Gobierno vs. clase media: el divorcio del año

La ambigua relación entre los sectores medios y el kirchnerismo fue uno de los datos salientes que dejó el 2012. Si bien el Gobierno logró seducir con empleo, consumo y subsidios a este segmento históricamente esquivo, también hubo errores de cálculo político y decisiones económicas que determinaron la ruidosa ruptura. De la luna del miel del 54% al 8-N, en un año.

Todavía aturdida por el eco de las cacerolas del 8-N, la presidenta Cristina Kirchner, con una fortuna familiar que superaría los $80 millones, declaraba por cadena nacional sentirse "orgullosa de ser parte de esa formidable clase media argentina".
La escena es elocuente no sólo porque refleja la contradictoria relación del kirchnerismo con el segmento social más emblemático del país. También evidencia la ambigua extensión de un conjunto inclasificable, al que casi todos los argentinos creen pertenecer pero nadie sabe con certeza de qué se trata.
Este 2012, la relación entre la clase media y el Gobierno estuvo en boca de todos. Políticos, intelectuales y economistas intentaron explicar cómo estos dos extraños amantes pasaron de una luna de miel de 54%, hace apenas un año, a un ruidoso divorcio con rencillas en plena calle, catalogadas con siglas como 13-S, 8-N y 20-N. O cómo un modelo económico sacó a relucir sus mejores galas para seducir a una masa crítica e históricamente esquiva para luego dilapidar esa conquista en unos pocos meses.
Pero antes de desandar el año en que la clase media y el Gobierno vivieron en peligro, vale la pena intentar delimitar el alcance de este complejo conjunto social.
Lo que alguna vez se definió con orgullo como clase media en la Argentina es, en la actualidad, un difuso lugar de pertenencia, un imaginario colectivo al que todos quieren subir, puedan o no pagar el viaje. Según encuestas, 9 de cada 10 argentinos creen ser de clase media cuando se les pregunta por su condición social. Los fríos números de la pirámide social, en cambio, lo desmienten: técnicamente, el 47% de las familias puede definirse de esa forma. (Ver gráfico Pirámide social)
La definición más precisa para un segmento cada vez más amplio y heterogéneo aparece por oposición. "Ser de clase media hoy es no ser ni rico ni pobre. Implica no estar salvado ni tampoco vivir en la marginalidad", sostiene el economista Guillermo Oliveto, director de la consultora W y experto en tendencias sociales. "Siempre se ha dicho que no es un sector homogéneo, y que en realidad no existe una única clase media", dice el sociólogo Marcos Novaro. Y agrega: "Por otro lado, se la puede caracterizar como un espacio con el que casi toda la sociedad se identifica. Cuando se dice que la Argentina es un país de clase media, se quiere decir que aún los pobres y los ricos se consideran de clase media".
"Es una suerte de orgullo nacional, desde la más tierna infancia del país. Ya en 1901 en la obra de Florencio Sánchez, M'hijo el dotor, la gran preocupación del personaje es que su hijo, que viene de una clase trabajadora del Interior, se convierta en doctor y pase a ser miembro de la clase media", ilustra Vicente Battista, escritor e integrante de Carta Abierta, la agrupación de intelectuales afín al kirchernismo.
Definiciones al margen, lo cierto es que la clase media argentina está hoy más fragmentada que nunca. De las añoradas décadas del 50 y 60, en las que los sectores medios tenían características de empleo, educación y de consumo que le otorgaban una sólida cohesión estructural, a la quebrantada situación actual, los estratos medios han sufrido sucesivas crisis que redefinieron su idiosincrasia. "En 1975, con el Rodrigazo, empieza a haber una noción de que el segmento está en crisis, o que está desapareciendo. Luego, con la políticas de los 90, se produce una fractura aún mayor y un cambio de expectativas muy grande: por primera vez los hijos perciben que van a estar peor que sus padres", explica el historiador Ezequiel Adamovsky, autor de Historia de la clase media argentina.

