ANÁLISIS

Como siempre: dólar más caro para licuar la emisión

Más allá de la novela con el FMI, en las últimas semanas se viene confirmando lo que en realidad todo el mundo ya sabía: el Gobierno no tiene capacidad ni mucha voluntad para bajar sustancialmente el gasto y reducir el déficit, la emisión continúa y la inflación crece por ahora al doble que el año pasado. La respuesta en los mercados fue la de siempre, correr al dólar hasta encontrar nuevos valores de equilibrio en el precio y en la brecha. El ajuste por las malas con una nueva nominalidad: otra brecha y otra tasa de interés para frenar la corrida, si la máquina de emitir no se detiene.

Las palabras de Cristina ayer en Avellaneda fueron elocuentes para confirmar que el ajuste lo seguirá realizando el mercado. Ni hablar de ajustar el Presupuesto. La jefa espiritual del modelo dijo que la inflación no es consecuencia ni del déficit fiscal, ni del gasto público ni mucho menos del Estado, que a su juicio debe seguir creciendo en tamaño y en capacidad de intervención. El problema, dijo Cristina, es la suba en el precio del dólar, que crece por culpa de la deuda contraída en la era Macri. La inflación es culpa de Macri, no de ella. La emisión y el gasto, sobre todo para el Conurbano, no se tocan.

Aún así, ninguna novedad, ayuda mucho a calmar relativamente la situación el aporte del campo, que por las buenas o por las malas ofrece 30 a 40 mil millones de dólares al año. Ese fenómeno de 100 millones de toneladas de granos a precios record no existía ni en los 70s, ni en los 80s, ni en los 90s ni en los 2000. Atempera la explosión financiera que muchos argentinos tienen en la memoria desde el Rodrigazo al estallido de la convertibilidad en diciembre de 2001. Con los dólares del campo y con el cepo se va tirando...hasta que la devaluación empieza a presentar la cuenta.

En el modelo actual que ayer ratificó Cristina que consiste en déficit, emisión y cepo, el único ajuste disponible es a través de la devaluación del peso en el mercado libre, contenido por la suba de la tasa de interés de las Leliq y los bonos indexados. Parece hoy la única solución viable para tratar de ir licuando la marea de pesos que inunda el mercado por el gasto y la emisión que no retroceden. Es razonable que el dólar libre, que venía congelado desde noviembre, haya trepado 15% si la inflación ya suma 30% en el año. También que siga subiendo la tasa de interés de las opciones para no correr al dólar. Todavía queda mucho por recorrer. La inflación está pronosticada entre 70% y 80%, y la tasa recién está en torno de 50%. Cada tanto irá saltando el dólar como semanas atrás, hasta lograr un nuevo equilibrio con las tasas más altas, esperando a contabilizar cuánto sigue emitiendo el Gobierno para cubrir el déficit. Viene ocurriendo desde marzo de 2018 a la fecha.

En el pasado esta carrera del dólar contra la tasa en modelos inflacionarios con control de cambios se verificó en muchas oportunidades. Hemos tenido la tasa del Banco Central por encima de 350%. Queda mucho camino por recorrer. Muchos pesos por licuar, mucho recorrido para devaluar.

Con los dólares del campo, el cepo, el relato, y la suba de las tasas en pesos, la devaluación puede acelerarse, pero controlada. Adecuar todo a una inflación de 70% anual, no de 40% o 50%.

La tarea del Gobierno y del Banco Central es en este contexto extremadamente difícil. Evitar que las cosas que salgan de control. A los problemas macroeconómicos que se agravan, se agrega la incertidumbre política y la mayor desconfianza por un Gobierno que ante el fracaso económico y la disparada de los precios se radicaliza.

La única noticia relevante que podría aliviar al Tesoro no aparece. El aumento de tarifas, aún con la segmentación anunciada, termina de la peor manera. Con el público disgustado por los ajustes en las boletas de luz y gas; y con el mercado insatisfecho porque aún con los aumentos siguen aumentando los subsidios y el déficit no se reduce.

Carlos Melconián explica estos días que lo mejor a lo que se puede aspirar ahora es a un proceso de inflación "alta, pero estable". Que sea 4% o 5% al mes, pero que no se dispare a más que eso. Significa acelerar la devaluación sin que se dispare el dólar, aceptar una nueva nominalidad que implica devaluar el oficial al 5% mensual, seguir subiendo mucho las tasas si se quiere que la brecha cambiaria no supere 70%, y todo bastante inestable según cómo siga la política local y el escenario externo.

El derrumbe en los mercados internacionales no ayuda. También en el mundo llegó la cuenta por el shock de emisión monetaria permanente, desde el ataque a las Torres Gemelas al la fecha, con el último impacto tremendo de la pandemia. Golpea la inflación, amenaza la recesión y el consumo y las rentabilidades se resienten. El mundo se torna más áspero e inseguro. Los argentinos conocemos de memoria el impacto de la inflación: mayor pobreza, mayor criminalidad, peores condiciones de vida.

En la incertidumbre, la argentinización del mundo se agudiza. Caen las bolsas mundiales y las criptomonedas al ritmo que cae el peso. Porque ni el Banco Central ni el supuesto milagro del block chain resultan prestamistas de última instancia. Cuando la gente se asusta, no quiere ni criptomonedas, ni acciones, ni deuda en pesos. Corren al dólar y a los bonos del tesoro de EE.UU.

Probablemente una de las lecciones que vienen dando estas semanas los mercados mundiales es verificar la burbuja en los precios de las cosas generada por la tremenda emisión de dólares, euros y yenes que viene caracterizando al mundo desde 2001 en adelante. Desde los valores inmobiliarios, las criptomenedas o los precios de los cuadros.

También el Banco Central de los Estados Unidos, la FED, está en problemas de credibilidad. Jerome Powell parecía Martín Guzmán durante meses, argumentando que la inflación era un fenómeno transitorio que no requeriría un severo ajuste monetario como el que ahora se promete. Demasiado poco y demasiado tarde tal vez para evitar una recesión, que es lo que la mayoría de los gurús de Wall Street pronostican. Hablan de 3400 puntos para el nuevo piso que podría testear el índice S&P de la bolsa de Nueva York. Mucha inestabilidad y una probable paliza electoral para los demócratas en las próximas elecciones.

Un mundo con menos dólares disponibles para las inversiones de riesgo hará las cosas más cuesta arriba para un país como la Argentina, que necesita dólares pero que no los tiene porque no reconoce el verdadero precio para no blanquear la inflación real. Con una región que se va complicando para la mirada de los inversores financieros locales e internacionales. El triunfo de la izquierda en Colombia como en Chile y Perú, más la incógnita sobre el rumbo futuro en Brasil contribuyen a sumar para un riesgo país que no por casualidad superó ya los 2000 puntos.

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