El poder sin perspectiva de género no soluciona la desigualdad

Para la autora, se necesitan políticas públicas, además de gobernadores, presidentes y "feministros" que entiendan la importancia de introducir grandes cambios para alcanzar una sociedad más justa e igualitaria. Los prejuicios y la fantasía "meritocrática".

Extracto de Economía Feminista. Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour)

(...) La ausencia de figuras femeninas en lugares de poder se suele relativizar. Algunos utilizan el argumento de la meritocracia, según el cual para ocupar estos espacios no es relevante el género sino que sean los mejores entre los candidatos para llevar adelante la tarea. Al margen de la fantasía meritocrática y los prejuicios que suelen convivir a su alrededor, es un argumento que poco tiene que ver con la realidad.

Un reciente estudio de PNUD Argentina muestra que las mujeres que acceden a cargos jerárquicos en general (jefas y directoras) no solo presentan mayores niveles educativos que mujeres en otras ocupaciones, sino también respecto de sus pares varones; en realidad, se les demanda más méritos para conseguir un cargo. Incluso, hay muchas funcionarias con mayor capacitación y experiencia que la que necesitan para cumplir con sus tareas que están por debajo en la escala jerárquica de varones sobrevalorados para su posición. Es decir, si el sistema quisiera ser meritocrático en términos de experiencia y formación, debería haber más mujeres en legislaturas, gobiernos, ministerios y todos los órganos de gobierno.

(...) Las mujeres deben romper techos, deben derribar paredes de cristal y librarse de los pisos pegajosos, esa "inercia que mantiene a tantas mujeres inmovilizadas en su puesto, atrapadas en la base de la pirámide económica, sin fuerzas para enfrentar el conflicto que significaría enfrentarse con lo nuevo y desafiar el sistema", en palabras de Mabel Burin. La mujer gobernadora del hogar compite con la mujer política fuera de él, las tareas domésticas y de cuidados aparecen como obstáculos o limitaciones para poder desempeñarse en lo público, en la actividad sindical, en las luchas políticas cotidianas. También la presión del mandato social: ¿quién va a cuidar de tus hijos mientras estás en campaña?

En 2015, se hizo viral una foto de la diputada Victoria Donda amamantando a su pequeña hija en el Congreso argentino. Es difícil pensar una mejor ilustración de la dificultad que enfrentan las mujeres para poder cumplir con todo. Si bien hay quienes se autoimponen y esfuerzan por compatibilizar tareas tan demandantes como la lactancia de sus hijos y su trabajo legislativo -como Donda-, o vuelven al ruedo pocos días después de atravesar el parto, éstas no son soluciones que puedan extenderse a todas las madres, ni son ideales para reproducir. En vez de que estas madres tengan que esforzarse con estas arcaicas estructuras en las que se llevan a cabo los trabajos en muchos organismos del Estado, hay que empezar -más temprano que tarde- a transformar aspectos que van desde las extensas sesiones deliberativas hasta la ausencia de jardines maternales o espacios para la lactancia en los lugares de trabajo. Organizar mejor los calendarios laborales, minimizar horarios aleatorios y viajes imprevistos. Algunas de estas acciones son tan solo pequeñas modificaciones que harían más fácil compatibilizar tareas para alguien que tiene compromisos familiares. El machismo y la misoginia también tienen un rol en todo esto que no es menos despreciable (...)

Feministros y perspectiva de género. ¡Porque estamos en 2016!

¿Por qué es importante que haya mujeres en los ámbitos de poder? En principio, ¡porque estamos en 2016! Así respondió Trudeau cuando le preguntaron por qué tenía un gabinete de ministros 50-50, su respuesta obvia y rápida lo convirtió en referencia inmediata entre los gobiernos progresistas del mundo. Además de que quedan feas las fotos y lo anacrónico que resulta a esta altura de la historia de la humanidad encontrarse con una escena llena de señores con sacos y corbatas, y muy pocas mujeres -y donde muchas están camufladas con looks masculinos-, hay otros motivos que hacen importante la presencia de las mujeres en la política ( ) Uno muy básico es la representatividad.

