Disrupción con sello nacional

Hace ocho años, dos ingenieros crearon un emprendimiento nuclear que, hoy, participa en los principales proyectos del país y se prepara para alcanzar el mundo.

Nuclearis surgió en el pasillo de una importante empresa de energía nuclear donde trabajaban Santiago Badran y Eduardo Remis. Allí fue donde decidieron iniciar su propio camino. El incentivo inicial fue fabricar una pieza denominada anillo de cierre, la cual es un insumo fundamental para la operación de las centrales Atucha I y II. "Esta pieza es de acero de calidad nuclear, está mecanizada con alta precisión y posee un recubrimiento de plata pura con un espesor de 80 micrones, que se realiza a través de un proceso especial de galvanoplastía", cuenta Badran.

La función del anillo es esencial: sellar el circuito primario del reactor nuclear. ¿La misión? Evitar que el agua pesada escape de la vasija de los reactores. "Es una pieza crítica para el reactor porque si el plateado del anillo falla o se desprende, el agua comienza a filtrarse produciendo problemas técnicos en la central nuclear", detalla Remis.

El secreto de Nuclearis reside en su sistema automatizado de galvanoplastía o electroplateado. Este procedimiento reemplazó el proceso manual que se realizaba originalmente en Alemania, que era poco controlable y repetible. Y, en consecuencia, la firma aplicó una técnica disruptiva. "Cuando Eduardo me presentó la propuesta, lo primero que pensé es que, si nos queríamos diferenciar de otros procesos, teníamos que hacer algo distintivo basado en la aplicación de tecnología automática. Entonces diseñé una máquina que posee un brazo robótico que ejecuta el proceso de deposición de plata pura sin la intervención del hombre, y en donde todos los parámetros y variables del proceso son controlados por una computadora", cuenta Badran, y agrega: "En el rubro nuclear no existen antecedentes de este desa-rrollo tecnológico".

"La máquina, además, posee bateas con soluciones químicas en las cuales debe sumergirse el anillo para obtener el recubrimiento. El operador de la máquina simplemente coloca el anillo en el robot, aprieta un botón y el brazo comienza a trabajar solo. Por supuesto que el programa de la máquina ya está cargado también", explica Remis, en referencia a las modificaciones que presenta esta nueva técnica. De hecho, el ingeniero mecánico manifiesta: "El operador debe enfocarse en supervisar todo el proceso hasta que termina".

El mecanismo de Nuclearis también otorga beneficios evidentes en términos de productividad, precisión y calidad. "Si bien el diseño y la construcción de la máquina fue un gran logro, la realidad es que el desarrollo del proceso productivo fue el mayor de los desafíos, ya que tuvimos que diseñar nuestras propias fórmulas químicas a partir de investigaciones y ensayos. Tardamos varios meses en descubrir la fórmula correcta, porque debíamos encontrar los parámetros óptimos del proceso entre cientos de variables", añade Badran.

Sin margen de error

La producción del anillo, incluido el plateado, debe ser excepcional. Si la pieza falla, el inconveniente desencadenará contratiempos mayores en la central nuclear. Es que, teniendo en cuenta que el ser humano, por cuestiones radiológicas, no puede ingresar a la tapa del reactor, la extracción del componente debe ser realizada por una máquina de 80 toneladas telemanipulada. La función de esta herramienta es localizar la pérdida y retirar el combustible de uranio con el anillo, para que sea reemplazado por uno nuevo. "Esa operación genera un lucro cesante enorme para la central", acredita Badran.

Esas circunstancias exhiben la importancia de haber automatizado el proceso. "La máquina no se equivoca, porque está programada. Está todo perfectamente controlado", apunta Remis.

Presente y futuro

Por estos días, Nuclearis cuenta con cuatro grandes clientes: la Comisión Nacional de Energía Atómica, Nucleoeléctrica Argentina, Dioxitek y la Autoridad Regulatoria Nuclear, a quienes les venden piezas, componentes o ingeniería. La empresa también forma parte de Atucha I, II y III; Embalse Río Tercero; el Reactor Carem 25; y el Reactor de Investigación RA-10.

Atrás quedó aquel año y medio de trabajo en un garage prestado por José Manuel Linares, suegro de Badran, en Quilmes, donde construyeron la máquina con los ahorros que ambos ingenieros invirtieron. La actual fábrica de Caseros, que supo hospedar a Remis durante tres años, también fue testigo de la evolución del emprendimiento.

Hoy, además, Nuclearis superó los límites de sus oficinas en Vicente López y llegó a Bariloche, donde se encuentra un equipo de 12 profesionales dedicados a realizar ingeniería de reactores nucleares. El próximo paso ya está en marcha: fabricar componentes mecánicos nucleares en dicha ciudad rionegrina.

"El objetivo es ofrecer nuestros productos y servicios a otras centrales del mundo y, así, internacionalizar nuestra firma", anhela Badran. En la misma línea, Remis amplía: "La Argentina es un pionero histórico en el rubro nuclear. Contamos con tres centrales y tendremos tres más dentro de unos años. Nuestra proyección es seguir afianzándonos fronteras adentro con proyectos nacionales, aunque, en este momento, ya estamos generando contactos para hacer trabajos en el exterior, ya que todo lo que hace Nuclearis es 100% exportable".

En este sentido, coinciden, la firma ya estuvo participando de licitaciones en los Estados Unidos y Europa, donde fue muy bien calificada desde empresas o entes que fabrican reactores nucleares.

Para tener en cuenta

- Lanzamiento: 2009
- Fundadores: Santiago Badran (UTN) y Eduardo Remis (Instituto Balseiro)
- Inversión inicial: u$s 100.000
- Facturación proyectada para 2017: u$s 10 millones
- Cantidad de empleados: 25
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