El llamado de Piketty para enfrentar los nacionalismos
El influyente economista francés, autor de El Capital en el siglo XXI, reflexiona sobre el problema de la inmigración en Europa. En este fragmento de su nuevo libro, llama a contrarrestar tentanciones nacionalistas y a propiciar una mayor apertura del continente.
Todo nos lleva a eso: su envejecimiento autodestructivo lo impone, su modelo social lo permite y la explosión demográfica de África a la par del calentamiento global lo exigirá más aún.
Todo esto es bien sabido. Pero tal vez sea más sabido que Europa antes de la crisis financiera estaba por convertirse en la región más abierta del mundo a los flujos migratorios. La crisis originada en el bienio 2007-2008 en los Estados Unidos pero de la que Europa todavía no logró salir a causa de sus malas políticas fue la que llevó a un aumento del desempleo y de la xenofobia, y a un cierre brutal de sus fronteras. Todo esto mientras la coyuntura internacional (Primavera Árabe, afluencia de refugiados) habría justificado un incremento de la apertura.
Recapitulemos: la Unión Europea cuenta, en 2015, con casi 510 millones de habitantes, contra los aproximadamente 485 millones en 1995 (con fronteras constantes). De por síesta progresión de 25 millones de habitantes en veinte años nada tiene de excepcional (apenas un 0,2% de crecimiento anual, contra el 1,2% por año para la población mundial en ese mismo período). Pero el punto importante es que este crecimiento se explica en casi tres cuartos con el aporte migratorio (más de 15 millones). Así, entre 2000 y 2010, la Unión Europea recibió un flujo migratorio (neto de salidas) de alrededor de un millón de personas por año, es decir, un nivel equivalente al registrado en los Estados Unidos, y además con una mayor diversidad cultural y geográfica (el Islam es marginal más allá del Atlántico). En esa época poco distante en que nuestro continente sabía mostrarse (relativamente) receptivo, el desempleo bajaba en Europa, al menos hasta 2007-2008.
La paradoja es que los Estados Unidos, gracias a su pragmatismo y a su flexibilidad presupuestaria y monetaria, se repusieron muy rápido de la crisis que ellos mismos causaron. Muy pronto retomaron su trayectoria de crecimiento (su PBI de 2015 es un 10% más elevado que el de 2007), y el aporte migratorio se mantuvo en alrededor de un millón de personas por año. Pero Europa, empantanada en divisiones y posturas estériles, todavía no reencontró su nivel de actividad económica previo a la crisis, lo que lleva al crecimiento del desempleo y al cierre de las fronteras. El aporte migratorio cayó en forma abrupta de un millón de personas por año entre 2000 y 2010 a menos de 400.000 entre 2010 y 2015.
¿Qué hacer? El drama de los refugiados podría ser la oportunidad para los europeos de salir de sus pequeñas rencillas y su ombliguismo. Al abrirse al mundo, al reactivar la economía y la inversión (...), al alejar los riesgos deflacionarios, la Unión Europea podría perfectamente regresar a los niveles migratorios observados antes de la crisis. (...)
¿Qué hacer hoy? Hay que organizar una conferencia de los países de la zona euro sobre la deuda, tal como la hubo en la posguerra y de la que se benefició en especial Alemania. Se trata de alivianar el conjunto de las deudas públicas, a partir de un sistema de distribución basado sobre los aumentos que se produjeron desde la crisis. En un primer momento, todas las deudas superiores al 60% del PBI podrán incluirse en un fondo común, con una moratoria sobre los reintegros, hasta que cada país haya recobrado una sólida trayectoria de crecimiento en relación con 2007. Todas las experiencias históricas lo muestran: más allá de cierto umbral, no tiene ningún sentido pagar deudas durante décadas. Más vale aliviarlas en forma clara para invertir en el crecimiento, incluso desde el punto de vista de los acreedores.
Un proceso de tal magnitud requiere un nuevo gobierno democrático, que evitará que vuelvan a suceder desastres como esos. En concreto, la implicación de los contribuyentes y de los presupuestos nacionales necesita que se instaure un Parlamento de la zona euro, que estará integrado por diputados provenientes de los Parlamentos nacionales, en proporción con la cantidad de población de cada país y con los distintos grupos políticos, y que resolverá las decisiones presupuestarias y financieras que involucren directamente la zona euro (...).
También debemos confiar a esta Cámara el voto de un impuesto común a las empresas, sin lo cual el dumping fiscal y los escándalos tipo LuxLeaks seguirán ocurriendo. Así se podrá financiar un plan de inversión en infraestructura y universidades, lo que, en particular, dotará de manera más adecuada al programa Erasmus. Europa tiene todas las cartas para ofrecer el mejor modelo social del mundo: ¡basta de echar a perder nuestras oportunidades!
En el futuro, la decisión del nivel de déficit público deberá también resolverse dentro de este nuevo marco. Algunos alemanes tendrán miedo de verse en minoría en un Parlamento de ese tipo, y querrán regirse por la lógica de criterios presupuestarios automáticos. Pero precisamente reglas rígidas como esas, que eluden los mecanismos democráticos, nos llevaron al borde del abismo, y es tiempo de romper con esta lógica. Si Francia, Italia y España (alrededor del 50% de la población y del PBI de la zona euro, contra apenas más del 25% para Alemania) formulan una propuesta específica, deberá hallarse un punto intermedio de acuerdo. (...) Antes de llegar al plan B el de la extrema derecha, que la extrema izquierda está cada vez más propensa a esgrimir, empecemos por darle una real oportunidad a un verdadero plan A.
PikettyEl economista francés es especialista en desigualdad económica y distribución de la renta. Desde 2000, es director de estudios en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales. Profesor asociado de la Escuela de Economía de París, tiene varios libros publicados, entre ellos, El capital en el siglo XXI (2013), un texto que desató polémica y en el que reintrodujo la preocupación por las desigualdades sociales.