"Arbolitos" ahora venden dólares hasta en kioscos, bares y comercios

Al amparo del cepo cambiario, la cantidad de arbolitos que deambulan por la tradicional calle porteña no deja de crecer. Pero ahora encontraron un nuevo refugio: algunos de los kioscos de la peatonal le dan sombra a los vendedores informales y permiten que en su interior se concreten transacciones. En algunos de ellos se ve una fila de gente esperando para pasar

La tradición le adjudica a los vendedores de diarios un saber acabado de todo lo que sucede a su alrededor. Instalados en la calle desde la madrugada a la noche, su contacto cotidiano con centenares de personas que acuden a su encuentro les ha permitido sacar precisas radiografías de su entorno, y al mismo tiempo explorar negocios paralelos que surgen a su alrededor. En el pasado, una de esas vías alternativas era la quiniela. Pero los tiempos de la Argentina han creado nuevos hábitos, y así como dicen que en un kiosco del conurbano bonaerense se comercializa viagra, en otros puestos de la City también han encontrado refugio los arbolitos que venden dólar blue.

La protagonista de la escena que comprobó este diario es una arbolita de unos cincuenta años, con look de ama de casa, que vendía dólares a $ 9,90, tan sólo diez centavos por arriba de la cotización de las mesas mayoristas, mientras los demás arbolitos lo tenían a $ 10.

¿Querés comprar u$s 1.000? Lo hacemos ya mismo: hacé la fila en el kiosco de diarios de enfrente y pasás adentro, que tenés una mesa donde contar los billetes con tranquilidad, sin que nadie te vea. Luego te damos nuestra tarjeta así ya tenés el teléfono. Esto el sábado explota: se llena de turistas haciendo fila, revela la cambista, en plena calle Florida.

Al igual que ella, había varios arbolitos rodeando al kiosco, tanto a la derecha, a la izquierda, adelante y atrás, voceando la palabra casa de cambio, como si se tratara de una financiera regida por las normas del Banco Central. La característica del puesto de diarios es que, justamente, no se veía ningún diario, sino muchos posters, pins, llaveros y banderines colgando desde arriba, de modo de tapar por completo la parte de atrás, donde se lo suele ver al diariero. Incluso, si uno se detenía frente al kiosco se podía ver con perfección al cliente contando los billetes.

Al caminar por las primeras cuadras de Florida se puede ver más de una parada con características similares, y con gente haciendo fila, mientras otros salen de adentro del kiosco sin ninguna revista, sino con billetes en su bolsillo. En cambio, en los kioskos que realmente actúan como venta de revistas se puede ver al diariero atrás de todo o, al menos, el lugar visible para que él pueda ubicarse y los clientes verlo. En los otros, cuanto más tapado esté, mejor.

Al caminar por Suipacha, se puede ver a un hombre sentado en un banquito en la puerta de una cafetería promocionando la venta de billetes, que se hace adentro del local, donde sólo hay una mesa con cuatro sillas y una barra. Es que dejamos de hacer gastronomía, es sólo la fachada, ahora nos dedicamos al dólar, que rinde más. ¿Para qué vamos a poner más mesas?, confiesa.

En el subsuelo de una galería de Florida hay una agencia de turismo, con una fila de gente esperando su turno. Ninguno quiere reservar ningún pasaje. Están todos para adquirir divisas.

En una florería de la peatonal hay alguien voceando, pero no grita jazmines, rosas, claveles, sino dólares, euros, reales. Casa de cambio. Pago más.

En Lavalle hay locales de venta de camperas de cuero que aprovechan los probadores de ropa para hacer ahí mismo las transacciones cambiarias, de modo de dar un cierto aire de intimidad, en lugar de hacerlo en el mostrador, delante de los demás clientes.

En Barrio Norte también se pueden apreciar este tipo de fachadas. En la avenida Santa Fe hay una de las tantas empresas de cobranzas de facturas, a la que se le sumó un negocio adicional, que es el principal en cuanto a rentabilidad: la compra venta de verdes billetes.

En Callao, un kiosco de golosinas que también vende artículos de librería encontró una nueva veta: al fondo de todo, tiene su lugar el cambista.

En las joyerías de la calle Libertad trabajan más comprando y vendiendo dólares que en el negocio de las alhajas propiamente dicho. Hay inmobiliarias barriales que, para sobrevivir ante un parate en el sector del real estate, se dedican ahora al redituable negocio de los billetes. Hay algunas que, para hacerse de dólares, se tiran el lance y solicitan a los propietarios e inquilinos que la comisión inmobiliaria se realice en divisas.

Lo que hay que tener en cuenta es que, cuanto más alejada esté la supuesta cueva del microcentro de la City porteña, peor será la cotización: pagarán menos por los dólares y cobrarán más por obtenerlos. Por eso, como a la hora de hacer las compras en el supermercado, es clave hacerle caso al latiguillo de la legendaria Lita de Lázzari: "Camine señora, camine".

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