Una carísima lección de política comercial

La victoria legal obtenida por nuestro país el 24 de julio pasado en la Organización Mundial de Comercio (OMC), hizo suponer que se había desnudado y desactivado una de las tantas modalidades de proteccionismo regulatorio que cultiva Estados Unidos. Si bien al ver cómo estaba la mano, la administración del presidente Barack Obama optó por desarmar preventivamente la ficción de política sanitaria que se orquestó para frenar el reingreso de las exportaciones nacionales de carnes frescas (refrigeradas o congeladas) a ese mercado, subsisten costuras sueltas. La Casa Blanca todavía puede ceder a la presión doméstica y apelar las conclusiones del Panel aprobado en la OMC, mientras el Congreso registra iniciativas dilatorias con las asignaciones presupuestarias que se necesitan para habilitar la admisión de las exportaciones regionales de Brasil y la Argentina.
Este es el panorama tras catorce años de gestiones, lobbies, titubeos y recíprocos errores profesionales "no forzados" que se creyeron resueltos con el antedicho litigio internacional. Por un largo instante se imaginó posible restaurar en setiembre el comercio que nació en 1995, al amparo de la cuota-país de 20.000 toneladas anuales acordada por ambos gobiernos en la Ronda Uruguay del GATT. Tal derecho sólo pudo usufructuarse entre 1997 y 2000, e integraba el Memorandum bilateral que también contempló, entre otras cosas, la concesión de sendas cuotas-país para que podamos exportar maní (44.000 tns) y pasta y manteca de maní (unas 5.300 tns). Por separado, y casi en la misma época, la Argentina había logrado prevalecer en otra disputa legal (panel, no arbitraje) del GATT sobre tabaco, zanjada con la creación, por parte de Estados Unidos, de otra cuota-país de 11.500 tns.
Todos esos accesos o ventajas comerciales están sujetos al cumplimiento de las relevantes medidas sanitarias, fitosanitarias, de calidad y aduaneras aplicables, lo que implica que el país importador tiene derecho a emplear normas basadas en principios y evidencias científicas consistentes con las reglas de la OMC, y el exportador tiene la obligación de satisfacerlas sin caer en torpes errores de política sanitaria, como la intempestiva y prematura decisión de dejar de vacunar contra la aftosa que se pergeñó en las postrimerías del gobierno de Carlos Menem, cuando alguien creyó que bastaría un toque de audacia para superar el bloqueo a nuestras carnes en los mercados de Japón y Corea. El exabrupto sólo terminó en ciertos episodios de aftosa.
Sin hablar de las opciones adicionales de este comercio, los quince años de congelamiento de la cuota de carne estadounidense impidieron exportar 300.000 toneladas de cortes de carne de precio medio, que son ingresos en divisas que dejaron de llegar al Banco Central y redujeron la solvencia económica del sector. Reflexiones similares son aplicables a otra clase de situaciones, como el parcial o total desuso, según los casos, de las cuotas Hilton y Hormonas de la Unión Europea. o la cuota trigo que existe con Brasil. Para zambullirse en el conjunto de estas dilapidadas oportunidades, conviene usar la calculadora y habilitar en nuestras mentes la función pensar. Al caer en semejante trance, no sería malo evocar los 138 establecimientos que cerraron (donde no se toman en cuenta la peligrosa capacidad ociosa de las plantas que siguen en actividad), los 21.000 trabajadores que quedaron en la calle, la pérdida de 10/12 millones de cabezas de ganado y el altísimo precio que hoy se paga por la carne vacuna que llega a la mesa de los argentinos. Tampoco conviene ignorar que la prolongada batalla cárnica confirmó los méritos de litigar en forma racional y oportuna.
La Casa Blanca aseguró, en su momento, que el desarme del proteccionismo regulatorio era uno de los prioritarios objetivos que tenía cuando lanzó, en junio de 2013, las negociaciones bilaterales orientadas a crear la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP en su sigla inglesa) con la Unión Europea, un enfoque que nunca llegó virgen a la mesa de discusión. El lobby proteccionista nunca regala sus posiciones.
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