 20 años se podía ir a ver un partido de fútbol con simpatizantes de otro club y hoy no. Tuve que reescribir la novela porque había quedado naif. El universo barrabrava era ahora más oscuro. Habían entrado las armas, la droga, se había conectado con los sindicatos, con la política y el poder. Eso me obligó a insertar nuevos personajes. Más allá de que El Barrabrava está ambientado a principios de los 90, que es cuando comienza a producirse este crack social que tuvo su impacto en el mundo individual de los barras.

El protagonista de tu historia no es un marginal. ¿Por qué un barrabrava de clase media alta?

-Conocí algunos personajes con ese perfil y lo que me fascinaba era que tiene menos explicaciones. ¿Por qué un tipo que tiene todas las necesidades básica satisfechas se va a pelear todos los fines de semana a una cancha?

Incluso, Facundo Gómez Lara tiene un perfil romántico...

-La novela arranca con una situación romántica, una aventura, porque él es adolescente e inmaduro. Cuando crece, se empieza a dar cuenta de donde está metido. Y ahí comienza a reflexionar y se produce el desenlace de la novela. El barrabrava de clase media alta es la excepción y eso resulta atractivo en términos literarios.

¿Los barrabravas son víctimas o victimarios?

-Ambas cosas. Muchos son víctimas porque vienen de escenarios marginales, de hogares sin posibilidades y ahí encuentran una razón de ser. Pero una vez que están metidos en las entrañas del negocio, dejan de ser víctimas para ser victimarios. El barrabrava profesional hizo del fanatismo un negocio, porque actúan como fuerza de choque de la política, de los sindicatos, hacen negocios con la Policía, tienen los trapitos, tienen la droga y el negocio de la venta de entradas, con la venia de los directivos de los clubes.

¿Cuál es el límite entre la pasión del hincha y el fanatismo del barra?

-El problema de la Argentina es que nunca se encuentran los límites. Pero creo que es cuando pasás de disfrutar a hacer daño. Tuve la suerte de viajar a otros países y vi fútbol en Inglaterra, en España y en Alemania. Los tipos van a la cancha, toman cerveza y no es fácil controlarlos pero tienen un límite. En esas sociedades desarrolladas, el límite es la ley, porque tienen muy claro que la ley los castiga.

¿Y la diferencia entre el fanático del fútbol y el de la política?

-Creo lo mismo. Uno puede defender una idea política con la misma pasión con la que se defiende un club de fútbol, pero hay que entender que el límite es la convivencia. Si no se entiende, la idea política de esa fuerza está equivocada.

Con la polarización, ¿se agrandó la grieta en este Gobierno?

-No. Al contrario de lo que dicen muchos, creo que la grieta se achicó. La polarización es sólo una herramienta electoral. Es mucho el daño que le hizo el kirchnerismo a la política argentina. Pero el hecho de que el Presidente se pueda reunir con dirigentes de la oposición, que uno pueda entrevistar a los funcionarios del Gobierno, algo que antes no sucedía, y que en los medios públicos haya periodistas, artistas y exponentes de distinta mirada política, hace que la grieta se vaya achicando. ¿La podremos cerrar del todo? No lo sé. Porque la Argentina es una país de grietas históricas, de ismos y de antis. Es muy difícil porque está en nuestra historia. Pero hay que seguir apostando.

Trayectoria

El Barrabrava es la primera novela de Fernando Gonzalez y su segundo libro: en 2014 publicó el ensayo Crónicas de un País Adolescente (Ediciones B). Sus primeras experiencias periodísticas fueron en los diarios zonales Carta Abierta y Zona Norte, de San Isidro. También fue redactor de Política en El Cronista (1990-1992), redactor Jefe en la revista Noticias (1992-1996), editor de Política y Economía en Clarín (1996-2008) y director Periodístico de El Cronista (2008-2016). En la actualidad ocupa el cargo de prosecretario General de Redacción en el diario Clarín. En 2010 obtuvo el premio Adepa a la Libertad de Expresión. Y en 2017, el Diploma Konex al Mérito Periodístico.
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