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Por un Maracanazo contra los tabúes del empresariado

Los tabúes del mundo corporativo van cayendo de a poco, al menos a nivel internacional. Las multinacionales van adaptando su funcionamiento a comunidades cada vez más activas que les imponen estándares ambientales, sociales y de derechos humanos cada vez más elevados.

Hay momentos en los que, de manera inexplicable, o tal vez por el devenir de los tiempos, por la maduración de los debates y gracias a la construcción de consensos de parte de los distintos actores de una sociedad, se empieza a progresar.

De golpe, se vuelve posible debatir ideas y valores en contextos donde nunca se hubiera pensado que se abordarían. Haberlo hecho, hubiera sido directamente una herejía.

Pero con el paso del tiempo, los mensajes llegan. Los temas delicados se procesan. Los ejes imposibles se abordan. Los errores se asumen. Y se rompen los tabúes, como paso previo a ser mejores.

Las últimas dos competencias futboleras continentales tuvieron algo de eso, por poner un ejemplo a mano. Es cierto que como ganamos y no estamos prendiendo fuego a los jugadores y al técnico, nos la podemos dar de analistas sociológicos del comportamiento humano.

Pero el abrazo y la charla tras el partido de Messi campeón con Neymar derrotado en la Copa América fueron un paso al menos para recordar que está permitido perder y no pasa nada.

Habilitó, atención, tirar abajo la obligatoriedad del triunfo como mandato bilardesco eterno, disolver la idea de la rivalidad extrema y matizar el "dejar la vida" por los colores. Expuso en definitiva lo exagerado de jugar a la pelota por la patria y "los que se levantan a las 5 de la mañana y nos están viendo".

Encima había sido una final y un clásico. Claramente expresa algún tipo de madurez. En los futbolistas, al menos, seguro.

Ni qué hablar cuando te asomás a la Eurocopa, y ves que en varios partidos hubo un arquero, el alemán Manuel Neuer, que salió a la cancha a jugar los partidos con la cinta de capitán con los colores de la bandera de la comunidad LGBTQ, exponiendo en la élite del deporte mundial la necesidad de que el fútbol deje de ser una burbuja de machismo y heteronormatividad al palo.

No te digo que en el ascenso este fin de semana un 9 va a hacer un gol y va a pelar una remera que diga "Te amo, Roberto", pero hasta hace un par de años nomás, el concepto "derechos de los homosexuales" no se había mencionado nunca en un contexto donde siempre los ganadores activos habían sometido a perdedores pasivos.

Más allá del humo

Los tabúes del mundo corporativo -en tanto- también parecieran ir cayendo de a poco, al menos a nivel internacional. Las multinacionales van adaptando su funcionamiento a comunidades cada vez más activas que les imponen -para poder seguir operando, produciendo y siendo rentables- estándares ambientales, sociales y de derechos humanos cada vez más elevados.

Los hábitos de consumo, en línea con esa escala de valores, mandan. Ya no se puede hacer cualquier cosa. Ya no todo da lo mismo.

Ya no basta con parecer una empresa respetuosa de las leyes y las demandas de la población. Las compañías vienen tomando nota de la imperiosa necesidad de también serlo.

Un hito en este camino, al menos desde la exposición pública, fue la creación en 2019 en Estados Unidos, de la llamada Business Roundtable, una especie de Asociación Empresaria Argentina con conciencia que integraron números uno de grandes compañías de Estados Unidos, desde Larry Fink, del fondo BlackRock, hasta Jamie Dimon, de JP Morgan. En un podcast del diario Financial Times a propósito de su lanzamiento hablaron de un "nuevo rol de las corporaciones".

En su presentación expresaron la necesidad de dejar de tener una mirada con el centro únicamente en los inversores y empezar a sumar a la ecuación variables ligadas al cuidado del planeta y a la relación con la sociedad, ya no sólo en tanto clientes.

