El gran corredor del norte
La Quebrada de Humahuaca esconde entre sus cerros de colores historias de libertadores, resabios de culturas indígenas y gran parte del pasado de la independencia del Río de la Plata. Hoy, las bellezas naturales, su aspecto de otro tiempo y el crecimiento de los servicios turísticos seducen a visitantes de todo el mundo.
La ruta nacional 9 va dejando atrás la ciudad de San Salvador de Jujuy, el asfalto se estira como una línea que se pierde en el horizonte y el verde de los campos empieza a adueñarse del paisaje. A los costados de la carretera, la figura inmóvil de los cardones se mezcla entre islotes amarillos de pasto cubano, una flor que llegó accidentalmente a la región escondida entre el tabaco.
Luego de pasar por la laguna de Yala y el pequeño pueblo de Lozano, el río León despide la zona de los valles centrales. Desde allí, las formaciones irán ganado altura y en pocos kilómetros la entrada a la Quebrada de Humahuaca comenzará con su desfile de colores y formas. Ya en la localidad de Volcán, la Cordillera Oriental lo domina todo.
El camino trepa, supera la capa de las nubes y permite a Tumbaya nacer bajo un sol radiante. Unos pocos kilómetros más adelante, ubicada en un ensanchamiento de la quebrada sobre el nacimiento de la ruta 52, Purmamarca se muestra como el primer gran espectáculo.
Se trata de un pequeño poblado indígena fundado en el siglo XVI, rodeado por formaciones de la era mesozoica moldeadas por el viento con el correr de los siglos. En su inquebrantable paz descansa una iglesia del 1648 y un algarrobo de casi 1.000 años cuyas ramas solían regar de sombra las reuniones entre caciques. Como en pocos lugares, allí puede percibirse el misticismo cotidiano de sus habitantes inmersos en su calma inquebrantable; levantando las siembras de maíz, vendiendo sus artesanías en la plaza a los turistas, o bien bajando los panes de sal a lomo de burro desde las Salinas Grandes. Allí las cabalgatas, el trecking y el mountain bike están a la orden del día e, incluso, en muchos casos, son la mejor manera de adentrarse entre los coloridos cerros.
Más allá de Purmamarca, el camino sigue ascendiendo sobre el nivel del mar alcanzando la histórica Posta de Hornillos. Los colores se multiplican, el paisaje gana en imponencia y otra vez más, una imagen que parece detenida en el tiempo cubre el pueblo de Maimará a los pies del cerro conocido como "la paleta del pintor". Desde el camino se ven las plantaciones de hortalizas y los caballos tirando para remover la tierra, los techos de torta de barro crudo y un inconfundible cementerio plagado de flores adherido a la falda de un morro alto. Sin duda, el marco es ideal para detenerse por unas humitas y unos vasos de chicha (bebida hecha con cereales fermentados en agua azucarada).
Más adelante, Tilcara, capital del departamento homónimo, se presenta como el centro comercial y cultural más importante de la zona. La atmósfera es de lo más apacible; turistas de cualquier lugar del mundo se mezclan en la feria de la plaza con los lugareños que ofrecen tejidos de lana de llama y tapices de mil colores, teñidos con extractos de flores de la quebrada. Allí una excursión imperdible es al Pucará de Tilcara, todo un símbolo local, que se muestra como una reconstrucción de la ciudadela ubicada al tope de un cerro a orillas del Huasamayo. Subiendo por el cauce de este río, se llega a otro punto importante como es la Garganta del Diablo, desfiladero angostísimo que en verano exhibe toda la furia del agua que desciende sin tapiz vegetal que la frene, transportando rocas de tamaños impensables.
Muy cerca, la última población de la quebrada es justamente la más populosa: Humahuaca. Preservando la fisionomía histórica intacta, ofrece su recorrido por el Cabildo, la iglesia Nuestra Señora de la Candelaria y el Museo Arqueológico. Sus carnavales, repetidos cada año desde antes de la colonia, se entregan en un desfile de vestimenta e instrumentos típicos entre sus angostas calles empedradas.