El presidente debe empezar a construir ahora

El optimismo de Ronald Reagan estuvo ausente en la ceremonia de asunción

Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en Estados Unidos retratando a su país como una nación bajo amenaza mortal desde adentro y afuera. En su discurso inaugural, demostró que pretende hacer de eso el eje central no solo de su campaña, sino también de su presidencia.

El discurso, de hecho, terminó con la noción de que los estadounidenses son un pueblo con valores compartidos e imparable cuando se une en pos de una causa común. Este ha sido un tema familiar en los discursos inaugurales, al menos, desde Lincoln. Pero probablemente la primera mitad del discurso sea muy recordada.

Será difícil olvidar cómo empezó el discurso: con un retrato oscuro de un país que alguna vez fue grande y que ahora sufre terribles abusos en manos de su propia clase política y otros países Si hubo una palabra que captó el espíritu del discurso, esa palabra fue "protección". "El establishment se protegió a sí mismo" cuando su deber es "proteger nuestras fronteras de los estragos de otros países que fabrican nuestros productos, roban a nuestras empresas y destruyen nuestros puestos de trabajo." El discurso inaugural de Ronald Reagan también giró en torno del fracaso del gobierno a la hora de preservar lo mejor de Estados Unidos. Sin embargo, su tono esperanzado está muy alejado de la imagen de "matanza estadounidense" de Trump.

El instinto de Reagan fue acertado. Él también creía en la idea de poner a "Estados Unidos primero", pero a diferencia de Trump, transformó esto en una visión optimista del mundo y una sólida noción de las responsabilidades mundiales de Estados Unidos.

A Trump le vendría bien un poco de ese optimismo para unir a una nación profundamente dividida. Por segunda vez en 20 años, el nuevo presidente asume su cargo después de perder el voto popular. Las encuestas de opinión revelan que Trump tiene menos popularidad que cualquier presidente nuevo de la historia moderna. Sobre cada aspecto clave actual -inmigración, terrorismo, cambio climático, desigualdad-, los ciudadanos estadounidenses están en profundo desacuerdo entre ellos. Trump debe demostrar que, si bien pudo haber profundizado estas grietas durante su campaña, ahora puede achicarlas como presidente de la nación. Este es su gran desafío.

Puede empezar por cumplir promesas. El presidente se comprometió a ayudar a "las mujeres y los hombres olvidados" de Estados Unidos: aquellos a quienes la globalización dejó en inferioridad de condiciones. Esto va a llevar tiempo, pero empezar con el pie derecho contribuirá en gran medida a aplacar las críticas de la izquierda a Trump y dará un ejemplo a seguir a la mayor parte de los países desarrollados, que enfrentan problemas similares.

Por esto, es fundamental que muestre que no está conforme con la idea de complacer a las mayorías republicanas del Congreso. Su supremacía fue un reproche a las filosofías de ambos partidos. Si sus esfuerzos económicos terminan en la práctica republicana habitual de reducir reglamentaciones e impuestos -quizás con un ligero toque de proteccionismo-, los estados del cinturón de óxido, que llevaron a Trump a la victoria, no obtendrán mucho beneficio.

Fue el discurso de Trump sobre el estímulo fiscal y los gastos en infraestructura lo que generó el repunte de los mercados después de las elecciones. Volvió a tocar el tema en su discurso inaugural. Según sus propias palabras, "llegó la hora de actuar".

Más allá de las fronteras de Estados Unidos, el sistema normativo que por tanto tiempo ha definido al comercio y la seguridad mundiales está bajo enorme presión, en parte dada la supremacía de Trump. Su discurso no dio muchos indicios de qué hará con el antiguo orden: ¿qué son sus acuerdos multilaterales sino un esfuerzo por poner el bien de todos delante del bien de Estados Unidos? Pero si Trump quiere eliminar el régimen actual, su deber, como líder de una superpotencia en un mundo interdependiente, es reemplazarlo con otro igualmente sólido. Manejar un país no es manejar negocios inmobiliarios. El presidente Trump debe hacer mucho más que conseguir buenos negocios para Estados Unidos.

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