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Hay algo que no se dice lo suficiente en el mundo de los negocios: si tu energía está mal enfocada, no podés recibir nada. Ni ideas, ni ventas ni nada.

Y no me refiero solo a la energía física, aunque esa también importa. Me refiero a tu energía vital, la que se expresa a través de tu estado interno: lo que pensás, lo que sentís, y por supuesto, lo que hacés.

Sería así: las creencias generan pensamientos. Los pensamientos generan emociones. Estas generan nuestras acciones que en definitiva son las que traen los resultados.

Energía que se transmite

Tu energía está directamente influida por tus creencias. Si internamente pensás que vender es molestar, que el dinero escasea o que no merecés cobrar lo que realmente vale tu producto o servicio, esa energía se va a infiltrar en todo lo que hacés. Incluso sin darte cuenta.

Y ahí es donde muchas emprendedoras que llegan a mis mentorías se sabotean: demoran en salir a ofrecer, dudan de sus precios, sienten culpa al cobrar, hablan de su negocio con vergüenza o se paralizan antes de hacer una venta. Entonces, no es la estrategia lo que está fallando. Es la energía que llevan a la acción.

Podés tener la mejor solución al problema de tu cliente pero si lo estás ofreciendo desde el miedo, el cansancio, la duda o la carencia, eso se nota. Y no conecta.

Yo lo viví en carne propia. Hubo una etapa de mi vida en la que hacía absolutamente todo lo que había que hacer. Publicaba en redes, daba clases gratuitas, seguía todas las "tácticas" que supuestamente funcionaban pero no vendía. O vendía forzado, con mucho esfuerzo y poca alegría. Y no era el negocio. Era yo.

Estaba agotada. Agotada física, emocional y mentalmente. No dormía bien. Me hablaba mal. Dudaba de mi valor. No me escuchaba ni le daba atención a mi cuerpo.

Y desde ahí, todo pesaba. Todo costaba el doble.

Hasta que entendí lo que de verdad estaba bloqueando mi expansión: estaba completamente desconectada de mi energía vital.

Y sin energía, ningún negocio puede prosperar.

En ese momento me cayó una ficha: el verdadero diferencial de un negocio no es solo lo que ofrece, sino desde dónde lo ofrece porque tu energía es el canal por donde todo fluye (o todo se bloquea).

Sentirte bien es una estrategia de venta

Hay algo que aprendí después de acompañar a miles de mujeres emprendedoras a crear sus negocios: la energía con la que vendés es tan importante como lo que vendés.

Podés tener un curso espectacular, una mentoría transformadora o un producto revolucionario. Pero si lo ofrecés desde la duda, desde el "¿y si no vendo nada?", desde el "me esfuerzo tanto y no pasa nada" lo que se proyecta no es poder, es necesidad.

Y eso aleja a las personas. Porque la gente ama comprar pero odia que les vendan. Y si se dan cuenta que estas vendiendo porque "necesitas llegar a fin de mes" en vez de porque tu producto o servicio puede mejorar su vida, entonces... la venta se corta.

Joe Dispenza, neurocientífico estadounidense reconocido por integrar ciencia y espiritualidad en sus enseñanzas, afirma que no atraemos lo que queremos, atraemos lo que somos. Es decir, que tu vibración personal, tu frecuencia emocional es mucho más poderosa que cualquier argumento racional porque las personas compran desde la percepción que tienen de vos, de tu marca o de tu contenido.

Tus creencias sobre el dinero están frenando tus ventas

Si en tu interior hay culpa por cobrar, miedo al juicio, creencias heredadas como "el dinero es sucio", "nadie paga por esto" o "yo no soy buena vendiendo", entonces esa información va a filtrarse en tus acciones.

Y ese es el problema, aunque digas lo correcto según el guion de venta, aunque uses todos los gatillos mentales que "funcionan" en marketing, tu vibración habla más fuerte. Y no, no la podés engañar.

La venta no es solo una transacción: es un intercambio energético. Y vos sos el canal.

Si ese canal está bloqueado, es lógico que las ventas no lleguen. No porque tu oferta no sirva, sino porque no está sintonizando con la frecuencia del recibir.

Vender implica reconocer el valor de lo que hacés, confiar profundamente en lo que ofrecés y estar verdaderamente disponible para recibir. Parece obvio, pero no lo es. A muchas personas les cuesta recibir, incluso sin darse cuenta.

Si querés vender más, mirá tu energía

Preguntate: ¿desde dónde estoy vendiendo últimamente? ¿Desde la confianza o desde el miedo? ¿Qué siento cuando hago una oferta? ¿Vergüenza, orgullo, ansiedad, certeza? ¿Qué me estoy diciendo internamente cada vez que lanzo un producto o servicio nuevo? ¿Qué idea tengo, en el fondo, sobre la gente que gana mucho dinero? ¿Creo que es posible vivir bien con lo que hago? ¿O me siento culpable solo por desearlo?

Las respuestas a estas preguntas valen más que mil métricas.

Porque cuando observás tu energía, cambia tu acción y transformas tu realidad. Y ahí es cuando las ventas dejan de ser una lucha porque empiezan a reflejar la seguridad y la claridad que llevás adentro.