El despido del CEO de Petrobras le saldrá caro a Bolsonaro

Se resienten los mercados porque los inversores temen que el presidente abandone su compromiso con las reformas de libre mercado, que ya vienen con un avance muy lento.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, sin dudarlo lo vio como una manera barata de elevar su popularidad antes de su campaña de reelección. Pero su repentina decisión de apartar al muy respetado CEO de Petrobras, y reemplazarlo por un dócil general del ejército, le está saliendo bastante cara.

La capitalización bursátil de la petrolera estatal se redujo en u$s 13.000 millones el lunes, mientras los operadores digerían la noticia del viernes proveniente de Brasilia. El malestar se extendió a otros activos. 

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A los inversores les preocupa la posibilidad de que el voluble presidente de derecha abandone el declarado compromiso de su gobierno con la economía de libre mercado, justo cuando las castigadas finanzas del país se hunden aún más.

Roberto Castello Branco, el CEO que acaba de despedir Bolsonaro, había impresionado a los accionistas con la limpieza que había hecho de una compañía que era sinónimo de escándalo. La investigación por hechos de corrupción conocida como Lava Jato comenzó en Petrobras y derivó en casi 300 condenas. Pero también el máximo responsable de la petrolera aumentó los precios de los combustibles en consonancia con los mercados internacionales, lo que molestó al poderoso lobby de los camioneros.

 Joaquim Luna e Silva, el ex ministro de Defensa de Brasil elegido por Bolsonaro para ocupar el cargo de CEO de Petrobras. REUTERS

Bolsonaro eligió a Joaquim Luna e Silva, un ex ministro de Defensa de 71 años, para que dirija una de las mayores compañías petroleras del mundo a partir del mes próximo, cuando se termine el mandato de dos años de Castello Branco. La experiencia de Luna e Silva en conducción de empresas se limita a los tres años que ejerció como director de una hidroeléctrica controlada por el Estado, cuyos ingresos utilizó para construir un puente y ampliar la pista de un aeropuerto cercano. Estas medidas para complacer a la gente no pasaron desapercibidas en Brasilia.

Los bolsonaristas aseguran que el coronavirus justifica las acciones del presidente. "Estamos en un momento en el que no es inapropiado bajar temporalmente los costos de la energía para los consumidores", dijo un experto en finanzas cercano al gobierno. "Petrobras es una empresa petrolera controlada por el Estado. En todo el mundo, las petroleras estatales siempre subvencionan los precios de los combustibles".

Si se tratara de un solo paso en falso, el daño podría limitarse a Petrobras. Pero las finanzas públicas eran desastrosas incluso antes de la pandemia. De todos los mercados emergentes, Brasil tiene la mayor acumulación de deuda, excepto China; y sin embargo gastó el año pasado como si hubiera ahorrado para la época de vacas flacas. Repartió vales por un total de u$s 9000 millones mensuales a un tercio de la población, lo que aumentó la popularidad de Bolsonaro.

El Gobierno y el Congreso están negociando ahora una prórroga reducida del programa de vales, que probablemente se acuerden sin compensarlo con recortes del gasto. Capital Economics estima que este tipo de escenario podría colocar la deuda pública de Brasil en un sendero insostenible que la llevará a casi 150% del PBI en 2030.

El poderoso lobby corporativo de Brasil apoyó a Bolsonaro en su campaña electoral de 2018 porque los empresarios estaban cansados de los años de intervención por parte de los gobiernos de izquierda y querían reformas que permitieran a la economía ser más competitiva a nivel internacional. También deseaban medidas que disminuyeran los constantes altos déficits presupuestarios.

La mitad de las empresas brasileñas comenzó el 2021 con caída en sus beneficios

Los expertos en finanzas se consolaban pensando que, aunque el líder de extrema derecha elogiara el gobierno militar, criticara a las instituciones como el tribunal supremo y amenazara con decretar el estado de emergencia, solo le estaba haciendo el juego a sus seguidores, defensores de "Dios y la portación de armas". Al final, siempre daría marcha atrás y sería sensato en lo que respecta a la política económica.

Lo que obtuvieron, en palabras de un banquero brasileño, fue un trato fáustico en el que estaban condenados a perder. El programa de reformas, como dice Alberto Ramos de Goldman Sachs, es ahora una "cáscara vacía". El avance ha sido "extraordinariamente lento", agregó.

Paulo Guedes, ministro de Economía de Brasil

La atención se centra ahora en el destino del ministro de Economía brasileño Paulo Guedes, que fue quien nombró a Castello Branco. Devoto de Milton Friedman y del libre mercado, se siente cada vez más fuera de lugar en un gobierno derrochador. Quienes lo conocen cuentan que está disconforme con el despido de su amigo y compañero de la Universidad de Chicago. En los últimos meses han renunciado varios funcionarios nombrados por Guedes, frustrados por el fracaso del programa de reformas.

Con o sin Guedes, es probable que continúe lo que un banquero llama "el lento descenso de Brasil al infierno". A medida que se acercan las elecciones presidenciales de octubre de 2022, para Bolsonaro la decisión entre tomar medidas populares de aumento del gasto y hacer reformas económicas antipáticas es cada vez más sencilla. Eso sólo aumentará las posibilidades de que la tambaleante economía brasileña se tope con una gran crisis de mercado.

Traducción: Mariana Oriolo

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