Para Macri, sería una victoria intelectual que Aerolíneas se transforme en una empresa sostenible

La propiedad de las empresas de servicios públicos ha sido en estas décadas un clarísimo parteaguas ideológico y político: de un lado se pusieron los que querían telefónicas y petroleras estatales y, del otro, quienes preferían telefónicas y petroleras privadas. Era una cuestión, en Argentina y en el mundo, que despertaba ásperos debates y ordenaba sistemas políticos enteros: los partidos que querían privatizar eran irreconciliables con los que querían estatizar.

En los países ricos, sin embargo, ha dejado de ser un tema central del debate, en parte porque muchas de las viejas empresas públicas ahora son privadas y en parte porque muchas de las que aún son estatales se manejan con criterios de eficacia y autonomía, similares a los de las privadas. En Argentina, en cambio, hemos seguido hablando de la propiedad de las empresas públicas como si no hubiera pasado el tiempo. El kirchnerismo y sus aliados siguen creyendo que el rasgo fundamental de una empresa es quién es su dueño, y que lo demás es secundario. Y el criterio dominante en los 90, en cambio, decía que la gestión privada iba a crear un círculo virtuoso que terminaría con los vicios y las distorsiones acumulados durante décadas. Ninguna de estas dos visiones sirve como hoja de ruta para el futuro en Argentina.

Escribí estos párrafos anteriores para dar un poco de contexto y explicar mejor la decisión de Mauricio Macri de anunciar, la noche del domingo pasado, que Aerolíneas Argentina e YPF seguirán siendo estatales si en diciembre le toca hacerse cargo del gobierno. A algunos les pareció un volantazo, un cambio de opinión oportunista e improvisado. Otros lo ven como una traición a declaraciones anteriores de Macri a favor de la gestión privada de empresas de servicios.

La mejor manera de entender el anuncio, me parece, es en el contexto de los planes de gobierno que la Fundación Pensar y el equipo de campaña están elaborando para, en estos casos, los sectores aerocomercial y energético. Macri cree que una Aerolíneas bien administrada, liberada de sus compromisos partidarios, puede tener un rol importante en el desarrollo del mercado aerocomercial argentino, especialmente en los vuelos de cabotaje, donde la cantidad de pasajeros está prácticamente estancada desde hace 15 años. El objetivo del PRO es duplicar en cuatro años la cantidad de pasajeros domésticos, abrir nuevos aeropuertos y verdaderamente conectar mejor a un país (enorme, poco poblado) mandado a hacer para tener un sector aéreo vigoroso. Con ese objetivo en mente, la propiedad de Aerolíneas se vuelve menos importante que su participación en el desarrollo del país y de unir lo que, de momento, está separado. Además, y esto es una opinión personal, para Macri y el PRO también sería una victoria intelectual muy satisfactoria transformar a Aerolíneas en una empresa sostenible y pujante al mismo que la mantiene estatal: refutaría así la tesis y la práctica kirchnerista de que Aerolíneas pierde los millones que pierde no por la incompetencia o miopía de sus directivos sino por su misión social.

Con YPF pasa algo parecido. En el marco de la recuperación del autoabastecimiento, buscar una solución para los cortes de luz y desarrollar energías renovables, hoy casi inexistentes, la propiedad de YPF es un desafío relativamente menor, especialmente comparada con estos tres procesos que llevarán años de concentración y esfuerzo. La importación de combustible cuesta miles de millones de dólares cada año. La inversión en generación eléctrica, hoy casi parada, tiene que recuperarse lo más rápido posible. Y la energía que obtenemos de la luz solar y el viento es poco más del 1% de la que producimos. Estos tres datos, urgentes e inapelables, merecen más atención del próximo gobierno que juguetear con alterar la propiedad de la principal empresa del sector, sobre todo si esa empresa está razonablemente bien administrada.

Al PRO muchas veces se lo critica por su falta de ideología, pero justamente creo que en estos casos la falta de ideología es una ventaja. Si el PRO tuviera ideas rígidas sobre la propiedad de Aerolíneas e YPF, no podría analizarlas en el marco de una agenda de crecimiento y enfocarse en soluciones más amplias, es decir, multiplicar la cantidad de pasajeros domésticos y multiplicar y renovar la producción y la distribución de energía. El PRO no está enamorado de las herramientas, está enamorado de los fines. El kicrhnerismo, enamorado de la herramienta empresas públicas, descuidó el objetivo mayor, que es el de tener una estrategia de desarrollo. El consenso de los 90, enamorado de la herramienta empresas privatizadas, descuidó el mismo objetivo. Ni Aerolíneas ni YPF (con la excepción de la primera YPF de José Estenssoro) tuvieron dueños privados que las empujaran a mejorar y a encabezar el crecimiento de sus sectores. Macri, el PRO y la Fundación Pensar prefieren ponerse objetivos y acomodar las herramientas de la manera que mejor sirvan a esos objetivos.

A Marcos Peña le gusta decir que el PRO, más que una lista de mandamientos o requisitos, es una máquina de procesar información, entrenada para elegir la mejor solución posible ante los problemas que aparezcan. Los anuncios recientes sobre Aerolíneas e YPF (y sobre la Asignación Universal por Hijo) se comprenden mejor si uno entiende que el PRO intenta ser lo suficientemente abierto como para aprender de sus errores y estar dispuesto a mejorar. El principal objetivo de su gobierno, dijo Macri, será combatir la pobreza. Al lado de ese objetivo, todas las otras herramientas parecen poco importantes.

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