Los dólares que más faltan son los que no llegan

La mayoría de las crisis económicas de la Argentina estuvieron atadas a la falta de divisas para cumplir con las obligaciones externas. Cada vez que un gobierno procuraba estimular la actividad, la tentación de atrasar el tipo de cambio para facilitar el equipamiento de la industria daba lugar a mayores importaciones, que no lograban ser financiadas por el saldo comercial. El rojo se traducía en mayor deuda externa y si no llegaba una supercosecha (en las épocas en los que el aporte del campo eran el trigo y la cuota Hilton) para aportar más dólares, la única salida era equilibrar con una devaluación, que realimentaba la inflación, potenciaba una crisis fiscal y golpeaba el mercado interno.


La Argentina navegó estos mares durante décadas, hasta que en los 90 la convertibilidad creó otras reglas. Los dólares de la exportación fueron reemplazados por el flujo inversor de las privatizaciones y la colocación de deuda.


El ciclo alcista de los commodities aportó de nuevas divisas a la economía. Pero las compras de energía al exterior y los dólares que se van por turismo desequilibraron el escenario. Si la Argentina no recrea condiciones para que vuelvan a entrar capitales, la escasez se volverá tirana. Ajustar por precio o por cantidad no será una opción, sino una imposición. El espejo de la historia no requiere más explicaciones.

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