La tercera dimensión de los negocios

La impresión 3D promete otra revolución industrial, al permitir la fabricación personalizada de objetos. Muchas pymes se suben a la ola: acuden a esta tecnología para producir piezas a medida y reducir costos. Claves de una tendencia que abarca desde juguetes y autopartes hasta prótesis para el cuerpo humano.

La impresión en tres dimensiones permite materializar objetos y varios tecnólogos -como Chris Andersen, en su libro Makers-, la proponen como la próxima revolución industrial. Esta tecnología puede cambiar la vida de las personas, como la de Felipe, de 11 años, quien nació sin su mano izquierda y hoy puede tocar la guitarra gracias a una prótesis que diseñadores argentinos realizaron para él. Felipe nos impulsó a crear este emprendimiento, cuenta Rodrigo Pérez Weiss, socio del bar 3D Lab, donde se formó el equipo de Darwin Research, una firma social para proveer soluciones tecnológicas de alto impacto a quienes lo necesitan. Todo empezó en 2013, cuando el primer bar con impresoras 3D abrió sus puertas en el barrio porteño de Palermo. En la inauguración, Pérez Weiss comentó las bondades de la nueva tecnología, como la posibilidad de fabricar prótesis a medida. La madre de Felipe leyó la noticia en un medio y se comunicó con el emprendedor para pedirle ayuda para su hijo.
Nos pusimos a buscar diseños bajo licencia abierta en la web, recuerda. Al equipo se sumaron Gino Tubaro, egresado de la escuela ORT y estudiante de Ingeniería electrónica; Joan Cwaik, emprendedor tecnológico; Matías Mediña, investigador en realidad virtual; y Matías Cacciagrano, profesor de creatividad virtual en la Asociación Argentina de Agencias de Publicidad (AAAP).
Seis meses más tarde, Felipe veía cumplido su sueño de tocar la guitarra con ambas manos. La noticia fue cubierta por los medios y, a raíz de esto, los emprendedores recibieron más de 500 pedidos de prótesis. Estamos armando una plataforma de crowdfunding (microfinanciamiento colectivo), destaca Pérez Weiss.
La inversión inicial para montar el bar fue de $ 400.000. La particularidad es que por $ 100 por hora, los clientes pueden tomar un café mientras imprimen en 3D sus diseños. En el local están disponibles casi todas las marcas de impresoras 3D (locales e importadas), algunas bajo comodato. El modelo de negocios incluye la venta de equipos en exhibición, su alquiler por hora y la prestación de servicios. Hoy, 3D Lab tiene dos franquicias, una en Paraguay y otra en México, donde esperan conformar usinas de cambio social y tecnológico como Darwin.
Automundo es una pyme familiar fundada hace 47 años por Roberto y Horacio Cella, dedicada a la fabricación de autitos y pistas de Scalextric. El año pasado, adquirió una impresora 3D con la que realizan prototipos de piezas y accesorios para los autos, y hasta los producen a baja escala. Es increíble el ahorro de tiempo y costos que permite, afirma Rodrigo Cella, diseñador industrial y socio de la firma. Antes, para hacer un alerón para un autito de 20 centímetros, tenía que diseñarlo, mandar a hacer la matriz de inyección y empezar a producirlo. Llevaba unas dos o tres semanas y tenía un costo de $ 20.000. Con esa plata compramos una impresora 3D y ahora puedo diseñar y tener la pieza terminada en el día, asegura.
La impresión 3D derriba las barreras que imponen las líneas de producción y la logística, define Ruth Ladenheim, secretaria de Políticas de Planeamiento del Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación Productiva del Gobierno Nacional (MinCyT). Su impacto abarca desde industrias tradicionales, como la de autopartes, a nuevos desarrollos en biomedicina, como la impresión de modelos moleculares tridimensionales, órganos y piezas dentales, detalla.
Para impulsar su uso, el MinCyt financiará proyectos en desarrollo de software, hardware, materiales y servicios para la impresión 3D, así como subsidios para incorporar esta tecnología en carreras de Diseño e Ingeniería de universidades públicas. La convocatoria, abierta hasta el 31 de julio, otorgará $ 1,5 millón para ambos tipos de proyectos.

