CGT: la urgencia por la unidad y el desafío de la confrontación

Las diferencias en torno a la estrategia todavía subsisten mezcladas con sospechas y desconfianza entre actores sindicales.

La CGT en vías de unidad empujó hoy el cuestionamiento más duro contra la gestión de Mauricio Macri. Se plantó en el desafío de erigirse a sí misma, desde la reunificación de los más diversos pedazos del sindicalismo peronista, en punta de lanza de “una iniciativa popular de confrontación con el Gobierno, al que denuncia como responsable de un profundo deterioro de la realidad socio-económica del país, que castiga a los sectores más vulnerables. Sin embargo, la crítica que despachó el plenario cegetista reunido en Azopardo 802 no tuvo un correlato directo en la definición de una medida de fuerza concreta contra la administración macrista. Las diferencias en torno a la estrategia (no así sobre el diagnóstico) todavía subsisten mezcladas con sospechas y desconfianza entre actores sindicales cuya historia reciente estuvo caracterizada por la división y el enfrentamiento. La decisión, otra vez, fue privilegiar el esfuerzo de unificación y sumar a aquellos que todavía se mantienen al margen del proceso, molestos más por las formas que por el objetivo de consolidar una voz sindical unívoca.

La opción por mantener en suspenso el llamado a una medida de fuerza, pese a los insistentes discursos que durante el encuentro reclamaron la urgente definición de un paro nacional, no debería -sin embargo- ser interpretada por el Gobierno como una señal certera de la continuidad de una relación dialoguista y de tregua con el mundo sindical más poderoso. Más bien todo lo contrario. Sobre todo porque entramado de unidad cegetista avanzó en la profundidad de su crítica apenas tres días después de que el Gobierno les ofrendara una concesión histórica a partir del anuncio de la devolución de los millonarios fondos adeudados por el Estado a las obras sociales.

Si la Casa Rosada esperaba con esa decisión disciplinar a los dirigentes más críticos y hacerse de un compromiso de paz social para transitar en calma el segundo semestre, el resultado del plenario de hoy parece haber evidenciado otro error de cálculo para el macrismo. No solo los más confrontativos como Hugo Moyano ahondaron en su bronca. También parecen haber contagiado ese malestar a los más moderados y hasta entusiastas defensores del Gobierno. Las advertencias de Luis Barrionuevo en su breve discurso de hoy aportaron a encender otra luz de alarma.

Las próximas dos semanas hasta el congreso del 22 de agosto serán clave para alumbrar el perfil y la ingeniería de consensos internos que sustentará a la nueva CGT de unidad. Para muchos dirigentes serán 15 días para madurar la decisión definitiva de una medida de fuerza general, que para algunos no debería materializarse más allá de la primera quincena de octubre. Será también un período para intentar acercar a los que aún siguen distantes del proceso de unidad y reclaman espacio propio en la futura conducción. Aunque todas las voces descuentan que la decisión de imponer una cúpula tripartita, a esta altura resulta innegociable.

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