El sistema bancario italiano necesita terapia

En poco tiempo en Italia, donde los bancos están atravesando una situación peligrosa, se sabrá cuánto aprendió Europa de la crisis global.

Italia y la UE tendrán que trabajar juntos para evitar un shock sistémico. Como primer paso, la UE no debería insistir en la interpretación rígida de sus normas sobre la llamada recapitalización interna o bail-in y otorgar el espacio que necesita para evitar quiebras de bancos y limitar el riesgo de contagio financiero y político.

Es elevada la probabilidad de que sea necesaria otra intervención del gobierno. El banco más grande del país UniCredit está tratando de recaudar 13.000 millones de euros de capital y Monte dei Paschi, una de las entidades grandes con más problemas, esta semana podría sellar un canje de deuda por capital y ampliación de capital por 5.000 millones de euros. Pero esas sumas son pequeñas comparado con las necesidades del sistema y las peores situaciones las atraviesan mayormente las entidades más chicas.

Los problemas de los bancos provienen de la economía italiana, que nunca se recuperó de la última crisis. El PBI per cápita es 9% menor en términos reales que en 2007 y está atrapado cerca de los niveles de hace dos décadas. Italia titubea presionado por el envejecimiento de su población y la segunda carga de la deuda publica más elevada de Europa, de más de 130% del PBI.

El sistema financiero de Italia está basado en los bancos mutuales y cooperativos que tradicionalmente se ocuparon más de sostener las economías locales que de ganar dinero. El país está sobrebancarizado, con más sucursales per cápita que cualquier otro país de la OCDE. Esta estructura, y la falta de crecimiento, comprimió las utilidades de todos los bancos y multiplicó los préstamos con problemas de recupero. En el sistema hay 360.000 millones de euros en préstamos en mora, según el Banco de Italia; de eso 200.000 millones de euros entran en la categoría de incobrables. Este es una cifra inmensa dado que en los libros del sistema bancario hay 225.000 millones de euros en capital accionario.

Ha habido esfuerzos tendientes a reformar y reparar. Algunos bancos mutuales se fusionaron.
Si el gobierno fuera a inyectar capita en el sistema bancario, las normas de la UE requerirían que los acreedores subordinados se conviertan en accionistas. Eso sería políticamente explosivo. Los bancos italianos hace tiempo que vendieron sus propias acciones y deuda a sus clientes minoristas como una alternativa atractiva a los productos de ahorro, una práctica desgraciada que nunca debería haber sido autorizada.

La recapitalización interna por parte de los tenedores de deuda subordinada podría ser aceptable si se pusiera en práctica un régimen sólido de indemnización para proteger a los tenedores minoristas de hasta un determinado nivel.

La situación en Italia seguirá siendo fluida y peligrosa. Esta no será la última vez que la UE tendrá que mostrar flexibilidad. A cambio, Italia debe comprometerse con firmeza a hacer un proceso riguroso de clasificación a través del cual obligue a los bancos a fusionarse, achicarse o cerrar sus puertas.

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