LA REGIÓN ENFRENTA UNA DESACELERACIÓN, PERO LAS COSAS PODR AN SER PEORES

La fiesta de la abundancia llegó a su fin para los gobiernos de América latina

Preveen un crecimiento de sólo 1,2% este año por causa de la caída en los precios de los commodities, el fin del estímulo monetario estadounidense y menores inversiones

América del Sur nunca estuvo mejor que en los últimos diez años. El continente disfrutó de un auge global en los precios de los commodities, ayudado por la abundancia de capital en todo el mundo.
Abrieron concesionarias Maserati en Bogotá, mientras que en Brasil surgían 22 millonarios por día. No fueron sólo los ricos los beneficiados; la pobreza disminuyó y la desigualdad social se redujo en todo el continente.
Pero tal como sucede con todas las cosas buenas, la fiesta se acaba. Como los precios de las materias primas caen con la desaceleración de la economía China, surgió una nueva sensación de ansiedad. En todos los países se palpa un pánico levemente contenido, y el fin del estímulo monetario estadounidense no ayuda. Muchos gobiernos no saben qué dirección tomar. Es profundo desacuerdo sobre qué debería venir.
El crecimiento está disminuyendo con rapidez; se espera para la región sólo 1,2% este año. Tal como advierte el Banco Mundial en su reciente informe regional: "No está claro si la desaceleración está tocando fondo". Están cayendo los niveles de inversión, que habían alcanzado picos comparables con los asiáticos gracias a "el superciclo de los commodities". Mientras, las protestas sociales están aumentando "tanto por medio de las urnas, como en la peleada elección en Brasil, como por acciones directas, como las manifestaciones de los granjeros colombianos el año pasado o los disturbios callejeros en Brasil".
Este ánimo de agitación amplía la división política. En un extremo del espectro está Venezuela, un país espectacularmente mal manejado, bendecido con las reservas energéticas más grandes del mundo, y que coquetea con el default gracias a su Estado totalmente inepto. No es de extrañar que las encuestas indiquen que la mayoría de los venezolanos piensan que el presidente Nicolás Maduro debería renunciar.
En la otra punta se encuentra Chile, con frecuencia considerado como modelo de gestión económica seria. Pero en sólo un año, el crecimiento de su economía dominada por el cobre bajó de casi 5% anual a únicamente 1,5% al tercer trimestre. El clima político de Santiago se tornó nocivo y los índices de popularidad de Michelle Bachelet han retrocedido desde su arrolladora victoria electoral del año pasado. Entre esos extremos se observa una serie de experiencias, y una gran excepción: México. A diferencia de la América del Sur rica en materias primas, la década pasada fue más un sufrimiento que una bendición para el país azteca. Pero ahora con el alza de los costos laborales en China mermó la presión competitiva sobre su economía manufacturera, y los términos del comercio están volviéndose a su favor. Con el tiempo, pese a los serios problemas de seguridad, eso debería generar crecimiento.
Los veteranos latinoamericanos quizás sientan que "ya vimos esto antes". Nada cambia. Los auges de commodities van y vienen, y durante esos períodos la región siempre parece que se adelanta a si misma creando falsas esperanzas. En América latina, como escribió el filósofo José Ortega y Gasset: "Todos viven como si los sueños del futuro ya fueran realidad". Pero ahora que el futuro llegó y, lamentablemente para países como Brasil, está inundado de deuda para consumo tras el prolongado atracón de crédito otra razón por la que la expansión perderá ritmo.
Sin embargo, pese a este pronóstico algo pesimista, no todo está mal. Hay una tendencia natural a asumir que las cosas positivas (como más crecimiento y más democracia) van juntas. Pero esto no siempre es así. De la misma manera, también es cierto que no todas los aspectos negativos van juntos.
En medio de la efervescencia social, América latina no vivió un regreso de los golpes de antaño, si bien en algunos países ha habido una sutil erosión de los controles y equilibrios constitucionales como en Bolivia, donde Evo Morales obtuvo su tercer mandato consecutivo.
Las políticas económicas, con algunas notables excepciones, mejoraron desde el último ciclo. Los tipos de cambio flotantes están demostrando ser un amortiguador esencial durante la caída de los commodities. Los precios de la mayoría de las materias primas siguen estando históricamente elevados y las tasas de interés globales todavía están bajas. América latina está observando una desaceleración, no un derrumbe.
Durante una década, muchos en la región se felicitaban por sus logros. Algunos egos nacionales crecieron en proporciones amazónicas. Sin embargo, muchos de esos logros se debieron a acontecimientos ajenos.
Ahora se acabaron los años sin preocupaciones. Como un ciclista que llega a la base de una colina después de haberla bajado sin esfuerzo, ahora el crecimiento económico tendrá que avanzar con sacrificio. Hay otra pendiente en el horizonte y requerirá mucho esfuerzo llegar a la cima. Pero no es el fin del mundo; es la manera de trepar todas las colinas.

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