La diáspora de las centrales obreras y la búsqueda de un secretario General afín al próximo Gobierno

Deponer actitudes", "asumir el rol que demandan los trabajadores", "defender los intereses profesionales combatiendo al capital", "abandonar viejas contiendas personales", son las frases huecas que ponen en evidencia el proceso de fractura creciente del viejo movimiento obrero, que ahora se abre en varias CGTs y otras tantas agrupaciones.


La fractura es horizontal, con no menos de diez organizaciones que se consideran a sí mismas representativas, y lo es también vertical, con la desafiliación creciente de sindicatos de base, y la aparición de federaciones paralelas que a su vez, se afilian a distintas centrales.


Basta con destacar lo que ocurre entre los químicos, que cuentan ya con dos federaciones la original de Aldo Hermoso ahora liderada por su hijo, y la que responde a Avellaneda y sindicatos desfederados como el de Campana-Zárate que aspira a tener su propia federación.


Otro tanto pasa con los petroleros, que cuenta con una federación conducida por el Diputado Alberto Roberti del partido de Sergio Maza (FR), a la que se le han desafiliado los sindicatos de base de la Patagonia, y representa refinerías y estaciones de servicio.


Los gremios del petróleo liderados por Guillermo Pereyra, Senador Nacional del Frente Popular Neuquino que tratan de buscar una nueva organización de segundo grado con no pocas dificultades, con los sindicatos de Santa Cruz, Chubut, y si fuera posible, Tierra del Fuego, Mendoza y Salta.


Hoy nadie entiende qué se quiere decir con "unidad del movimiento obrero" que está más dividido que nunca.
De cada una de las supuestas Cinco Grandes centrales ya existen importantes escisiones y desprendimientos.
La CGT oficialista de Antonio Caló (UOM) obviamente está en crisis, con reclamos legítimos que no puede resolver con el Gobierno Nacional a pesar de contar con el Ministro Carlos Tomada como su aliado interno. No abandona la esperanza de que finalmente, dándole el triunfo, la Presidenta Cristina Fernández le haga alguna concesión inesperada sobre el Impuesto a las Ganancias de 4ta. Categoría. De la CGT oficialista ya existen importantes grupos que tienen su propia estrategia, como el grupo de los Gordos, que ya apuesta al futuro con los candidatos justicialistas.


La CGT Azopardo y opositora de Hugo Moyano tiene a propios y ajenos que ya buscan su propio camino. Los gremios del transporte crearon la CATT (Confederación de Trabajadores del Transporte) con el Sindicato de Dragado y Balizamiento, Juan Carlos Schmid como Secretario General, acompañado por Unión Tranviarios Automotor (UTA) que tiene como titular a Roberto Fernández. Lo acompañan los Conductores de Trenes de La Fraternidad, la Unión de Aviadores de Líneas Aéreas (UALA) y los gremios de conductores de taxis, remiseros y motoqueros, entre otros. La central del transporte demostró su total autonomía, y se jacta de ser esencial como de hecho lo es para asegurar el éxito de cualquier paro general que se proclame. Todos esperan el máximo logro: encontrar el dirigente que resulte mejor visto por el futuro presidente de la Nación.


La CTA ha perdido su propia estética, y no se sabe muy bien si tiene o no alguna representatividad en la actividad privada, como sí la tiene todavía en el Estado nacional, provincial y hasta municipal. La CTA de Hugo Yaski apoyada explícitamente por el Gobierno Nacional es la central marxista utópica, tiene todavía algunos gremios estatales y de docentes, pero el núcleo duro de la izquierda activa tiene su propio rumbo, independiente de las dos CTA. En efecto, la CTA disidente de Pablo Micheli, marxista pour la galerie, es decir, con discurso adecuado a cada escenario, tampoco pudo concentrar los grupos que son afines con su ideología, pero que no comparten ni estrategia ni objetivos.


El Partido Obrero de Néstor Pitrola, de Carlos Altamira y de Marcelo Ramal, ala política natural de la CTA, se pronuncia como un grupo independiente que no quiere relacionarse con otros que han perdido como ellos afirman trasparencia y pureza intelectual.


A su vez, el Partido Comunista, mediante alguno de sus mentores, se aproxima y se aleja de las agrupaciones de izquierda en la medida que acepten su liderazgo, que por ser muy absorbente y autoritario es refractario para sus propios adherentes. En general, está siendo rechazado por la mayoría de los que opera bajo su órbita.
Los que actúan desde la sede del ex hotel Bauen donde opera el MST de Vilma Ripoll y Alejandro Bodard se presentan como la Nueva Izquierda, que dicen ser moderadas pero pregonan la revolución del proletariado siguiendo el mandato de Karl Marx.


La izquierda está dividida, porque los grupos entre sí se repudian, y no dejan que nadie asuma un liderazgo real.
El Grupo Azul y Blanco que conforma la CGT de Luis Barrionuevo con 56 gremios menores y el apoyo de Ignacio Bruno del nuevo Sindicato Informático, se apoya sobre Hugo Moyano y la Confederación del Transporte para fijar su posición opositora contra el Gobierno Nacional, pero es como lo ha sido siempre, un árbitro importante de la unidad del llamado movimiento obrero organizado. En cualquier caso, el peso de los gremios que lo apoyan es menor en el contexto de las fuerzas que están hoy en pugna. Muchos de ellos, no participaron ni quisieron participar del último paro general.


Por último tenemos los gremios nuevos, la Unión Informática, el Sindicato de Personal Jerárquico de Empleados de Comercio, y otros, que dependen de quién les brinde apoyo logístico y financiero para poder sobrevivir a la resistencia sindical, política y empresaria a reconocerlos.
En este mapa ya no solo hay más de cinco CGTs, también tenemos nuevas líneas de pensamiento, contrarios a los principios justicialistas, en donde el fenómeno más relevante es la aparición de la izquierda como respaldo a gremialistas disidentes, nuevos sindicatos a través de agrupaciones, y los restos de los grupos marxistas por ahora dispersos seguramente por la ausencia de un líder que los pueda reconciliar.

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