A PESAR DE LA IMPOPULARIDAD DE LA MEDIDA ESPERAN CONSEGUIR SU SANCIÓN

Meirelles considera clave la reforma jubilatoria para inversiones en Brasil

Luego de haber aprobado la ley de tope al gasto público por veinte años, el gobierno brasileño avanza con nuevos cambios que allanen el camino de la rentabilidad

La ciudad de San Pablo es mucho más agradable de lo que indica su reputación y, de extraña manera, muy bella. Parece haber distribuido y alimentados sus propios ecosistemas. Y su paisaje urbano inspira cierto arte callejero y música adorable.

Se está produciendo el tan aclamado crecimiento de la clase media, y en las calles de los distritos comerciales de la ciudad se evidencian poco los serios problemas económicos que atraviesa Brasil.

Pero, en Río de Janeiro, con sus problemas con el Maracaná, se reflejan el mal desempeño del gobierno y la corrupción. Brasil no estará a salvo si sus problemas son tan graves que no puede ni organizar un gran evento en su propio estadio.

Dicho eso, el mensaje en San Pablo es implacablemente optimista. Entrevisté a Henrique Meirelles, el ministro de finanzas, que es la figura central del intento por aprobar las reformas económicas.

En primer lugar, la única reforma de gran importancia ya se hizo. La constitución de Brasil fue enmendada para que el gobierno disminuya el gasto de 20% a 15% del PBI en la próxima década. No se trata el déficit, es un extremo recorte al nivel del gasto de gobierno que, según él, ha desplazado al sector privado.

La siguiente reforma, que actualmente está en discusión, consiste en cambios al régimen de jubilaciones y pensiones, y establecer un nuevo retiro universal a los 65 años.

Eso va en línea con gran parte del mundo desarrollado, por supuesto, y reemplazaría el actual régimen en el que muchos pueden jubilarse cobrando todos los beneficios a los 50 años.

Eso permitiría al gobierno llegar a un punto de equilibrio, y hasta podría propulsar la productividad. Al igual que cualquier reforma que implica quitarle beneficios a algunas personas, es enormemente impopular. Meirelles aseguró que queda suficiente tiempo antes de las elecciones presidenciales de octubre de 2018 para modificar el régimen tributario tan ridículamente complicado que rige en Brasil.

Después vienen las reformas laborales (ya hubo algunas para permitir la tercerización), las medidas para impulsar los proyectos de infraestructura, y una serie de medidas micro para bajar el costo de hacer negocios en Brasil. Por ejemplo, quiere reducir el tiempo promedio que lleva abrir una empresa de 100 días laborales a tres.

¿Por qué podría suceder todo esto estando el país gobernado por un presidente que asumió tras la destitución de su predecesora, con 10% de aprobación y que se estará yendo en 18 meses? Meirelles menciona dos puntos. El primero es que la falta de popularidad hace que sea más fácil para el gobierno tratar de hacer algo ambicioso a largo plazo. No tienen nada que perder. Segundo, esta administración fue mayormente instalada por el Congreso como resultado del proceso de destitución que puso fin a la presidencia de Dilma Rousseff, y por lo tanto su equipo presidencial se alinea con grupos del Congreso que tienen un grado de afinidad que no se ha visto en décadas.

Otro punto es que ya se observa cierta capacidad de reflexionar. El optimismo del mercado sobre este grupo de impopulares tecnócratas hizo bajar abruptamente las tasas de interés, y descongelaron el mercado de bonos.
Durante un período de once meses desde mediados de 2015, en Brasil no hubo ninguna emisión de obligaciones negociables. Ahora, han regresado y eso ayuda a las compañías.

Ese es el plan que está implementando Brasil, y es lo que está entusiasmando a los mercados. La austeridad no tuvo gran impacto donde se probó en Europa, pero es más probable que los recortes programados hagan una diferencia en un país que sufre tanto el despilfarro del gobierno.

Los ejecutivos de empresas de San Pablo que asistieron a la conferencia que organizó esta semana Financial Times con el estudio jurídico Paul Hastings definitivamente se mostraron optimistas. ¿Los inversores deberían poner dinero en Brasil sobre esta base? Por ahora, los logros legislativos de este gobierno están más que incluidos en los precios.

Considerando el actual grado de riesgo, mayormente proveniente del ámbito político, Brasil no está barato. Ahora necesitamos un indicador que muestre si el riesgo sube o baja, y justo esa señal tan clara podría estar a mano.

La reforma jubilatoria es la más importante del lote, y es la primera vez que Brasil intenta hacer cambios en casi dos décadas. Hay esperanzas de que se puede votar este mes. Si este gobierno puede acordar reducir significativamente sus compromisos jubilatorios a fines de este mes, sería una gran razón para invertir en Brasil. Crearía más oportunidades para crecer y también construir el momento político necesario para las otras reformas.

Pero también es cierto lo opuesto. Si no se puede alcanzar una mayoría que vote a favor de las reformas jubilatorias, el optimismo podría disminuir. A fines de los noventa, el anterior intento de reforma como este perdió por un voto en el Congreso, y se mantuvo fuera de la agenda durante una generación. Con el gobierno ahora obligado por la constitución a bajar el gasto, y sin poder tocar los beneficios jubilatorios, la situación pronto se volverá insostenible.

Por lo tanto, la reforma al régimen de pensiones realmente es importante. Si los titulares a fin de este mes mencionan un fuerte compromiso con ese tema, eso ayudaría poderosamente a los activos brasileños.

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