La receta para achicar el déficit es la misma que le pone piso a la inflación
El problema es que este enfoque está asentado en un arbitraje difícil de sostener: la principal herramienta de reducción del déficit fiscal es la baja de los subsidios al sector energético. Acelerar este ajuste, en consecuencia, implica autorizar incrementos tarifarios mayores a los previstos, y habilitar incluso los correspondientes al sector transporte, que están en suspenso justamente para no impactar negativamente en el IPC.
Menor rojo fiscal para aliviar la emisión del BCRA y conseguir una baja más sostenida de la inflación, equivale a liberar uno de los factores que más empuja los precios (no es el único).
El Gobierno podrá mostrar esta semana que está en condiciones de alcanzar la meta fiscal del tercer trimestre (la expectativa es que la sobrecumpla), objetivo que no incluye el creciente déficit financiero. La pregunta es si este número le sirve para mostrar a la población (no a los inversores locales o a los fondos extranjeros) que la macroeconomía tiene registros saludables. La inflación alta también responde a una demanda propia de un mayor nivel de actividad, con créditos que crecen 45% anual y un PBI que sube a un ritmo superior al 4%. Menor déficit primario y mayor repunte económico, pero con precios altos y tasas reales altas. Un combo mixto complejo de destrabar.