Microcréditos y capacitación, claves para otra oportunidad
Creada en 2001 por docentes de la UBA junto a sus alumnos, la Fundación Avanzar otorgó préstamos e instruyó a 18.000 personas. Hoy, la pandemia y la falta de trabajo hace que su labor sea fundamental
Hace 20 años, cuando la mayor crisis socioeconómica de la Argentina empezaba a asomar y finalmente estallar en el fatídico diciembre de 2001, la economista y profesora de la UBA, Marta Bekerman, junto a un grupo de alumnos decidieron llevar de la teoría a la práctica los postulados del premio Nobel Mohamad Yunus. Así crearon la ONG Avanzar, focalizada en capacitar y otorgar microcréditos a emprendedores en barrios vulnerables de la ciudad de Buenos Aires.
"Hacia un tiempo que colaborábamos con el comedor Los Piletones en el barrio de Villa Soldati y allí comenzamos, con el apoyo del banco Credicoop, a brindar las primeras capacitaciones y microcréditos", recuerda Bekerman. "Luego extendimos nuestra actividad a otros barrios vulnerables de la ciudad, a personas en situacio de calle, refugiados y personas en situación de encierro con libertad condicional", cuenta.
A mediados de 2001, la entidad obtuvo su personería jurídica, convirtiéndose en la Asociación Civil "Avanzar por el Desarrollo Humano", con más de 20 años de experiencia en el rubro de microcréditos y capacitacio para el trabajo.
"Apuntamos al desarrollo de capacidades, no a brindar subsidios, porque creemos que es fundamental lograr que la gente que recibe un apoyo económico pueda desarrollarse por sus propios medios. Crédito más capacitación se potencian. Comprobamos que estas herramientas pueden cambiar la vida de muchas personas que no tenían acceso a la educación y al mundo del trabajo", explica Bekerman
A través de voluntarios, en su mayoría jóvenes estudiantes, la entidad ofrece cursos de gestión, costos y capacitaciones en actividades profesionales como electricidad, reparación de celulares, peluquería, depilación y marroquinería. A partir del año pasado sumaron otros cursos como el de venta por redes sociales e Internet.
En cuanto al monto de los microcréditos, "se define en función de las necesidades de los prestatarios. Se comienza con montos pequeños que se van expandiendo en la medida en que cumplan con sus cuotas", aclara Bekerman. La mayoría van entre $ 10.000 y $ 35.000. "No estamos brindando montos mayores por limitaciones de los fondos con los que contamos.
Los plazos son variables pero tienen un máximo de un año. Y el tipo de proyectos es variado. A partir de la pandemia, están ligados a actividades esenciales y que se puedan hacer desde casa, en especial a los sectores de alimentación (verdulerías, almacenes) y textiles (confección y venta de ropa, sábanas). También para emprendimientos de polirubros, muebles, ferreterías, kioscos, marroquinería, calzado, y servicios como estampado de remeras, cuyas ventas se puedan hacer a domicilio o en ferias barriales", detalla.
HISTORIAS DE RESILIENCIA
Muchas de las beneficiarias son mujeres jefas de hogar, o inmigrantes, y sus historias hablan de cómo una pequeña ayuda puede generar un efecto multiplicador.
Adriana Vega es depiladora. Gracias a la capacitación y un microcrédito inició su propio emprendimiento "Amber" de depilación en su casa. "A partir de la pandemia, armé un protocolo propio y empecé a ir a domicilio. porque necesitaba salir a trabajar", dice y también cuenta que aprovechó para capacitarse por Zoom desde su celular "en unos cursos que venía postergando".
Natalia Salvático es maquilladora social. Su trabajo requiere del contacto físico y las restricciones del aislamiento siguen sin permitirle seguir con sus tareas. "Arranqué a vender por Internet productos de maquillaje y del cuidado de la piel", explicó y aseguró que "hay que estar todo el tiempo en movimiento" por eso también da clases de automaquillaje.
Fernando López, abogado venezolano llegado hace tres años a la Argentina, tuvo que reinventarse varias veces. Había conseguido empleo en un estudio jurídico, pero a partir de que se decretó el aislamiento obligatorio quedó a la deriva. Junto a su esposa empezó a cocinar la típica comida venezolana. Y con la ayuda de un microcrédito lograron comprar los insumos para empezar su emprendimiento: "no es un ingreso fijo, pero nos ayuda a seguir adelante", afirma.
Carmen Giménez también comenzó a vender comida. Ella es costurera y desde que arrancó la cuarentena no tuvo clientes ni dinero para invertir en nuevas telas. Con un microcrédito más el Ingreso familiar de emergencia (IFE), se compró una panchera y empezó a vender en la vereda de su casa. "Me tuve que adaptar", sostiene.
Jorge Baiz había montado un emprendimiento de venta de café y pastelería ambulante en el barrio de Once gracias un microcrédito. Pero la pandemia lo obligó a cambiar de rubro. "Como había tomado un curso de computación y electricista le encontré la vuelta, porque al tener que trabajar desde su casa, muchos necesitaron poner a punto sus computadoras", comenta.
UN CÍRCULO VIRTUOSO
Para poder otorgar los microcréditos y capacitaciones, la Asociación Avanzar se financia de dos formas. Por un lado, se les cobra a los prestatarios un monto en concepto de intereses (ya que al no ser un subsidio sino un crédito, hay que devolverlo). Este monto no permite cubrir los costos porque cuando los créditos son pequeños no redundan en montos importantes de interés. Además, la ONG debe invertir en la capacitación de sus voluntarios en cuestiones de inclusión social.
Por otro lado, la institución recibe un subsidio anual del Ministerio de Desarrollo Social que, "en muchos casos como ahora, no nos llega en el momento que más lo necesitamos. Es que estamos viviendo una situación complicada, dado que las personas con las que trabajamos tienen muchas dificultades para trabajar y devolver los microcréditos. Los emprendedores suelen participar en ferias o realizar venta ambulante y esto se vio muy limitado por la pandemia. Por lo tanto, se les está haciendo difícil cumplir con las cuotas y está aumentando la mora. Al mismo tiempo, es cuando más necesitan los microcréditos. Por esto, hoy más que nunca las donaciones de empresas y personas se vuelven fundamentales", destaca Bekerman.
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