Opinion

La carrera por corregir desacoples de precios

Según el diccionario, la palabra "desacoplar" significa desajustar, separar lo que está acoplado. Esto es lo que se procura lograr con los precios del maíz en estas horas, a partir de negociaciones iniciadas en la mesa creada ad hoc.

Tarde o temprano nuevas mesas serán creadas para resolver los mismos problemas que hoy afectan al maíz y los que han venido comprometiendo el normal funcionamiento de los mercados agropecuarios en los últimos 80 años. Así, probablemente se creará posteriormente una mesa de trigo, más tarde otra de carne, alguna de leche o de azúcar, etc.

El problema de la Argentina es que nunca se pudo lograr este "maldito" desacople, que tiene que ver con la inexorable realidad global que rige las leyes de oferta y demanda del mercado mundial granario, de la cual nuestro país es uno de sus principales actores.

En los últimos cinco meses el maíz experimentó una mejora de más del 60% en Chicago, como resultado de la agresiva recomposición del stock granario en China, la sequía de Brasil y la Argentina, la debilidad del dólar -que abarata las importaciones de los países demandantes en sus propias monedas- y la activa participación de fondos de materias primas, que observan a esta tendencia como una oportunidad especulativa de compra.

El maíz no fue la excepción. También subieron sostenidamente las cotizaciones de soja, trigo, la colza, azúcar, cobre, hierro, algodón, petróleo y gas. El ciclo alcista de los commodities llegó nuevamente, en un contexto mundial de tasas cero y una fuerte expansión del consumo asiático.

En numerosas oportunidades se intentaron corregir estos desacoples de precios; la historia indica que siempre las soluciones fueron temporarias con un sinnúmero de experimentos. Se crearon juntas reguladoras que intentaron abastecer la demanda doméstica, precios máximos, intervención de estas juntas sobre los mercados de futuro, fideicomisos y cupos de exportación. 

Ninguno de estos mecanismos fue efectivo, en el mediano y largo plazo para lograr lo más importante: Incentivar la oferta y lograr, de este modo, un mayor caudal de disponibilidades para volcar en el mercado doméstico y alimentar abundantemente las exportaciones que tanto pregonamos necesitar.

Últimamente se escucha el ejemplo del grado crítico al que llegaron las producciones locales de trigo y maíz por culpa de los intentos por controlar los precios domésticos. Más allá de referenciarlo casi exclusivamente al periodo comprendido entre 2006 y 2015, lo cierto es que hubo una enorme cantidad de estos ensayos en administraciones de distinto signo político. 

En el intento de abastecer al mercado doméstico recortaron abruptamente la producción aquellos cultivos que intentaban controlar y los repuntes productivos ocurrieron cada vez que estas intervenciones cesaron.

Lamentablemente, el sistema de "desacople" más efectivo y rápido que se aplicó en nuestro país fue el aumento de los derechos de exportación.

Esta medida genera tres efectos: Una mayor recaudación estatal, la reducción, casi en la misma proporción, de los precios en el mercado local y, en el mediano plazo, recorta la proyección de siembra del cultivo en cuestión para el próximo ciclo. Los productores se refugian en cultivos de escaso compromiso con el mercado de consumo local, como la soja o la cebada.

Además, el esquema de retenciones funciona en la práctica como un subsidio explícito para quienes compran el producto en el mercado local, actualmente del orden del 12% en el caso del maíz, sin tomar en cuenta la brecha cambiaria que también está "desacoplada". Sus colegas compradores del Uruguay, Paraguay o Brasil deben pujar con los exportadores de sus países a precios internacionales para conseguir esta mercadería. 

Ni que hablar de aquellas naciones que no tienen condiciones agronómicas para obtener este cultivo o lo producen en cantidad insuficiente y deben procurarlo en algún mercado como el nuestro, a un precio FOB de alrededor de 250 dólares "verdaderos", para luego cargarlo en un barco y pagar un abultado flete para recién llegar a destino. Es así que, mientras un cerdo asiático se alimenta con un maíz de USD 295, aquí uno vernáculo se nutre con uno de USD 210, pero adquirido con un dólar de $86.

Con estos breves ejemplos, queda claro que el mercado de maíz argentino ya se encuentra suficientemente "desacoplado" como para intentar profundizar estas distorsiones.

De lo que se habla poco últimamente es del mecanismo de arbitraje que utilizan otros usuarios en el mundo, que valdría la pena experimentar. Por lo general, quienes demandan de modo continuo determinados insumos agropecuarios programan sus compras con antelación al momento en que serán utilizados, siempre que la ecuación económica les resulte redituable.

En este sentido, contamos con la inapreciable facilidad de contar con un mercado de futuros que funciona, sin complicaciones, desde hace ya 113 años. A mediados de julio del año anterior, se podía conseguir maíz viejo, para entrega en diciembre en ese mercado a USD 137, contrato que finalizó cotizando a USD 201 a su vencimiento.

Resultaría interesante contar con una activa participación de los técnicos del Matba-Rofex en la recientemente constituida mesa del maíz para que, con un caudal de ejemplos superior al recientemente indicado, brinden nociones sobre las herramientas de futuros y opciones sobre futuros, que sin dudas resultarán útiles a los participantes del mercado que habitualmente demandan estas materias primas. 

También podrían analizarse alternativas tendientes a financiar las garantías necesarias para solventar estas posiciones como así también la compra de opciones de compra (calls) en el mercado, para lograr, a partir del uso de estas herramientas, el arbitraje necesario para cubrir costos de producción, logrando además una ampliación en el volumen operado, que redundará en mayor liquidez y transparencia.

Destruir la oferta en cada oportunidad que se registra una marcada mejora en el mercado internacional, porque ella se traslada al ámbito local en cada uno de estos ciclos, no puede seguir siendo una alternativa en nuestro país.

Debemos prepararnos y estar listos para un período de bonanza en los precios de las materias primas. El mundo no va a disimular mermas productivas o restricciones de ventas en países exportadores como el nuestro, sin reflejarlo con exuberancia en las cotizaciones de Chicago.


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