Señorita, ¡Samsung se está copiando!

La noticia más relevante de los últimos días en la industria tecnológica fue, sin dudas, el fallo judicial en los Estados Unidos que obliga a la coreana Samsung Electronics a pagarle a Apple mil cincuenta millones de dólares en concepto de daños y perjuicios por infringir intencionalmente seis patentes con la línea Galaxy.
Más allá de las apelaciones judiciales que los abogados de Samsung interpondrán, y de la multa real que la compañía finalmente terminará pagando, el fallo de la justicia es muy importante para los involucrados y la industria en general, tanto en el terreno de los números concretos del negocio (léase: ventas) como en el plano simbólico.
En primer lugar, el fallo le permite a Apple avanzar con más libertad en el mercado de los smartphones, aprovechando el revés sufrido por su principal competidor y por Android, el sistema operativo de Google instalado en los modelos de Samsung cuestionados. Por lo pronto, Apple no sólo quiere el dinero del fallo. Apenas terminado el juicio, sus abogados pidieron retirar del mercado estadounidense ocho modelos del Galaxy, pero los tribunales decidirán recién en diciembre. Por el momento, Samsung se concentra en su exitoso Galaxy S III, que en apenas tres meses vendió más de diez millones de unidades.
Luego, en el plano de la comunicación, clave en estos tiempos, Apple también resultó ganador. Para la enorme mayoría de los consumidores, tengan o no el iPhone, la empresa coreana copio el invento de Apple y el fallo hizo justicia. La marca de la manzana, entonces, resultó fortalecida en cuanto a innovación y creatividad. Es de esperar que Apple capitalice esta victoria en las ventas a corto y mediano plazo. Mientras tanto, los rumores ubican para octubre la salida del esperadísimo iPhone 5.
Otra de las consecuencias que tuvo la resolución de la justicia es el regreso de un interesante debate en los medios más importantes del mundo sobre las patentes en los Estados Unidos en torno a los inventos, las ideas, el software y el hardware y cómo repercuten (a favor y en contra) en el conocimiento y en la innovación tecnológica. ¿Una patente protege a la innovación o, por el contrario, la frena? ¿Se quedarán las grandes compañías con la titularidad de la mayoría de las patentes de la industria en desmedro de los emprendedores independientes y las pequeñas empresas? ¿Resulta productivo para los consumidores y para el resto de los actores de la industria que las empresas más innovadoras se trenzen en una interminable y peligrosa guerra judicial? ¿No deberían ser, en definitiva, los consumidores quienes premien o castiguen a las empresas con su compra y no los tribunales judiciales? La estrategia de comunicación de Samsung tras el fallo consistió en aprovechar este debate. Los coreanos advirtieron, mediante un comunicado oficial, que el consumidor resulta el principal perjudicado, ya que tendrá menos opciones para elegir y más caras.
Es cierto también que la historia de las patentes en la industria tecnológica es tan extensa como apasionante. Por ejemplo, Kodak tiene patentado desde 1975 la primera función relacionada a las cámaras digitales. Es la que permite ver la imagen en la pantalla apenas sacamos una foto. Por eso, gracias a esa licencia, casi el 90 por ciento de las cámaras a la venta en el mercado debe pagarle regalías a Kodak.
Volvamos al caso Apple vs. Samsung. El veredicto también parece haber beneficiado indirectamente a un tercer jugador: Microsoft. De la mano de Nokia con Lumia y otros fabricantes como Samsung con el ATIV S (a partir de noviembre), intentará convencer a más consumidores de las ventajas de tener un teléfono inteligente con un sistema operativo alternativo al iOS y al Android, su Windows 8. Que ellos pierdan tiempo en la justicia mientras nosotros seguimos adelante, dicen en la empresa fundada por Bill Gates. Pero los números no mienten: por el momento, Microsoft no consigue seducir a más del tres por ciento de los consumidores de smartphones.
¿Habrá vida móvil por fuera de Apple y Google? En unos meses lo sabremos.
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