

Todavía hay quienes creen que solo lo comprobado por la ciencia es real,aunque la vida les muestre una y otra vez lo contrario. Hace apenas doscientos años no existía la luz eléctrica. Si alguien hubiera dicho que íbamos a iluminar ciudades enteras con solo apretar un botón, muchos lo habrían tomado por loco. Y sin embargo, hoy damos por hecho que podemos encender o apagar la luz con un simple clic, con la voz o de forma automática gracias a la tecnología, de maneras que antes parecían ciencia ficción. Lo mismo pasa con tantas cosas: primero parecen imposibles hasta que se vuelven parte de la vida.
Con las lecciones de la vida sucede algo parecido. Puede que todavía no tengamos todas las explicaciones científicas, pero todos lo vivimos en carne propia. ¿A quién no le pasó dejar a una pareja porque no soportaba cierta actitud, convencido de que con otra persona todo iba a ser distinto? Pero al poco tiempo, en la nueva relación, apareció exactamente lo mismo.
O en el trabajo: alguien se queja de su jefe, renuncia, consigue otro empleo y a los pocos meses descubre que el nuevo jefe tiene la misma actitud que el anterior. Distintos escenarios, mismo guion. Una vida en bucle. Y es que la vida no se equivoca: te vuelve a poner adelante lo que todavía no resolviste en vos.
Cambiar de guion
La moraleja es simple: lo que no resolvés adentro, se refleja afuera. Y aunque cambies de pareja, de trabajo o de negocio, la escena se repite con nuevos personajes y escenarios, pero con el mismo guion porque el problema es interno y vos tenés el papel protagónico de tu vida.
Veo emprendedores que cambian de rubro como quien cambia de ropa. Piensan que si dejan de vender productos y se ponen a vender servicios, las cosas van a funcionar. Pero en cada intento se repite lo mismo: falta de ventas, miedo a exponerse, agotamiento. No es el rubro, es el patrón de la mente.
¿Y qué significa eso? Que tu mente funciona con programas internos, como un sistema operativo que corre en segundo plano. Son pensamientos, emociones y conductas automáticas que aprendiste en el pasado y que se repiten sin que lo notes. Si creciste escuchando que "el dinero es sucio" o que "nadie te va a valorar", esa creencia queda grabada y condiciona la manera en que actuás, incluso años después.
Los patrones de la mente son eso: reacciones que se activan solas, basadas en experiencias pasadas y en creencias o heridas antiguas que tu cerebro guardó como la única manera posible de reaccionar. Ante un jefe exigente, tu mente responde igual que cuando tu papá te retaba en la infancia. Frente a una inversión arriesgada, aparece el mismo miedo que sentiste cuando alguien de tu familia perdió todo su dinero. Distintos escenarios, misma reacción automática.
Sanar para no repetir
Por eso Joe Dispenza, desde la neurociencia y la física cuántica, afirma que tu cuerpo se vuelve adicto a las emociones del pasado y recrea situaciones similares hasta que cambiás tu estado interno. Dice que el cuerpo se vuelve adicto al pasado: porque cada emoción repetida genera la química que tu cuerpo ya conoce. Para Eckhart Tolle, lo que se repite es el cuerpo del dolor: emociones viejas que siguen vivas en tu interior y que solo se disuelven cuando las enfrentás desde la presencia. Y Louise Hay lo resume de forma simple: lo que no sanás, se repite. Dice que si algo se repite en tu vida, es porque todavía hay una lección que no aprendiste.
La buena noticia es que un patrón no es una condena de por vida: es una señal. Está ahí para mostrarte qué herida todavía necesita luz. Cuando lo hacés consciente y elegís responder distinto, cortás el bucle. Ese es el momento en que la historia cambia.
Ciencia y espiritualidad se encuentran en lo mismo: los patrones se repiten hasta que los sanás. La ciencia lo explica en términos de hábitos y circuitos neuronales; la espiritualidad, como energía o lecciones de vida. No importa el lenguaje: lo cierto es que si no lo resolvés adentro, la vida te lo trae una y otra vez hasta que lo hagas.
Y lejos de ser un castigo, es un regalo. Porque cada repetición es una oportunidad. Una invitación a cortar el bucle. En ese momento en que reaccionás distinto, elegís otra cosa o decidís no huir, ahí empieza el verdadero cambio.
Hacer posible lo imposible
Lo mismo que antes parecía imposible -salir de la escasez, vivir en paz, construir un negocio estable- empieza a volverse posible cuando sanás la raíz. El guion cambia porque vos cambiás. La vida ya no necesita insistir, porque aprendiste la lección.
La pregunta del día es: ¿qué escenas se repiten en tu vida? ¿Qué situaciones parecen perseguirte de relación en relación, de trabajo en trabajo, de proyecto en proyecto? Si siempre terminás en el mismo punto, no es azar: es una invitación. La vida no se cansa de enseñarte hasta que vos elijas aprender.
Y esa elección es solo tuya. Nadie puede hacerla por vos. Podés seguir en bucle, convencida de que con la próxima pareja, el próximo empleo o el próximo negocio todo será distinto. O podés animarte a mirar la raíz, sanar lo pendiente y liberarte.
Recordá: lo que no sanás, se repite. Y lo que te animás a mirar de frente, se convierte en aprendizaje.
En la vida y en los negocios, no te va a ir bien hasta que no aprendas la lección que se repite. Y cuando finalmente lo hacés, dejás de sentirte víctima y entendés que no era mala suerte ni destino injusto: era el camino que necesitabas para crecer.













