OPINIÓN

Un gigante que recién comienza a caminar

Con precios muy por debajo de los que se venían pagando, los resultados de la Ronda 1 del Plan RenovAr muestran la velocidad y dimensión que puede adquirir la inserción de las fuentes limpias en la Argentina. La modalidad distribuida, entre los desafíos que se vienen.

El éxito de la licitación por 1.000 MW y las positivas señales que se observan por las venideras rondas muestran el avance de la industria de las energías limpias y la transformación que se produce en el escenario global. Viene ocurriendo desde hace varios años, pero la Argentina permanecía aislada de este flujo de inversiones. Era imprescindible que el país empezara a generar condiciones adecuadas para que esto ocurriera. Para sorpresa de muchos, esta primera licitación logró precios muy por debajo de lo que se venía pagando hasta el año pasado. La Argentina comienza a ser un lugar donde la inserción de las renovables puede alcanzar una velocidad y dimensión como la que ya está ocurriendo en el resto del mundo. Debemos entender que, con nuestros recursos naturales, el país es un gigante en potencia renovable que recién comienza a caminar.
Era esperable que la energía eólica y la solar fueran las protagonistas en esta primera etapa. Se trata de las fuentes más competitivas y maduras para ser integradas a gran escala. El rubro renovable está en un nivel de precios que compite ventajosamente frente a las energías convencionales. En la medida que el mercado vaya emparejando la cancha, eliminando subsidios y transparentando costos, esa ecuación será cada vez más favorable. La Argentina debe llegar, por Ley 27.191, al 20% de aporte renovable en la generación eléctrica. Estamos en condiciones de superar ese porcentaje dada la calidad y cantidad de nuestros recursos, y el avance que experimentan estas tecnologías a nivel mundial. Debemos concentrarnos en una meta intermedia del 10% para finales de esta década. Para 2050, toda la actividad energética deberá ser libre de emisiones, siendo las renovables la componente de reemplazo de fósiles preponderante.
En las próximas semanas entrará en vigor el Acuerdo de París, lo que significa que iniciamos una etapa de la historia humana diferente. La urgencia climática empujó a adoptar una serie de decisiones políticas de relevancia, que tienen como eje central la modificación radical de la matriz energética global. Prácticamente para mediados de siglo, el petróleo deberá tener tan solo un rol marginal.
Como lo vienen siendo a escala global, las renovables deberán ser, en los próximos 15 años, el foco principal de las inversiones en materia de energía en la Argentina. Tendrán la función de proveer de energía abundante, a precios más bajos que las convencionales, relevando al país de uno de sus peores problemas económicos -la dependencia de combustibles importados- y lo ayudará a cumplir con los compromisos que asumirá en el marco del acuerdo climático global.
El próximo paso será desarrollar el potencial renovable de modo distribuido, es decir, generación a pequeña escala aprovechando, por ejemplo, espacios de buena insolación en edificios, fachadas y aleros. Esto ampliará el ámbito de aplicación de estas tecnologías y transformará el sistema energético a uno más estable, donde la energía se inyecta en múltiples puntos en todo el sistema. La figura del "prosumidor" será el nuevo actor que emergerá.
Para que este potencial pueda desarrollarse, el país debe invertir en mejoras de la calidad en las redes de distribución, ampliar y potenciar las redes de transmisión de alta tensión en todo el territorio, para aprovechar los recursos que están alejados. Lo más ambicioso, y que significará un salto de escala, es potenciar durante los próximos 15 años las conexiones entre los países vecinos. Los intercambios con Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay permitirán maximizar el uso de las renovables facilitando el intercambio regional de excedentes.
Por su parte, el sector rural, que resultó poco beneficiado en esta primera licitación, tendrá un rol fundamental en la transición hacia una economía baja en carbono. El triple desafío para este será, en el corto plazo, comenzar a ser un actor central en la generación energética (bioenergía) tanto a gran escala como en la modalidad distribuida. En el mediano plazo, deberá iniciar un proceso de reconversión y disminución de emisiones vinculadas a su actividad productiva. Un tercer desafío serán las prácticas forestales adecuadas, la restauración de ecosistemas y la aplicación de tecnologías que le permitan ser un sumidero neto de carbono.
El reto es inmenso, pero no hay modo de demorarlo. Nos encaminamos a una nueva economía energética y, por ende, a una nueva etapa en la historia humana, y todo esto deberá ocurrir en tan solo pocas décadas.
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