Hágalo usted mismo
Las impresoras tridimensionales permiten crear uno mismo los modelos y matrices, para luego usar con resinas o para los moldes de fundición, ahorrando el tiempo que requiere un matricero y posibilitando crear productos diferenciados en baja escala, destaca Marcelo Ruiz Camäuer, fundador de Kikai Labs, productora local de impresoras 3D.
Camäuer creó la firma en 2012, a partir de una empresa anterior dedicada al desarrollo de software. Ese año, lanzaron un prototipo de impresoras, para uso comercial y profesional, al que siguieron dos modelos, con pantalla táctil para comandar la impresión sin usar una computadora; y un cabezal adicional para pintar los objetos (una de las limitaciones es que trabaja con pocos materiales: resinas, goma y filamentos de plástico, y de a un color por vez, aunque se están desarrollando innovaciones).
En la empresa, trabajan 12 personas, que fabrican y comercializan entre seis y 20 impresoras mensuales, a $ 18.000 cada una. La facturación del último año fiscal fue de $ 1,5 millón. Entre los clientes, hay pymes, emprendedores, institutos de investigación y centros médicos. Un mercado interesante es el de biomateriales, se están imprimiendo los estudios de imágenes 3D para hacer guías quirúrgicas, incluso vértebras del cuerpo humano, detalla Camäuer.

Producción local
Replikat es una de las pymes argentinas que produce impresoras 3D. Fue fundada en 2012 por Miguel Galante y Santiago Scaine, diseñadores con estudios en Informática y en Management, con una inversión de $ 200.000 (50% de un Aporte No Reembolsable del Ministerio de Industria y 50% con fondos propios). El año pasado, se sumó al equipo Pablo González, especialista en Comercialización, y se instalaron en una planta de 150 m2 en Villa Martelli, donde hoy trabajan ocho personas.
La firma lanzó tres modelos de impresoras y está desarrollando un escáner de uso profesional. Uno de los equipos tiene doble cabezal, con lo que permite imprimir en dos colores al mismo tiempo. Apuntamos al mercado industrial, especialmente, al rubro autopartista y tenemos clientes en universidades y centros de investigación, destaca Scaine.
Surgida en la cátedra de emprendimientos de la Facultad de Ingeniería de la UBA, Trimaker desarrolla y vende equipos e insumos para impresión 3D. Su impulsor fue el ingeniero Maximiliano Bertotto, quien desarrolló un prototipo que obtuvo un premio Innovar, en 2012. Al año siguiente, convocó a otro ingeniero, un licenciado en Administración, un físico y un contador: Facundo Imas, Juan Chereminiano, Alexis Caporale y Emiliano Chamorro.
Tras invertir u$s 300.000, la firma inició la fabricación de 40 impresoras con un sistema de preventa. Estas unidades fueron entregadas a los primeros clientes, quienes las probaron y sugirieron mejoras. Con un laboratorio taller en el barrio de Villa Crespo, hoy trabajan en Trimaker 15 personas. Desde este año, están encarando la producción de insumos para garantizar el autoabastecimiento en el mercado local.
Los equipos de Trimaker no utilizan un cabezal que deposita el material, sino un haz de luz que se proyecta sobre resina líquida y solidifica las partes que construyen el objeto. La resina restante puede ser usada como insumo para otra impresión. Admite materiales blandos, como goma y plásticos rígidos.
La venta de hardware, software y materiales para impresión 3D moverá u$s 8.400 millones en 2020, a nivel global, según la consultora Market & Markets, más los ingresos por servicios de diseño e impresión.
Atentos a la proyección de este mercado, Mariano Ronchi y Facundo Latorraca crearon en 2013 el sitio 3DMakerplace.com, para vincular a fabricantes de dispositivos, insumos y proveedores y demandantes de servicios de impresión 3D. Empezamos fabricando un modelo de impresora y nos dimos cuenta de que hacía falta un espacio que reuniera a los actores del sector, explican. La inversión para poner en marcha la plataforma fue de $ 170.000, financiada en un 40% por un Fonsoft. Publicar en el sitio es gratis, pero se cobra un fee por avisos destacados y un porcentaje por transacción, destaca Latorraca.
La revolución industrial de fines del siglo XVIII hizo posible la producción en masa, creando economías de escala. En el siglo XXI, la impresión tridimensional hace lo opuesto: permite fabricar prductos únicos, a un costo tan bajo como el de la producción masiva. Como toda tecnología disruptiva, es imposible predecir su impacto, pero ya está entre nosotros, y su irrupción dejará ganadores y perdedores.
Noticias de tu interés