La conquista
En medio del desencanto posterior al estallido de 2001, que sumió al 55% del país por debajo de la línea de pobreza y al 25% en el desempleo, Néstor Kirchner aprovechó el proceso de recuperación económica para leer como pocos las necesidades y demandas de un sector en vías de extinción. Así, apenas se calzó la banda presidencial, el santacruceño estableció con la sociedad un pacto de necesitados: trabajo y consumo a cambio de apoyo político y baja conflictividad.
"Las sucesivas crisis generaron una cierta disposición conformista en los sectores medios. Y el kirchnerismo, que es esencialmente conservador más allá de su fraseología transformadora, aprovechó esa situación: supo generar un vínculo de protección garantizando empleo y consumo", remarca Novaro.
Desde la consultora W comparten algunas cifras para ilustrar el resurgimiento de la clase media durante 2002-2011 y que, en parte, explica el reciente dominio del oficialismo en las urnas: mientras que el desempleo bajó 17% y el PBI creció 85%, la construcción en el acumulado subió 209%, la actividad industrial, 100%; la venta de autos 0 km, 787%; la de electrodomésticos, 740%; y los viajes al exterior, 117%.
A pesar de que los sectores medios, concentrados en los grandes centros urbanos, siempre se mostraron poco permeables al relato ideológico K, este pacto implícito se mantuvo incluso durante el primer gobierno de CFK, que debió atravesar la crisis financiera de 2009. Las cifras oficiales indican que en ese período los asalariados registrados vieron incrementarse sus ingresos, en términos reales, un 7% anual en promedio. "Esa suba se vio favorecida, además, por la política de subsidios a los servicios públicos, que en 2011 llegó a representar el 4,3% del PBI, casi el triple que en 2006", agregan desde la consultora Ecolatina.
En pleno idilio, Cristina arrasó con el 54% en las presidenciales y, por primera vez, se impuso en las grandes ciudades. Meses después, la propia Presidenta reconocía, ante la Asamblea Legislativa, que "el crecimiento de la Argentina no se explica únicamente por las condiciones macroeconómicas de las economías emergentes, sino a partir de un modelo de desarrollo que ha hecho del mercado interno y del consumo popular sus banderas principales".
"Antes de 2003, aquellos que pertenecían a las clases más desposeídas no tenían forma de salir de esa clase. Era algo así como el sistema de castas hindú: uno nacía intocable y moría intocable", dice Battista. "Eso hoy cambió en la Argentina y está a la vista de todos".

La ruptura
Ya sea porque el mundo se desplomó sobre nuestras cabezas o por la factores endógenos -quizás por una combinación de ambas causas-, lo cierto es que este año algo se rompió entre la clase media y el Gobierno.
"Desde el punto de vista macro, estamos en una situación donde muy probablemente la foto social hacia adelante se congele. El crecimiento de los niveles de empleo, el boom de inversiones y la bonanza fiscal que permitió inyectar muchos recursos durante 2005 y 2011 son situaciones que difícilmente se vuelvan a repetir", remarca Rodrigo lvarez, director de la consultora Analytica.
"Con la recuperación de la economía y del empleo, se retomó la movilidad social ascendente, aunque más como un proceso de recuperación que de nuevos ingresantes. Hoy este alentador proceso ha perdido fuerza", resume Oliveto. En la misma línea, desde Ecolatina remarcan que, a partir de las medidas económicas adoptadas en 2012, los principales indicadores comenzaron a sufrir un marcado deterioro. (Ver gráfico El impacto...)
El economista platense Martín Tetaz es experto en analizar el impacto de las decisiones económicas en el comportamiento de la gente. Al consultarle por las razones que llevaron al desencanto de una parte de los sectores medios, apuntó a la decisión del Gobierno de romper el termómetro que mide la sensación térmica del segmento: el dólar. "El cepo al dólar ha ocasionado no solo incertidumbre respecto del verdadero valor de una de las variables clave de la economía -destruyendo el mercado inmobiliario, por ejemplo-, sino que ha dejado a buena parte de la población sin la chance de guarecerse en el dólar como refugio de valor para sus ahorros", dice.
"Las restricciones introdujeron dos ideas que modificaron negativamente la perspectiva de muchos ciudadanos: una es que las cosas ya no van tan bien como antes, y la otra es que uno ya no tiene las mismas libertades que enía", completa Oliveto.
Por otra parte, la fuerte caída en la inversión y el estancamiento del nivel de actividad tuvieron consecuencias en la creación de empleo. Según datos de Ecolatina, en los primeros nueve meses del año la ocupación creció apenas 0,5%, mientras que en el tercer trimestre la desocupación creció 6,8%. "Este año hubo mucha gente que quiso trabajar más horas y no pudo. A partir de la crisis de 2009, las empresas tomaron la decisión de intensificar la cantidad de horas extra en lugar de hacer nuevas contrataciones. Esto para cada trabajador representaba un incremento importante en el sueldo de bolsillo, pero hoy desapareció", agrega lvarez, sobre otro de los puntos que ahondaron la grieta social.
Novaro sostiene que el cambio en la percepción de la gestión presidencial, que según la encuesta de imagen que se mire, va en caída o en picada, pero nunca menos que eso, responde a la radicalización de la postura política del Gobierno. "Luego del 54%, Cristina se creyó el discurso de la hegemonía cultural kirchnerista. Empezó a replicar batallas basadas en sus argumentos doctrinarios pensando que ya tenían legitimidad. Y tuvo poco éxito", analiza, y enumera la cruzada por el 7-D, el enfrentamiento con los sindicatos y la tensa relación fiscal con los gobernadores como parte del fixture del oficialismo, que en algunos casos tuvo a la clase media como espectadora y en muchos otros como protagonista. Para el sociólogo, "hay una permanente obsesión por seducir a los sectores medios por parte de un kirchnerismo al que históricamente le costó mucho en términos de recursos". Y destaca que, como fuerza política, "tiene un origen de clase media y arrastra el trauma de no poder seducir a su propio sector social, al que entienden muy mal".

