Agrelo, viñedos en el paraíso

Este distrito de Luján de Cuyo es, sin duda, una de las zonas más bellas de Mendoza y, cuando se piensa en visitar bodegas, se proyecta como un sitio insoslayable. Montañas, viñedos y vinos con carácter propio, que son genuinas expresiones de Cuyo.

Ese tramo de la calle Cobos que afortunadamente queda sin asfaltar, el que nace en la Ruta 7 y se topa con la finca de Chakana; esos escasos dos kilómetros, son de los sitios más inspiradores de Mendoza. Incluso, cuando uno está allí, piensa que del mundo entero.
Es que el marco que logran las fincas, los álamos altos, los viñedos en espalderas y sus lomas suaves, con la cordillera como telón de fondo es realmente magistral; demasiado complejo como para describir con palabras toda esa potencia pictórica. Lo mismo ocurre con el chillido de los teros, con el silbido del viento sacudiendo los árboles y hasta con el aroma que tiene la zona alta de Agrelo, especialmente en noviembre, cuando se cosecha el ajo y la brisa suave arrastra su esencia.
Así parece haber sido desde siempre. El distrito de Agrelo, uno de los más grandes del departamento de Luján de Cuyo, es una zona de fincas bien tradicional, especialmente de viñedos. Tiempo atrás, era toda una sola finca inmensa, propiedad de los Funes, una familia de viejo arraigo, cuyo campo se extendía desde la actual Ruta Provincial 15 hasta las primeras estribaciones de la cordillera.
Aunque su fisonomía se ha visto modificada por la silueta de las múltiples bodegas que allí se instalaron, el centro del pueblo continúa teniendo la eterna dinámica de cualquier pueblo rural, siempre inmutable. Salvo que en vez de una plaza hay un boulevard, y que no hay iglesia ni municipalidad. Un almacén, una carnicería y una verdulería hacen las veces de centro urbano, no más. Después de eso, sólo hay viñedos y detrás las montañas; todo un paraíso.La llegada de las bodegasLa zona de Agrelo es un abanico aluvional que se formó a partir de la sedimentación de la carga sólida transportada por corrientes fluviales de la cordillera, que termina en lo que se llama "los cerrillos de Lunlunta". Esa parte baja, aproximadamente 800 metros sobre el nivel del mar, es lo que bien podríamos llamar la barda de Agrelo. La parte alta, más hacia el oeste, supera los 1.000 metros de altura.
Si bien es cierto que desde siempre, en esta parte cool de Agrelo (la más alta), bodegas tradicionales como López, Norton, Pulenta, Giol, Benegas o Esmeralda tenían extensas fincas plantadas con uvas finas, a principios de los '90 las lustrosas bodegas que se yerguen hoy día no tenían lugar ni en la ciencia ficción.
Más allá de que en la entrada del distrito (parte baja) en 1959 se empezó a levantar Chandon, la pionera en instalarse en la zona, la fundación del Agrelo moderno, tan de moda en los últimos tiempos, empieza en 1993, cuando Manuel Mas comienza a construir una pequeña bodega para producciones limitadas de vinos de alta gama. Era un viñedo bastante salvaje, al que bautizó Finca La Anita en honor a su madre.
Tras la apertura de La Anita, la sucesión de bodegas que se establecieron en la zona fue constante. Todas nacían con una arquitectura e importancia soberbia, como haciendo gala de la zona en la que estaban.Los vinos de AgreloAunque lógicamente en Agrelo nacen vinos de los más diversos estilos según la bodega que los elabore, sí puede decirse que es uno de los terruños del departamento de Luján de Cuyo donde, por lo general, los vinos logran mayor agilidad y paso por boca fresco. Es que Agrelo es una zona fría y de altura (entre los 800 y los 1.050 metros), y sus suelos, al ser aluvionales, están formados por capas de arcilla, arena y piedras, heterogeneidad que permite una variabilidad importante en el crecimiento de la planta, lo que luego se traduce en complejidad.
Otro rasgo que puede percibirse de este terroir, incluso en tintos de estructura marcada, son los taninos redondos, algunas veces dulces.
Por otro lado, el Malbec, en algunos sectores altos, suma una nota similar al té, que algunos identifican con un cierto especiado vegetal. En general, y sin que suponga esto algo positivo, allí son vinos más dóciles, redondos y con menos aristas que, por ejemplo, los del Valle de Uco.
Parecería, a veces, que allí los blancos y tintos son capaces de lograr la armonía del paisaje de Agrelo; un entorno que ojalá no modifique en mucho su semblante tan celestial, tan de paraíso terrenal con cordillera que, por sus vinos y su belleza, inspira como pocos sitios en el mundo.
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