La resistencia neoliberal

Las crisis dejan lecciones pero no todos aprenden de ellas. Es lo que se desprende de las conclusiones del Think-20, un encuentro de economistas de los países miembros del G-20 que se desarrolló en Moscú el mes pasado como una de varias actividades preliminares a la reunión de ministros de Finanzas y presidentes de Banco Central que tendrá lugar en la capital rusa el 15 y 16 de febrero con la asistencia prevista de Hernán Lorenzino y Mercedes Marcó del Pont. Todo ello rumbo a la cumbre de Presidentes que está agendada para setiembre en San Petersburgo.
Tras dos jornadas de exposiciones y debates acerca de cómo revitalizar el crecimiento mundial y el desarrollo sostenible, y de qué hacer con el comercio internacional y las inversiones extranjeras, el reporte final del Think-20 se parece bastante al clásico recetario neoliberal que provocó la peor crisis que sufrió el capitalismo avanzado desde la debacle de los años 30. Entre otras recomendaciones, el documento resalta la necesidad de poner la casa en orden con ajuste fiscal, señala que promover la liberalización del comercio es un componente clave del crecimiento, despotrica con insistencia contra cualquier proteccionismo, llega incluso a sostener que es conveniente despolitizar la política comercial, se pronuncia a favor del libre movimiento de capitales, y le asigna un rol central a la inversión extranjera, para lo cual los países deberían tornarse atractivos.
La inclinación ideológica del documento prueba que no todos aprenden de una crisis, y desmiente que la crisis convierta a todos en keynesianos. No figura mención alguna al impulso de la demanda agregada, a la protección del mercado interno, al rol del gasto y la inversión pública, ni a los problemas de distribución del ingreso.
Las conclusiones provocaron el desagrado del miembro del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina (Cefidar) Jorge Gaggero, que fue el único participante argentino, por invitación de la Cancillería, en las sesiones en Moscú. Una vez concluido el encuentro, a través de diversos medios Gaggero le hizo llegar a los organizadores (la Academia Presidencial de Rusia, entre otros) su disgusto por el sesgo en la elección de los participantes -en particular de los coordinadores y disertantes-, fuertemente orientados a realizar abordajes y recomendaciones neoliberales; también se quejó del sesgo ideológico de las ponencias, con recomendaciones débilmente fundamentadas en contra de las regulaciones al comercio, y a favor del movimiento irrestricto de los flujos de capital y de la promoción de tratados multilaterales de inversión. Y además protestó por la manipulación del proceso de elaboración de las minutas y reportes, introduciendo definiciones que no habían sido consensuadas, y omitiendo informar importantes discusiones que habían tenido lugar durante las sesiones.
Gaggero expuso en el Think-20 un trabajo (en colaboración Fabián Amico y Romina Kupelian) que en muchos aspectos está en las antípodas de lo que finalmente se plasmó en el documento final. Además de criticar la acción de la mayoría de los países de la Eurozona que en lugar de apelar al estímulo fiscal prefirieron el ajuste, el análisis pone mucho énfasis en apuntar a la redistribución regresiva del ingreso como una de las causas principales de la escasez de demanda, y por lo tanto de la poca inducción a la inversión. El paper sostiene que la caída de la masa salarial en el mundo desarrollado fue transitoriamente compensada por un fuerte proceso de endeudamiento de los hogares, lo que constituyó uno de los orígenes de la crisis.
Es interesante notar que un análisis muy similar se encuentra en el último informe del Estudio Bein. Ahí se señala que el aumento de la deuda privada fue parte esencial de la génesis de la crisis del Primer Mundo. Muestra como la mayoría de los países desarrollados (Japón y Alemania son excepciones) experimentaron un gigantesco aumento en la deuda de los hogares: en Irlanda del equivalente a 45 por ciento del PBI en 1999 se pasó a 129 por ciento en 2007-2009; España pasó del 50 al 90 por ciento; Grecia del 15 al 55 por ciento; y Estados Unidos del 70 al 101 por ciento.
No casualmente, el enfoque de Bein también incorpora el fenómeno de redistribución regresiva del ingreso, y lo ejemplifica con el caso paradigmático de Estados Unidos, donde desde fines de los años 70 hasta ahora el 10 por ciento más rico de la población aumento su participación del 31,9 al 46,3 por ciento, mientras que el 90 por ciento restante lo redujo del 68,1 al 53,7 por ciento. Más impresionante aún es observar la evolución del 1 por ciento de arriba, que en ese lapso incrementó su porción del 7,7 al 17,4 por ciento.
Volviendo al trabajo de Gaggero, hay un contundente rechazo a la idea de que la inversión externa directa sea una herramienta clave del desarrollo y de la convergencia entre países, menos aún en el contexto de la mayor autonomía que el desendeudamiento le permite a las economías emergentes o periféricas.
También en contraposición a las conclusiones del Think-20, rechaza la idea del librecomercio, con el argumento de que beneficiaría a las multinacionales, mantendría las asimetrías tecnológicas y cristalizaría los roles que los países tienen actualmente en la división internacional del trabajo.
Y en cuanto al desarrollo de las economías emergentes, se pronuncia a favor de un proceso que debe ser liderado por una fuerte inversión estatal. Toda una herejía para la mayoría de economistas y lobbystas que participaron del Think-20, y que por el tipo de conclusiones y recomendaciones que realizaron podrían llevar a la confusión de creer que el 20 no es por el número de países que integran ese foro sino porque las ideas atrasan un siglo.

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