Se enfría la historia de amor entre los norteamericanos y las tarjetas de crédito

La semana pasada, a medida que transcurría la Convención Demócrata Nacional en Charlotte, Carolina del Norte, los funcionarios de la Casa Blanca rastreaban datos económicos que pudieran ser una buena noticia.


Pero acá hay una pequeña estadística que sorprendentemente tuvo poca repercusión: según cálculos del FED, la deuda que mantienen los estadounidenses en tarjetas de crédito cayó a su nivel más bajo desde el segundo trimestre de 2002. Y más llamativo aún, la suma total adeudada es de u$s 672.000 millones, cifra 22,7% inferior a su pico de 2008.


Sí, leyó bien. Si bien los norteamericanos son famosos por su adicción a endeudarse con el plástico, su historia de amor se está enfriando, o las circunstancias obligan a que se enfríen. Para mediados de este año, la cantidad de cuentas de tarjeta de crédito en circulación había disminuido a 383 millones, 23% por debajo del pico de 2008, y el número de solicitudes para obtener una también es menor.


Ahora, es necesario analizar esta tendencia en un contexto más amplio. En particular, le sigue a una masiva y prolongada temporada de expansión. De este modo, los descensos sólo provocaron que la deuda de las tarjetas de crédito volviera a sus niveles de hace una década. Si se la compara con el resto del mundo, la deuda de tarjeta de crédito en Estados Unidos sigue siendo elevada.


Sin embargo, esta tendencia recalca un hecho que los políticos e inversores suelen ignorar: que si bien la deuda del sector público explotó en los últimos cinco años, en algunas partes del sector privado se está produciendo cierto desendeudamiento. Es cierto que todavía no se produjo una sensación de bienestar; por el contrario, al restringir los consumidores el uso del plástico, el gasto minorista se ve obstaculizado. Pero en el largo plazo, ese ajuste es necesario. Un Estados Unidos con unas 383 millones de tarjetas circulando, en vez de casi 500 millones, quizás sea un país que lentamente se esté curando de un alocado auge del crédito.


Desde todo punto de vista, los datos son llamativos. El endeudamiento total de los consumidores era de u$s 11,4 billones en junio este año, cifra u$s 1,3 billones inferior a su pico de 2008. Parte de esa caída refleja un menor uso del plástico. Pero en mayor medida se debe a la caída de la deuda hipotecaria. Allá en la época de la burbuja del crédito, por ejemplo, el endeudamiento hipotecario neto era de u$s 200.000 millones anual, porque los norteamericanos trataban sus casas como cajeros automáticos. Sin embargo, en 2009 había pagos netos de cuotas de u$s 134.000 millones, seguidos de u$s 213.000 millones en 2010 y u$s 241.000 millones en 2011. Este año, esos pagos se aceleraron aún más.


Parte del descenso en el endeudamiento se produjo en circunstancias trágicas, obligadas. Millones de estadounidenses debieron dejar sus casas. Por lo tanto, en 2010 y 2011 los incumplimientos de pago y la morosidad redujeron en u$s 660.000 millones la deuda hipotecaria. Pero también hubo factores "voluntarios" que han sido importantes. Las familias ahora eligen asumir una deuda hipotecaria inferior, y los bancos se volvieron más cautelosos para prestar.


Y más interesante aún, surgió una división entre los diferentes tipos de deuda. El área donde la deuda sube en forma constante desde 2007 es la vinculada con los préstamos a estudiantes. Eso quizás se deba a que los costos de educación se han incrementado. Podría también indicar que los consumidores consideran que el gasto en educación es menos discrecional. Y lo que es particularmente intrigante sobre la tendencia en el uso de las tarjetas de crédito es que los consumidores parecen estar pagando menos con sus plásticos pese a que cayeron las tasas de morosidad. Lo mismo ocurre con la deuda hipotecaria.


Por lo tanto, la pregunta es qué deberían hacer los inversores con esto. Hay al menos dos puntos importantes a tener en cuenta. Primero, los datos son un recordatorio de los límites de la política monetaria. Después de todo, esta caída en los préstamos se produce cuando las tasas de interés vienen cayendo. Pero los consumidores (y bancos) no han respondido a aquellas menores tasas porque corrieron a reparar sus balances. En cierto sentido, es totalmente previsible y en realidad, hasta deseable. Sin embargo, también demuestra cómo se quebró el mecanismo clásico de transmisión, y es probable que siga así durante algún tiempo.


Segundo, los datos también muestran lo importante que es seguir observando las tendencias de comportamiento a nivel microeconómico. Porque el punto clave aquí es entender que las actitudes sociales hacia el crédito no son constantes, pero que pueden cambiar sutilmente si se destruyen modelos macroeconómicos.


Durante el boom del crédito se produjo una serie de cambios de comportamiento. Sin duda, habrá más cambios de actitudes como resultado del estallido del crédito. Quien quiera comprender porqué la economía está tan haragana en Estados Unidos, debe estudiar tanto la etnografía y psicología como la economía; aún (o especialmente) cuando se trata de determinar porqué los votantes siguen sintiéndose tan desanimados.

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