El fin de la economía 'Ricitos de Oro' complica el relato de la Fed

La época en la que la política monetaria estadounidense podía confiar en el escenario de estabilidad económica (una economía ideal que no se contrae ni crece demasiado), está retrocediendo.

¿Se acuerda de Ricitos de oro? Es poco probable que escuchemos hablar mucho de ese personaje de cuento de hadas en un futuro próximo. Para Jay Powell, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, lo más probable es que la economía estadounidense se caliente o se enfríe demasiado, o pase de una a otra. 

A diferencia de lo que ocurrió en la década de 1990, o incluso en la mayor parte de la última generación, sería precipitado apostar por un soft landing de la economía estadounidense. La era del dinero fácil fue también la de la banca central relativamente fácil. Ese trabajo se está volviendo mucho más difícil. Ricitos de Oro ha abandonado el edificio.

Algunos de los problemas de la Fed se los ha creado ella misma. Su principal pecado ha sido la ilusión, un rasgo que también comparten los mercados. La Fed aún no ha explicado por qué se equivocó tanto con la inflación en el último año. 

La Fed saca el "hacha" para tratar de frenar la inflación, que está al rojo vivo 

Durante la mayor parte de 2021, la Reserva Federal insistió en que el aumento de la inflación era "transitorio", incluso cuando se acumulaban pruebas de que no lo era. Luego, en noviembre, la Fed pasó a admitir que el problema era más grave de lo que pensaba. Pero no actuó como si lo dijera en serio. Tardó otros cuatro meses en poner fin a su inyección mensual de u$s 40.000 millones en un mercado inmobiliario que ya estaba en auge.

Incluso después de proclamar un giro en el ciclo de las tasas de interés, la Fed señaló que el cambio sería modesto. Su primera suba de las tasas de interés, de 25 puntos básicos, se produjo en marzo, meses después de que la inflación empezara a superar el objetivo de 2%. De hecho, las condiciones monetarias reales se han suavizado desde entonces. La inflación ha subido más que la tasa de los fondos de la Fed, lo que hace que la tasa de interés real de Estados Unidos sea aún más negativa que antes. Es como si Powell, nombrado de nuevo presidente de la Fed, no se atreviera a soltarle la mano a Ricitos de Oro.

Es difícil culparlo. Durante décadas, los mercados han prosperado gracias a la apuesta unidireccional de que, cuando las condiciones se pusieran difíciles, la Fed apuntalaría los precios de los activos con fuertes recortes de las tasas de interés y la expansión cuantitativa. Por lo tanto, siempre ha tenido sentido para los inversores "comprar las caídas". Incluso cuando la Fed se quejó de que era el único juego -frustrada por el bloqueo fiscal que inhabilitó a Washington durante la mayor parte de los años posteriores a la crisis financiera- siguió andando. No hacerlo habría sido mucho peor para todos. Pero los súper ricos han sido los grandes beneficiarios, lo que no ha sido saludable para la democracia.

En la única ocasión en la que la Reserva Federal trató de alterar las reglas, fue rápidamente puesta a raya. El intento de Ben Bernanke de poner fin a la expansión cuantitativa en 2013 fue desactivado por el ´taper tantrum' del mercado.

La pandemia devolvió a la Fed a la mentalidad 'cueste lo que cueste' de 2008, sólo que esta vez pensando explícitamente en las fortunas de los no ricos. Pocos meses después de la aparición del Covid-19, la Fed sustituyó su estricto objetivo de inflación del 2% por un lenguaje mucho más fungible. Casi todo el mundo, no sólo la Fed, se pasó a la opinión de que la economía estadounidense podía calentarse mucho más de lo que dictaba la teoría, en aras del pleno empleo.

Esta postura ha quedado tristemente desacreditada. Resulta que la inflación sigue siendo una devoradora de ingresos. Además del rápido crecimiento de los salarios, la adicción de China a las cuarentenas de 'Covid cero' y la guerra de Ucrania probablemente mantendrán la inflación en una amplia gama de productos durante meses. Aunque la Fed no puede hacer nada para aliviar los problemas de la cadena de suministro mundial, el riesgo es que tenga que compensar en exceso su incapacidad para abordar la inflación antes. 

Por qué una política monetaria demasiado dura no sirve para frenar la inflación 

Este miércoles, es probable que Powell anuncie la primera suba de 50 puntos básicos en años. Eso ya está descontado. Pero con una inflación general del 8,6%, duplicar la tasa de interés de los fondos de la Reserva Federal hasta el 1% difícilmente desacelere la inflación.

Esto subraya dos amenazas crecientes para la Fed. La primera es que podría verse obligada a inducir una recesión en Estados Unidos con aumentos de las tasas de interés mucho más altos de lo que ahora prevé. El último gráfico de puntos de la Fed prevé una tasa del 1,9% para finales de este año. La semana pasada, el Deutsche Bank predijo que la Reserva Federal tendría que elevar la tasa de interés hasta el 5% o el 6% para controlar la inflación. Por razones similares, Morgan Stanley advirtió que Estados Unidos estaba entrando en un mercado bajista. Ambas opiniones son minoritarias. 

Pero las previsiones de consenso, incluidas las de la Reserva Federal, han sido tan erróneas que no sería prudente tomar la mayoría al pie de la letra. El renacimiento salarial de la clase media puede resultar efímero.

La segunda preocupación es el daño a la credibilidad de la Fed. Powell no reconoció que la inflación no era transitoria hasta después de que el presidente Joe Biden lo volviera a nombrar. Sin duda, esto fue una coincidencia. En cualquier caso, la institución que hasta hace poco se consideraba la más eficaz de Washington puede verse obligada a volver a aprender las lecciones de los '70 y principios de los '80, aunque los problemas actuales no sean tan grandes. La credibilidad se compra a un precio alto y durante varios años. Por desgracia, también se puede arriesgar con notable facilidad.

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