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Crisis y deuda: el sombrío panorama de los mercados emergentes para 2024

La grave situación de la deuda se ha vuelto apremiante; es necesario actuar con urgencia.

Es natural que la gente se concentre en los problemas domésticos. Pero también es esencial adoptar una visión más amplia. La sucesión de shocks - la pandemia, las restricciones de suministro, la invasión rusa de Ucrania, la inflación galopante y el endurecimiento de las condiciones monetarias y financieras - han afectado negativamente a grandes partes de la economía mundial, pero especialmente a los países más débiles y a las personas más vulnerables dentro de ellos. 

Todo esto ha tenido (y tendrá) consecuencias nefastas para el desarrollo económico, para la mitigación de la pobreza e incluso para la estabilidad política de los países pobres. Estos desafíos, los cuales claramente aparecen en la más reciente versión del informe Perspectivas Económicas Mundiales del Banco Mundial, no deben ignorarse. Sin duda le dan a su nuevo presidente, Ajay Banga, una formidable cantidad de trabajo que hacer.

El resumen que hace el Banco Mundial de las consecuencias de estos shocks -agravados por la desaceleración a largo plazo del crecimiento del comercio mundial, por el aumento del proteccionismo, por la acumulación de deuda y por el agravamiento de la crisis climática- es sombrío. Lo que merecidamente puede calificarse de "policrisis" ha "asestado un duradero revés al desarrollo de los países emergentes y en desarrollo que persistirá en el futuro previsible. Para fines de 2024, se anticipa que la actividad económica en estas economías sea aproximadamente un 5% por debajo de los niveles proyectados antes de la pandemia". 

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Peor aún es que, en más de un tercio de los países más pobres, los ingresos per cápita en 2024 estarán por debajo de los niveles de 2019. Esto tendrá efectos de gran alcance: las personas empobrecidas y económicamente inseguras tendrán dificultades para mejorar su propio capital humano o el de sus hijos. Los desastres de hoy se irradiarán hacia el futuro.

Se anticipa que Asia oriental y Asia meridional se desempeñen relativamente bien. Pero se pronostica que el desempeño en el resto del mundo, especialmente en América latina y en África subsahariana, sea deficiente. Sin embargo, esto debe situarse en una perspectiva a más largo plazo. El informe indica que, sin China, los ingresos per cápita de los países emergentes y en desarrollo se han estancado en relación con los de los países de altos ingresos desde mediados de la década pasada. Los ingresos relativos per cápita de los países de bajos ingresos se han estancado durante aún más tiempo. En resumen, la reducción de la desigualdad mundial parece haberse estancado.

Las causas de este estancamiento a largo plazo de los ingresos relativos son múltiples y complejas. Tienen que ver tanto con la política interior como con el entorno mundial. Pero uno de los factores debe ser el aumento del proteccionismo y la desaceleración del crecimiento del comercio mundial. Cabe destacar que el volumen del comercio mundial creció a un ritmo promedio del 5,8% anual entre 1970 y 2008, mientras que el crecimiento del PBI promedió un 3,3%: el comercio fue un motor del crecimiento. Entre 2011 y 2023, el crecimiento promedio del comercio mundial fue de apenas un 3,4%, mientras que el del PBI mundial cayó al 2,7%. Esto no es desglobalización. Pero es, sin duda, lo que algunos ahora llaman slowbalization o ralentización de la globalización.

Actualmente, sin embargo, muchos de los retos más abrumadores son financieros. La acumulación de deuda a largo plazo, especialmente por parte de los países de bajos ingresos, está interactuando con tasas de interés más altas, y con mercados crediticios turbulentos, para crear serias dificultades de endeudamiento. Como es habitual, éstas incluyen no sólo un mayor costo, sino una menor oferta: el crédito, una vez más, está racionado. Por lo tanto, señala el informe, una de cada cuatro economías emergentes y en desarrollo ha perdido el acceso a los mercados internacionales de bonos.

Las pruebas proporcionadas en relación con el impacto del endurecimiento de las condiciones crediticias son a la vez sorprendentes e inquietantes. Desde febrero de 2022, el costo de los préstamos para los prestatarios con calificación C se ha disparado de forma extraordinaria en 14,4 puntos porcentuales. Como resultado, la previsión de crecimiento para 2023 para estos países se ha desplomado del 3,2% de hace un año a sólo el 0,9% actual.

Sin embargo, las presiones de la deuda sobre los países más pobres no son un fenómeno nuevo. Los pagos netos de intereses de la deuda pública como porcentaje de los ingresos del gobierno en los países de bajos ingresos no sólo han aumentado significativamente desde la pandemia, sino que llevan mucho tiempo por encima del promedio de todos los países de mercados emergentes y en desarrollo. 

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Se necesita un alivio sustancial de la deuda. Gran parte de ese alivio tendrá que provenir, de una forma u otra, de China. En la actualidad, sorprendentemente, la deuda bilateral de los países de bajos ingresos con los miembros de altos ingresos del Club de París se ha convertido en menos de la mitad de la que tienen con los países que no pertenecen al Club de París, principalmente China.

La crítica situación de la financiación y de la deuda se ha vuelto apremiante. No existe ninguna posibilidad de eliminar la pobreza extrema sin un cambio urgente y radical. Lo mismo es cierto si se han de realizar las inversiones necesarias en mitigación y adaptación climáticas. Tampoco es concebible que los problemas de los países pobres con calificaciones crediticias débiles sean abordados por el sector privado por sí solo. Existen verdaderas razones de peso para actuar con urgencia, eficacia y generosidad.

La Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial que se celebrará la próxima semana en París ofrece una valiosa oportunidad para progresar rápidamente. Pero es importante que ese progreso se realice en cooperación con China. Los cambios necesarios deben partir del reconocimiento de que lo que ahora está ocurriendo es tan insostenible como indeseable. Esos cambios deben dirigirse a las necesidades urgentes tanto de las personas como del planeta; deben reducir el costo de la deuda existente y proporcionar los recursos y los instrumentos de riesgo compartido necesarios para generar una financiación asequible en el futuro.

Sí, los shocks de los últimos años han hecho políticamente más difícil actuar generosa y eficazmente en los países de altos ingresos. La gente asustada se vuelve ensimismada. Pero estos shocks también han hecho que, sin duda alguna, actuar sea más vital. Banga ha heredado lo que es, si se utiliza sabiamente, una institución más valiosa como púlpito que como banco. En estos difíciles tiempos, él debe utilizarla bien, para unir al mundo y abordar estos retos tan extremadamente urgentes.

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