La audacia de cuestionar las 8 horas

Trabajar menos tiempo y cobrar lo mismo ya es una realidad en países como Suecia. Los resultados del experimento son alentadores. Sin embargo, a nivel local, la jornada laboral de 6 horas todavía es un tabú. Riegos y beneficios.

De la casa al trabajo y del trabajo a la casa. La máxima peronista, síntesis de la rutina diaria del asalariado en la Argentina, todavía resiste en el imaginario colectivo actual. Sin embargo, el reinado de la clásica jornada laboral de 8 horas tendría los días contados.

Trabajar menos tiempo y cobrar lo mismo ya es una realidad en algunos países europeos. Y los resultados son alentadores: mayor productividad, brotes de innovación, bajas en la tasa de ausentismo y generación de nuevos puestos de trabajo son algunos de los beneficios que arrojan las primeras pruebas piloto.

En la Argentina, por ahora, cuestionar la cultura de "9 a 17" parece ser un tema tabú. Mientras el mundo se adentra en la era de la productividad, a nivel local no se conocen casos de grandes empresas que hayan recalibrado el reloj para fichar por menos tiempo a sus empleados. Sin embargo, el debate gana terreno en las altas esferas de estas compañías. Y entre no pocos de sus empleados. ¿Es posible trabajar menos horas y ganar lo mismo? ¿Estar menos tiempo en la oficina aumenta la productividad? ¿Será la jornada de 6 horas la clave de la felicidad?

Para responder estas preguntas, los ojos de los especialistas están puestos en los países nórdicos. Suecia, particularmente, se convirtió en una suerte de laboratorio mundial para encontrar el balance entre trabajo y la vida personal. La ciudad de Gotemburgo -la segunda más poblada del país, con medio millón de habitantes- lleva adelante el primer experimento a gran escala de jornadas laborales reducidas.

Si bien aún no cuentan con resultados oficiales, las autoridades escandinavas esperan constatar un aumento en la productividad y en el bienestar de sus empleados públicos y de algunas empresas privadas que se sumaron a la prueba. Hay antecedentes para justificar su optimismo: el pequeño municipio sueco de Svartedalens ya puso en práctica una semana laboral de 30 horas. Una reciente auditoría reflejó que el programa había reducido el ausentismo así como mejorado la productividad y la salud de los empleados.

Cantidad versus calidad

Pero en la Argentina se trabajan más horas que en los países desarrollados. Según informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la Unión de Bancos Suizos (UBS), en la Ciudad de Buenos Aires se trabaja un promedio de 1.900 horas por año. La cifra ubica a los porteños por encima de la media del ránking de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Una comparación revela que el empleado promedio en Buenos Aires trabaja más que en París (1.482 horas anuales) o que en Madrid (1.691), pero menos que en urbes como Ciudad de México (2.224) o Santiago de Chile (1.988).

Consultado por las diferencias, Pedro Vázquez, director de Desarrollo Profesional de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral, pone el foco en la productividad: "La cantidad de horas de trabajo es secundaria a la calidad de organización del trabajo en sí. En la Argentina hay muchos elementos estructurales que atentan contra la productividad". Para el experto en comportamiento organizacional, "el déficit en transporte, el subdesarrollo tecnológico, la burocracia estatal, la falta de capital y la falta de inversión en el desarrollo del personal" son algunas de las vallas que enfrenta el trabajador local y que lo alejan de la meta de las 6 horas diarias.

A juzgar por el sondeo de El Cronista entre las cámaras sectoriales, las grandes empresas están lejos de contemplar una jornada laboral reducida. Y algo similar sucede con los emprendedores. Tomás Pando, presidente de la firma de indumentaria Páez, opina: "Son 6 horas máximas las que una persona puede ser productiva en un día, pero eso no tiene relación con reducir la jornada laboral". Conocedor de la forma de trabajar argentina y europea -un par de años atrás la empresa trasladó su base de operaciones a España, donde emplea a 25 personas-, agrega: "La productividad laboral tiene que estar asociada no a las horas trabajadas sino a los procesos y tecnologías que implementamos para aumentar esa productividad. Cuanto más eficientes sean los procesos y los medios, menos horas necesitaremos para tener el trabajo terminado".

Las fuentes consultadas coinciden en que, para evaluar la posibilidad de experimentar con una jornada laboral reducida, hay que tener en cuenta ciertos aspectos intangibles. "En nuestra cultura hay temas como la charla de oficina y cultivar relaciones personales en el trabajo que hacen a nuestra idiosincrasia", sostiene Vázquez. Y agrega: "Sería peligroso trasladar una experiencia como la sueca a nuestro contexto sin el debido análisis y ajuste: reducir la jornada es algo que puede asustar a los empleados y a los sindicatos".

En la misma línea opina Tomás Manzitti, co-founder de Buenchef.com, una plataforma digital que ofrece un servicio de recetas e ingredientes a domicilio: "Puede que trabajar menos horas mejore la productividad en muchos casos, pero no en todos. La gente pasa mucho tiempo de la jornada en redes sociales o consumiendo información no relacionada con sus tareas. Y no creo que por el hecho de acortar las horas deje de hacerlo".

Entre sindicatos combativos, miedo al desempleo y una legislación laboral intricada, los argentinos todavía están lejos de volver a casa a las 3 de la tarde. Sin embargo, no deberían perder las esperanzas. "Si bien todos los sectores tienen un potencial enorme para aumentar su productividad y la calidad de vida de sus empleados, los que tienen mayor componente del factor conocimiento son los que pueden permitirse experimentar con jornadas más cortas", finaliza Vázquez.

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