Fútbol, energía y el espejismo caro de que todo lo público debe ser gratis

El Gobierno muchas veces queda preso de su propia comunicación. Los críticos consideran que hay errores de gestión en esta tarea (como llegó a plantear en las últimas horas el ministro sin cartera Ernesto Sanz). Pero cuando se lo mira con distancia, lo que se advierte es que hay una dificultad para medir el impacto que tendrán las palabras que emiten los funcionarios una vez que atraviesan el sistema de medios. En ese eco inmanejable que son las redes sociales, las frases se sintetizan, a veces cambian de sentido, rebotan y terminan procesadas a su propio gusto por referentes de de todo tipo.

Le pasó al ministro Aranguren, cuando habló de "prueba y error" en la fijación de las tarifas, y le pasa reiteradamente al Presidente, como cuando criticó a los que consumen gas en exceso por andar en "patas y en remera".

Al titular de la Sociedad Rural, Luis Etchevehere, le sucedió con su frase "pasando la General Paz, la gente no come lomo" (convalidada por los carniceros que venden en Capital Federal y en provincia, por otra parte). Y el fin del Fútbol para Todos, como era de imaginar, también fue blanco de estos contrastes (en twitter resurgieron las imágenes de la campaña PRO que garantizaban su continuidad).

El debate político no siempre busca instalar una discusión racional. La oposición lo usa como un medio para mejorar su posicionamiento frente al Gobierno, que no es consciente de los momentos en que echa leña a ese fuego. La carne no se improvisa: su precio al público debe responder a los tres años que tarda criar un ternero. Así como lo que se pagaba por la energía estaba lejos de representar su costo de producción, en el caso del fútbol lo que desembolsaba el Estado tampoco era la solución. El Ejecutivo estaba dispuesto a actualizar los fondos por la inflación, a costa de aumentar un déficit que ya es alto. Pero los clubes prefirieron buscar mayor financiamiento de empresas privadas.

Nada más tóxico para el debate político que el concepto de que lo público debe ser "gratis", porque eso es un espejismo: se paga con impuestos, con deuda o con inflación (o con todo junto). Hasta que el Gobierno no neutralice esta idea, seguirá sufriendo su repercusión sin control.

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