El termómetro de la calle
El 2012 también será recordado como el año en que la gente se volcó a las calles. A pesar del intento de sectores del Gobierno de ligar las manifestaciones del 13-S y del 8-N a una oligarquía de bronceado miamense, lo cierto es que una abrumadora parte del los cientos de miles de personas que protestaron en todo el país calza en cualquier caracterización sociológica de clase media. "Al hacer una revisión detallada de los caceroleros, te das cuenta que casi un 90% pertenece a la clase media", reconoce Battista, de Carta Abierta. "Aunque, por otra parte, es falso decir que en el 8-N la clase media como tal se manifestó contra el Gobierno, porque hay una porción muy grande que lo apoya", complementa Adamovsky.
Otra de las decisiones oficiales que unió a los extremos de entrada y de salida del segmento medio fue la negativa a actualizar el mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias. Si bien se trató de una de las principales banderas que levantaron Hugo Moyano y Pablo Micheli durante el 20-N -en lo que fue el primer paro nacional en diez años de gestión-, el reclamo afecta tanto a la clase media típica como a la media-alta. (Ver gráfico Pirámide Social). "La decisión causó una fuerte caída del salario real a un amplio segmento de familias que empezaron a pagar este impuesto luego de los aumentos que supuestamente iban destinados a compensar los efectos de la inflación", sostiene Tetaz.

Humor social
Es tiempo de balances y pocos disienten con la idea de que la foto por estos días no es la misma que la de fines de 2011. "El contexto cambió abruptamente y comienzan a registrarse sensaciones ambiguas y contradictorias en la gente", sostiene Oliveto, que en sus mediciones detecta un "cambio en el humor social". La primera señal, dice, es la sensación de que "la plata no alcanza", algo que atribuye a los niveles de inflación y la demora en llegar a acuerdos salariales.
En las encuestas cualitativas se desprende que hay una tendencia a empezar a controlar los gastos. Los segmentos C2 y C3 hoy aspiran a mantener su calidad de vida y a estirar sus recursos, que comienzan a ser escasos. "En sus hábitos de consumo, por ejemplo, las familias de estos sectores hacen esfuerzos para esquivar el hecho de tener que volver a comprar segundas marcas, un síntoma fuerte de cómo está la situación", ilustra lvarez.
Hay otro comportamiento de parte de la clase media que puede considerarse una síntesis del contexto actual. Se trata del despertar de una memoria cíclica, la cual sostiene con pesimismo que, como consecuencia de las crisis recientes, cada tanto "algo pasa". Para Oliveto, "la duda está de nuevo en la calle" y sus investigaciones arrojan que "los argentinos tenemos un pasado muy presente".
De cara a 2013 y con las elecciones legislativas a la vuelta de la esquina, el desafío del Gobierno pasará por volver a seducir a una clase media que hoy luce desencantada. z we
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