CRECE EL TEMOR A LA VOLATILIDAD DE LA MONEDA COMÚN

Sigue vigente el riesgo de un efecto contagio a nivel global si Grecia abandona el euro

Una salida griega de la eurozona, cambiaría profundamente el carácter del bloque; la membresía ya no sería irreversible y otros países podrían seguir sus pasos

Es difícil de entender, pero hace sólo 12 meses los bonos del gobierno griego eran lo último, lo mejor en financiación global. El entusiasmo febril de los inversores internacionales en abril de 2014 inundó a Atenas con órdenes por 20.000 millones de euros en el marco de una emisión de deuda a cinco años por 3.000 millones de euros. Había gran confianza de que Grecia estaba en el sendero de la recuperación, y los bonos estaban valuados para rendir menos de 5%.
El triunfo fue fugaz, por supuesto. El cambio en la suerte de Grecia desde la elección del gobierno encabezado por Syriza, un partido izquierdista y anti austeridad, en enero es un recordatorio de cómo pueden equivocarse los mercados de capitales al momento de juzgar el riesgo político.
Es particularmente aleccionador considerando que muchos inversores confiaban en que un default griego o hasta su salida de la eurozona tendría limitado impacto más allá del país mismo. ¿Qué posibilidades hay de que los mercados otra vez se equivoquen?
Grecia todavía puede evitar el peor escenario y juntó suficientes fondos para pagar las cuentas de al menos las próximas semanas. Pero el argumento para afirmar que los riesgos de "contagio" serían limitados es que la eurozona ahora es suficientemente resistente como para soportar que Grecia abandone el bloque.
Allá por 2012, las tensiones griegas se propagaron rápidamente a los mercados de bonos de otros países de la "periferia" de la eurozona. Desde entonces, sin embargo, los gobiernos europeos reunieron fondos para rescates y Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, creó herramientas de política que le permiten combatir los riesgos de que se desintegre la eurozona.
Los bancos de la eurozona también son más sólidos y el indicador de resistencia sistémica que elabora el BCE que tuvo su pico en 2012 ahora es inferior a los niveles previos a la crisis financiera global de 2007. Las exposiciones griegas fueron identificdas y se hicieron planes de contigencia; a diferencia de lo que ocurrió con la quiebra de Lehman Brothers en 2008, nadie puede decir que un default griego sería una sorpresa enorme.
Y lo que es más significativo, el BCE lanzó un programa de compra de activos mensual de 60.000 millones de euros que bajó los rendimientos de los bonos en toda la eurozona. Con ese telón de fondo, las expectativas de confianza podrían autocumplirse.
Como resultado, los efectos específicos que produce Grecia en los mercados son difíciles de identificar. Es cierto que los rendimientos de los bonos a diez años de España, Italia y Portugal subieron este mes, contrario a la tendencia general. Pero ese es posiblemente el resultado de las mayores emisiones que están haciendo los gobiernos.
Se cortó la correlación entre los rendimientos de bonos de Grecia y otros países periféricos desde el lanzamiento de la flexibilización cuantitativa en la eurozona, según UniCredit.
Sin embargo, hay señales de que crece el nerviosismo. Las expectativas sobre la volatilidad cambiaria del euro subieron fuertemente este año. Las mediciones de la volatilidad esperada en el mercado de acciones europeo también superan a los equivalentes norteamericanos, con niveles de divergencia similares a aquellos registrados en el pico de la crisis de la deuda de la eurozona. El riesgo está en que de repente haya un giro en el ánimo que se traduzca en movimientos de precios mucho más bruscos.
La relativa complacencia de los mercados se debe a que los inversores suponen mayormente que, primero, es probable que Grecia no caiga en default ni abandone la eurozona; y, segundo, que si eso sucediera, sus consecuencias serían manejables.
Sin embargo, si Grecia saliera de la eurozona, cambiaría profundamente el carácter del bloque; la membresía ya no sería considera irreversible, lo que generaría temor a que otros sigan los pasos de Grecia.
Además, el colchón que brinda la flexibilización cuantiativa de la eurozona podría también desaparecer. A fines de 2011 y principios del año siguiente, el BCE también inundó de liquidez el sistema financiero europeo otorgando a los bancos préstamos baratos y a largo plazo. Pero eso no evitó que la crisis de la eurozona vuelva a erupcionar espectacularmente a mediados de 2012.
Cuando las crisis posteriores a 2007 cedieron, los mercados financieros globales se caracterizaron por los saltos repentinos. Los operadores aseguran que los cambios regulatorios limitaron su capacidad de formar mercados, lo que empeoran los movimientos de precios en momentos de stress.
Los inversores que buscan rendimiento también se agolpan en las mismas posiciones, lo que suma al riesgo de descontento. Tales peligros aplican al caso de Grecia. Podría ser el disparador de un futuro punto de inflexión.

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