Suena a un humo de aquellos, sí. Pero no es difícil ver cómo desde los propios accionistas de grandes compañías, ya sea por convicción, conveniencia, para prevenir contingencias legales o darle sustentabilidad a largo plazo a los negocios, el debate de estos temas, que muchas veces al principio tienen más costos que beneficios, empieza a dejar de ser un tabú.

A veces, incluso, tiene momentos de definiciones más concretas: cuando en 2018, el periodista de The Washington Post, Jamal Khasoggi, fue descuartizado en la embajada de Arabia Saudita en Turquía, varias compañías top -desde Google hasta, otra vez, el propio BlackRock- se bajaron de un megaseminario internacional de negocios en Ryad, porque no querían respaldar con su presencia al gobierno saudí, acusado de asesinato. Al año siguiente volvieron, pero bue, de arranque fue un tema.

Ni mu

En nuestro país, estos debates pueden sonar lejanos, como la carrera espacial de los multimillonarios yankees que pugnan a ver quién mira primero la Tierra desde lejos. Las cámaras empresarias no tienen en su agenda de prioridades, entre los que les hacen cosquillas en la panza posta, ni el medio ambiente, ni la relación con las comunidades, ni mucho menos abordaje alguno sobre derechos humanos. Tranquilamente te podrían decir "y qué querés, vení vos".

País de brecha cambiaria, inflación y regulaciones que cambian todo el tiempo te mantiene bastante entretenido.

La Unión Industrial Argentina, la AEA, el Foro de Convergencia Económica, el Grupo de los Seis, por citar alguno de los sellos más activos de la comunidad tanto de empresas como de líderes corporativos, te pueden hacer una catarata de comunicados que llegan con diferencia de minutos bregando por la seguridad jurídica, porque se prorrogó una traba para despedir empleados o porque hay que pagar un aporte extra por la pandemia y -repitan conmigo- la carga tributaria es de las más altas del mundo. Pero de meterse con alguno de los temas tabúes, te la debo.

Acá no entra la de "copiar lo que se está haciendo en el mundo".

Un ejemplo: la Corte Suprema de Justicia confirmó el jueves pasado el procesamiento de Carlos Pedro Tadeo Blaquier por delitos de lesa humanidad. Una decisión que valida lo que ya había definido la Justicia en dos instancias y que esperaba revisión luego de "obstáculos legales", como dijo el máximo tribunal, con los votos de Elena Highton de Nolasco, Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqueda.

El factótum del gigante azucarero y papelero Ledesma tiene 94 años y sus allegados dicen que está postrado. El fallo que lo acusa de haber prestado camionetas corporativas para la privación ilegítima de la libertad de al menos tres personas llama a actualizar la causa antes de la elevación a juicio, por lo que una eventual condena concreta asoma como una discusión en abstracto.

Lo que sí se abre es la posibilidad para el empresariado argentino de empezar a procesar ese tipo de actuaciones. No te digo de meter una carta como la del Business Roundtable de Estados Unidos pero sí al menos animarse a hablar de lo prohibido.

A darse el abrazo de Messi con Neymar con la historia. Desmentir lo que haya que desmentir, explicar lo que haya que explicar y reconocer lo que haya que reconocer, con disculpas y resarcimientos si hicieran falta. El Gobierno tiene un detalle de las discusiones que se vienen acá: https://bit.ly/36xyWkj.

Apoyar la búsqueda de Justicia cuando hay propios involucrados en barbaridades podría legitimar las posiciones en el resto de los temas.

Puede reconciliarlos con una sociedad que todas las encuestas señalan que les desconfía, que los ve menos como creadores de valor que como oportunistas de momentos políticos.

Además, el tiempo juega a favor: ¿qué tienen que ver la mayor parte de los ejecutivos de hoy con las causas de los 70? ¿Por qué las nuevas generaciones que se acercan a las centrales empresarias se van a dejar esa mochila puesta?

La repetición de mensajes siempre sobre los mismos temas y el silencio sobre los desafíos más fuertes te quita autoridad. Te vuelve un sello de goma. Te volvés rehén de los tabúes, que se están rompiendo en todo el mundo.

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