A nivel mundial la población se divide entre varones y mujeres en similares proporciones. Es sencillamente lógico esperar que gobiernos con pretensiones de ser representativos de la población tengan una composición que la refleje. Por otra parte, el hecho de que haya mujeres en los parlamentos facilita que se reconozcan problemas que de otra manera pasarían inadvertidos (...) Hay cuestiones centrales que atraviesan sus vidas de manera muy significativa y que hacen a la salud sexual y reproductiva, el parto, la lactancia, la violencia, el acoso, la discriminación en el ámbito laboral, la trata y muchos de los temas presentados en este libro. La experiencia en la Argentina muestra que a partir del avance de las mujeres en la política y en los gobiernos se incluyeron más temas vinculados con estas cuestiones en la agenda legislativa, se ampliaron derechos y se presentaron más proyectos de género en todos los ámbitos.

Las transformaciones en el mercado de trabajo, los conflictos con que se topan las familias modernas (...) requieren un marco de diversidad y que se enriquezcan las perspectivas del debate. Los parlamentos y los gobiernos son lugares imprescindibles para cambiar las reglas de juego (...)

Por supuesto, no toda mujer tiene perspectiva de género sobre los problemas que atraviesa una sociedad. En el caso de la Argentina, no alcanzó con tener la primera presidenta del mundo o a Cristina Fernández de Kirchner en dos mandatos consecutivos para estar siquiera cerca de la igualdad en la representación.

El poder no derrama y las políticas que apuntan a la igualdad de género o el acceso de las mujeres a distintos espacios políticos tampoco aparecen mágicamente. Algo similar sucedió con el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil; cuando fue suspendida y reemplazada por Michel Temer incluso se vivió un retroceso fenomenal: este hombre instaló en Brasil el primer gabinete de ministros sin ninguna mujer (...) Y más aún, cuando se hizo pública la sorpresa y el descontento que esto provocaba anunció que incorporaría a su esposa en el Ministerio de Desarrollo Social. Ese cristal que rompió Dilma fue reemplazado rápidamente por un techo de hierro (...) Del mismo modo, es difícil sostener que Margaret Thatcher o Angela Merkel hayan significado un gran avance para el movimiento feminista (...)

El poder sin perspectiva de género no alcanza para mejorar la situación de las mujeres, tampoco las consignas feministas sin disputar el poder. Como señala Virginie Despentes en su Teoría King Kong: "Asombroso y desagradablemente revelador: la revolución feminista de los 70 no dio lugar a ninguna reorganización acerca del cuidado de los niños. De la gestión del espacio doméstico tampoco. Trabajos benévolos, por ende femeninos.

Seguimos en el mismo estado de artesanato. Tanto política como económicamente, no ocupamos el espacio público, no nos lo apropiamos. No creamos guarderías infantiles, ni los lugares que necesitábamos para dejar a los niños; no creamos los sistemas industrializados de limpieza a domicilio que nos hubiesen emancipado. No nos apropiamos de estos sectores económicamente rentables, ni para hacer fortuna, ni para ayudar a nuestra comunidad. ¿Por qué nadie inventó el equivalente de Ikea para la guarda de los niños, el equivalente de Macinosh para la limpieza domiciliaria? Lo colectivo siguió siendo un modo masculino".

Pero nadie viene al mundo con un chip feminista o ideas de fábrica para barrer con la desigualdad. Gloria Steinem, activista feminista de los Estados Unidos, suele decir que se trata de desaprender todo aquello con lo que estamos educados, formateados. (...)

Si quieren hacer política, tienen que salir del gobierno del hogar, disputar espacios y avanzar sobre lugares que no siempre están preparados para oír una voz más aguda. (...) Eleanor Roosevelt solía decir que las mujeres gestionando lo público y haciendo política tienen que dejarse crecer la piel como un rinoceronte, necesitan impermeabilizarse a las críticas mezquinas y comentarios despectivos (...) Es por eso que la desigualdad no se soluciona simplemente con más cantidad o más protagonismo de las mujeres, las políticas públicas necesitan de gobernadores, presidentes y feministros que entiendan la importancia y urgencia de hacer grandes cambios en la forma en que funcionamos para alcanzar una sociedad más justa y a la altura de sus desafíos.

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