Brasil: la inflación subió casi 11% en el último año y marcó el octubre más alto desde 2002
La tendencia inflacionaria se mantiene en Brasil, impulsada por el aumento de la nafta, la energía y el gas.
La inflación marcó otro mes récord en Brasil: los precios subieron 1,25% el mes pasado y es el octubre más alto desde 2002. En términos interanuales, creció un 10,67%, muy lejos de la meta oficial de 3,75% (más 1,5% de margen).
Todas las categorías seguidas por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) sufrieron aumentos, pero el transporte (2,62%) -impulsado por la nafta (3,10%)-, fue el alza más fuerte, y golpea especialmente a los sectores más vulnerables. En lo que va de 2021, el precio de la nafta acumula un incremento de más del 40% en 12 meses, y está desgastando la relación entre el presidente Jair Bolsonaro y una de sus bases más fuertes, los camioneros. En este contexto, Bolsonaro ha repetido en más de una ocasión su intención de privatizar Petrobras.
Indumentaria (1,80%); alimentos y bebidas (1,17%) y vivienda (1,04%) también han sufrido aumentos. Los problemas de energía debido a la sequía más importante en casi 100 años, empujaron los precios de la electricidad 1,16% en octubre, mientras que la garrafa subió 3,67%.
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Los nuevos datos de la inflación vuelven a poner presión sobre el Comité de Política Monetaria (Copom) del Banco Central de Brasil, que ha encarado una de las estrategias más duras para contener la inflación: desde marzo la tasa de interés (Selic) subió 575 puntos básicos, desde un mínimo histórico de 2% hasta los actuales 7,75%.
El mercado también sigue de cerca la batalla de Bolsonaro en el Congreso para flexibilizar la ley de techo fiscal -que limita el gasto público a la inflación del año anterior- y lanzar un nuevo programa social, Auxílio Brasil (de 400 reales o u$s 73 mensuales desde el próximo diciembre hasta fines de 2022) para 17 millones de familias, en la cuenta regresiva a las elecciones presidenciales.
La Cámara Baja ya aprobó esta semana el proyecto, que implica una reforma constitucional, y ahora pasó al Senado, donde el plan de Bolsonaro podría encontrar un poco más de resistencia. Sin embargo, el gobierno está confiado en que puede lograrlo. Pero el tiempo corre y la enmienda debe ser aprobada antes de la segunda semana de noviembre.
Los inversores están preocupados por el deterioro de las perspectivas fiscales de Brasil: aunque la idea de disminuir la austeridad fiscal en la previa de un año electoral genera incomodidad en el mercado, la alternativa -es decir, que Bolsonaro continúa con la entrega de asistencia totalmente por fuera del límite de gasto- podría ser peor.
eugenio vazquez
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