Un mandato para el cambio

La victoria de Cambiemos desbordó sus mejores expectativas. Tanto por su magnitud como por la calidad y profundidad de los espacios electorales conquistados. Los candidatos de la coalición triunfaron en todos los grandes distritos electorales del país y mejoraron incluso las metas que se habían fijado después de las Primarias en distritos de reconocida dificultad, incluso sobre algunos de los gobiernos provinciales mejor implantados del peronismo. El gobierno dejó atrás su discreta y ajustada victoria en as PASO -había triunfado en diez provincias y perdido en catorce, incluidas Buenos Aires y Santa Fe-. Esa vez, triunfó con grandes diferencias claras en ambos distritos y amplificó sus márgenes en Córdoba, Mendoza, Corrientes y Jujuy. Algunas victorias resonantes, como La Rioja y Chaco redondean un saldo más que favorable para una elección intermedia que bien puede ser leída en términos plebiscitarios para su gestión.

Cambiemos ratifica así su éxito como coalición electoral y avizora éxitos aún mayores como coalición parlamentaria. ¿Podrá, en el periodo que se inicia, avanzar hacia el objetivo de concretar también una coalición gubernativa, sin duda la gran asignatura pendiente para su consolidación como espacio político a largo plazo?

Todo dependerá de la lectura de los resultados que acaban de obtenerse. Una primera clave es el carácter eminentemente político de la victoria obtenida.

Cambiemos ha triunfado por razones políticas y a pesar de sus dificultades evidentes para lograr un mediano consenso social respecto de su política económica. Mauricio Macri ha logrado plebiscitar su gestión desde un magro 41% de evaluación positiva de su desempeño como presidente. Un 56% recusa su desempeño actual, a pesar de que un 63% no dude a la hora de apoyarlo frente al 35% que lo discute tato en su desempeño general como en casi todos los aspectos de su gestión.

La política económica oficial ha avanzado en el reconocimiento público, aunque su mejor marca es el 31,5% logrado en las encuestas nacionales de septiembre. Las críticas son el reflejo de una opinión pública que duda de los hombres, los instrumentos y, sobre todo de lo que ven como un modelo de gestión visto por algunos como un riesgo y, por otros, al contrario, como una expresión de falta de imaginación, audacia e independencia de criterio frente a recetas de probada ineficiencia.

No es pues la economía del gobierno la que explica la impresionante victoria nacional de Cambiemos. Cambiemos triunfa a pesar de los claro oscuros de su gobierno. Lo que ha definido su victoria sobre una oposición fragmentada y casi inexistente a nivel nacional es, más bien, un conjunto de fenómenos propiamente políticos que vuelven a recibir el respaldo de cuatro de cada diez argentinos, aun cuando el resto de quienes no comparten quede fragmentado en sus expectativas y demandas.

Una gran proporción, cercana al 60% de la población cree que la situación del pais tiende a mejorar, a pesar de las dificultades de la gestión económica del gobierno. No porque el país este "condenado al éxito" o cosas por el estilo, sino porque cree que Cambiemos conserva un potencial de innovación política y vocación de cambio muy superior al resto de las expresiones políticas.

Para esta mayoría clara del electorado, tanto las ideas y propuestas, como los elencos de gobierno y el ritmo de los avances en áreas que se reconocen como críticas es más que satisfactorio. Las dudas generadas por el caso Maldonado no han bastado, en efecto, para deteriorar los niveles de confianza que alcanza a gestión en Justicia o la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Respecto de la mayor parte de las áreas de gobierno, se duda de la eficiencia y los estilos, pero se sigue confiando en el compromiso y el sentido de la orientación de quienes gestionan. Parejo nivel y tipo de apoyo logran las áreas de desarrollo social, trabajo, educación, relaciones con las provincias y municipios y, sobre todo, desarrollo de infraestructura. La gestión política en el Congreso sigue siendo un factor importante. Mas allá de sus dificultades, se le reconocen a Cambiemos capacidad para gestionar acuerdos y lograr resultados por la vía de la negociación y el acuerdo. La debilidad parlamentaria y los tropiezos institucionales son paradójicamente casi un factor de tranquilidad para una sociedad harta de hegemonías y abusos institucionales.

El principal error de los triunfadores sería el de confundir el verdadero mensaje de las urnas, que sigue siendo, en el fondo y en la forma, un mensaje de cambio. Para una inmensa mayoría de sus votantes, Cambiemos sigue siendo la mejor opción para llevar adelante cambios sustanciales, imprescindibles en áreas críticas como el mercado de trabajo, la presión tributaria, la distribución de la riqueza, la superación de la pobreza o la erradicación de la corrupción. Sobre estos puntos, no hay ya margen para gradualismo y toda continuidad del antiguo orden bien pronto puede ser interpretado como connivencia o complicidad. El margen de maniobra del gobierno es mínimo.

El voto obtenido implica ante todo la renovación de una exigencia de más y mejores compromisos efectivos para el cambio. A dos años de gobierno, ya no caben disculpas para la falta de experiencia, el desconocimiento de la burocracia o la debilidad institucional. Los apoyos que se reclamaban han sido ratificados con generosidad. Contra viento marea, contra todos los pronósticos agoreros y contra todas las advertencias de quienes siguen creyendo que algo tendría que cambiar simplemente para que nada cambie.

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