Sobre la foto falsa de Hugo Chávez
Algunas reflexiones sobre la falsa foto de Hugo Chávez publicada en el sitio web y en la tapa del diario El País de Madrid la semana pasada:
1) Tal vez el grave error del diario El País fue el más importante en la historia moderna del periodismo, pero no fue el primero. La lista de pifies y equivocaciones de los diarios de papel de los últimos años ya es bastante larga como para intentar explicarlo como un hecho desgraciado, fortuito y aislado, fruto de un mal chequeo de una fuente.
2) La foto en cuestión estuvo en la portada del sitio web de El País durante media hora, en la madrugada del jueves 24 de enero. Pero sólo diez minutos alcanzaron para que en twitter circulara entre usuarios de todo el mundo el link al video de YouTube desde donde se tomó la captura del supuesto Hugo Chávez.
Ya desde el 11 de enero un usuario anónimo apodado Ilum Inación hacía circular en YouTube el video del falso Chávez en YouTube y lo empujaba desde su twitter (@iluminacion9874). Fue rápidamente desmentido por muchos usuarios en varios foros de Internet, como NoticieroDigital.com. El sábado 19 de enero el anónimo reconoció en twitter que el del video no era Chávez, pero aclaró que nunca había dicho que se trataba del presidente venezolano. Había tomado el video del original, subido a YouTube el 6 de agosto de 2008. Es decir, las imágenes estaban en uno de los sitios más vistos de la web hacía cinco años.
3) En estos tiempos 2.0, la producción y el consumo de información está dominado por las redes sociales. La información nace, circula y se disemina a la velocidad de la luz por nuevas fuentes y canales, muy diferentes a los tradicionales. Esto parece obvio y es repetido casi de memoria en cada charla pública y privada sobre medios y periodismo digital. Sin embargo, en los hechos, los antiguos paradigmas siguen dominando y con bastante fuerza. Se habla mucho de integración de redacciones pero en concreto se hace poco. Un ejemplo claro lo aporta el mismo ombudsman de El País, Tomás Delclós, quien escribió una extensa carta a sus lectores publicada en el diario el domingo 27: El episodio pone en evidencia la necesidad urgente de establecer nuevos protocolos de verificación que refuercen el blindaje ante el error e impidan que se reiteren estas lamentables equivocaciones, dijo. Pero Delclós no detalló qué tipos de nuevos protocolos establecería.
Ya es hora de que los nuevos periodistas con conocimiento y dominios de estos nuevos canales y fuentes tomen las riendas de las redacciones de los diarios de papel, los canales y agencias de noticias y las producciones de radio. No hay más tiempo para perder. De lo contrario, seguirán ocurriendo este tipo de papelones. Pero en mayor cantidad.
4) El error de El País hizo caducar definitivamente la inútil (y algo cínica) queja que hacían muchos medios y periodistas tradicionales de que en la Web, sobre todos en los blogs y las redes sociales (twitter, Facebook, YouTube, etc.) circula como verdadera información falsa y sin chequear. También se quejaban de la impunidad del anonimato, que permite insultar, agredir al periodista, supuestamente indefenso. Todos estos pataleos ya quedaron antiguos y, ahora está claro, que no contribuyen a un periodismo de mejor calidad.
No es que esas afirmaciones no sean ciertas. En la web hay mucha información falsa, claro. Pero ya quedó demostrado que lo mismo ocurre en los medios profesionales y de mucho prestigio. Sin embargo, la gran diferencia entre un blog o una cuenta de twitter amateur y un medio tradicional profesional y de prestigio son las consecuencias que tiene publicar información falsa como verdadera. Y no se trata solo de una cuestión de cantidad y mayor llegada a las audiencias, sino de significado. Que un medio tradicional de peso como El País tropiece como lo hizo repercute en varios ámbitos de importancia: opinión pública, sectores de poder (gobierno, empresas, etc.), el ecosistema integrado por otros medios y en la cultura en general.
5) Los medios tradicionales no deben asustarse del poder viral que naturalmente generan los usuarios. Al revés de lo que ocurrió en la última década, deben convertir la fuerza de la web en su principal aliada para el chequeo de la información. Está demostrado que no hay mejor corrector que la inteligencia colectiva que los millones de usuarios forman en las redes sociales. En minutos cientos o miles de usuarios se encargarán de revisar cualquier dato. A toda hora y en cualquier lugar del mundo. ¡Basta de darle valor a primicias estériles! Eso funcionaba antes cuando los diarios competían para ser los elegidos por la gente en el kiosco, pero ahora las primicias no importan demasiado fuera de la industria de medios porque en minutos los usuarios harán que la información circule por cientos de miles de diferentes callejones digitales: post, tuits, videos, foros, fotos, mails, perfiles de Facebook, etc.
Si existe alguna mínima duda sobre la veracidad de una fuente, al medio le conviene empaparse de humildad y subir la información obtenida (una foto, un dato, un video) para consideración y chequeo de los usuarios.
6) Las nuevas audiencias son inteligentes, colaborativas y, a diferencia de la época pre Web, ellas cierran el círculo de la información. Hoy no es posible pensar un medio de comunicación ajeno a los usuarios, sin que ellos opinen, certifiquen, aprueben, compartan y/o diseminen cualquier información. Los medios deben bajarse del pedestal de la soberbia, aceptar este cambio de paradigma y actuar en consecuencia, les guste o no a los viejos editores. Ya es demasiado tarde para debates en simposios porque desde hace años se les viene advirtiendo de diferentes maneras y desde distintas plataformas, pero no quisieron o no supieron escucharlo. Hoy aquellas audiencias hipotéticas de las que se advertían, ya existen, son reales. Y están muy atentas para disparar en cualquier momento y desde cualquier lugar con sus celulares inteligentes, sus tablets y sus computadoras. Y otra mala noticia: esas audiencias crecen todos los días.
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