Analfabetismo matemático

A veces la moda nos lleva a adoptar pareceres sobre los que no hemos reflexionado lo suficiente.
Nos jactamos con el mismo orgullo de lo versados que podemos ser en temas deportivos, o de política o de cine que de lo negado que somos para la matemática, reproduciendo así una suerte de atavismo cultural que refuerza con entusiasmo altos niveles de analfabetismo matemático. No se trata aquí de la ciencia especializada que se cultiva en los ámbitos académicos o de desarrollo tecnológico, sino de la matemática cotidiana que nos permite entender el mundo que nos rodea y que está presente (debería) en nuestra formación escolar.
Relájese y acompáñeme con los ejemplos que siguen. Le prometo que no lo pasará tan mal.
En su libro Los dragones del Edén, el astrónomo Carl Sagan trata de explicar la edad del Universo. Para ello comprime los 15 mil millones de años que se le atribuyen al Universo a un año, siendo el 1 de enero a las cero horas el primer instante del Big Bang y el 31 de diciembre a la medianoche el instante en el que lee esta nota. En el año cósmico la Tierra se forma recién el 14 de septiembre. La vida se hace presente por el 25 de septiembre, recién comenzada la primavera cósmica. Hay que esperar hasta después de Navidad para que aparezcan los dinosaurios. El hombre irrumpe en escena en las últimas dos horas del 31 de diciembre mientras los dioses se preparan para el brindis. La historia de nuestro país, desde 1810, ocupa apenas el último medio segundo del año cósmico. La vieja regla de tres asociada a una bella idea.
Un novedoso plan de ahorro promete un auto de gama media con el pago de 18 cuotas mensuales de $ 10, 20, 40, 80, 160. Cada cuota duplica la anterior hasta completar los 18 meses. A primera vista parece tentador. Para saber lo que terminaremos pagando hay que hacer la suma de las 18 cuotas: 10 + 20 + 40 + 80 + 160 + 320 + à . El resultado sorprende: $ 2.621.430, que excede por mucho el valor de un automóvil. Esto es ficción. El crecimiento exponencial tan mencionado y no siempre comprendido.
Recibo un mail de una consultora bursátil. En él dan cuenta de su vasta experiencia y como muestra de ello, predicen la suba de las acciones de las empresas de energía. Ganado por la desconfianza, ignoro el mail. A la semana recibo otro mail de la misma consultora: la predicción se había cumplido. Para mostrar que no fue producto de la casualidad, el mail anuncia que las acciones de los principales bancos subirán en los próximos días. Pongo más atención pero no la suficiente para actuar. Pasa una semana y llega otro mail. Las acciones bancarias han subido. Un nuevo anuncio: las del rubro alimenticio se moverán a la alza. Me propongo consultar con un agente de bolsa la semana entrante. Llega un nuevo mail: acertaron otra vez, pero para recibir un nuevo pronóstico piden un depósito de $ 5000. ¿Fue suerte tres aciertos consecutivos? ¿Saben con anticipación las fluctuaciones del mercado? ¿Por qué la comparten? Veamos la escena desde el otro lado. El primer mensaje se envía a 64.000 personas: a 32.000 nos anuncian la suba de las energéticas y a los otros 32.000 lo contrario. En el segundo mail, la consultora se olvida de los 32.000 a los que les mandó un pronóstico errado y se queda con los otros 32.000 entre los que estoy yo: a 16.000 nos anuncia que subirán los bancos y a los otros 16.000 que bajarán. Así le quedarán 16.000 clientes con dos aciertos consecutivos. A 8000 de ellos, nos anuncian que las alimenticias subirán y a 8000 que bajarán. El último mail se lo envían a 8000 personas como yo, anunciando que por
$ 5000 darán un nuevo pronóstico. Si solo el 1% cayera en la trampa, recaudarían $ 400.000. Esto es ficción. ¿Lo es?
El Indec informó que en un año, de junio a junio, la deuda externa aumentó u$s 16.195 millones. Un número difícil de imaginar. Si la dividimos por 12 nos dice que en promedio, nos hemos endeudado 1350 millones por mes. Si a este número lo dividimos por 30 obtenemos que la deuda aumenta 44 millones por día y casi 1,9 millones por hora si lo dividimos por 24. Los 3 o 4 minutos que le lleva leer esta nota han significado u$s 100.000 más de deuda. Esta cuenta no explica un tema tan complejo pero ayuda a dimensionarlo. Desde los primeros años escolares aprendemos a sacar promedios.
El analfabetismo matemático es una forma de incultura que no sufre el reproche social que provocan otras ignorancias. Una mayor cultura matemática nos hace más críticos y atentos a lo que nos rodea. Debemos contribuir a que nuestros jóvenes se asomen a ella y que valoren la importancia que tiene para nuestro progreso como sociedad. Se trata de ejercitar el bello hábito de pensar y el placer intransferible de entender.
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