El modelo alemán, lejos del kirchnerismo

Entre las muchas frases contradictorias de la Presidenta está aquella famosa de que quiere un país como Alemania, mientras camina exactamente hacia el lado contrario. Una de las características del modelo K es que siempre apuesta por más represión, cuando las cosas no salen como planeaban y es lógico que no salgan porque la violencia solo destruye reprimen aún más.
Uno de los slogans del kirchnerismo es que la represión a las importaciones es necesaria para defender el trabajo nacional y han llegado al punto en que Argentina es hoy uno de los países más cerrados del mundo. Según la Cámara de Importadores (CIRA) "las importaciones se contrajeron 25% en febrero contra igual mes del año anterior" correlativamente porque el comercio internacional tiene dos puntas "las exportaciones se contrajeron 24,7% respecto del mismo mes de 2014".
Según el último ranking de la Cámara Internacional de Comercio, sobre 80 países, Hong Kong y Singapur son los que exhiben mayor grado de apertura. En el segundo nivel están Alemania, Luxemburgo, Bélgica, Holanda, Irlanda, Suiza, Suecia, Finlandia, Nueva Zelanda, etc. mientras en el tercero aparecen EE.UU., Japón, Italia, Sudáfrica, Arabia Saudita y México. En el cuarto figuran Brasil, Rusia, India, China y la Argentina. Para terminar con los de peor calificación: Etiopía, Sudán y Bangladesh.
En Latinoamérica Chile es el menos proteccionista represor y le siguen Perú, Colombia, México, Uruguay, Argentina y Brasil. Irónicamente, los que registran menos desempleo, según la ICC, son Uruguay y Chile, con Argentina y Colombia entre los que más desocupados tienen.
El proteccionismo destruye la actividad económica por dificultar el acceso a insumos y tecnología. Y, lejos de generar empleo, en esta economía en la que el trabajo está encorsetado por regulaciones estatales, Argentina elimina trabajo: según la consultora CIFRA, el empleo industrial cae desde 2013 y en el cuarto trimestre de 2014 descendió 2,4%.
Alemania, la locomotora europea, ha intentado liderar a sus socios con políticas algo más ortodoxas que el keynesianismo de moda, con un plan que algunos llaman ordoliberalismo o economía social de mercado, que se inició con la reforma monetaria de 1948 y la creación del Bundesbank en 1957. El ordoliberalismo defiende el papel del Estado promoviendo la competencia y la estabilidad monetaria y comparten con Hayek, y con los economistas de la escuela austríaca, su oposición a las políticas estatales activas.
Las políticas fiscal y monetaria no impulsan el crecimiento, sino que éste depende de la asignación eficaz de los recursos económicos que realiza el mercado y de una apertura comercial que incentive la competencia y, por tanto, la excelencia de sus productos. Para Alemania el origen de la actual crisis estaría en un exceso de endeudamiento para financiar gasto en consumo y para acometer inversiones ineficientes y, por tanto, incapaces de pagar esa deuda.
La tasa de desocupación alemana es la más baja desde la reunificación, inferior al 6% y sigue disminuyendo y hasta sufre de escasez de cierto tipo de mano de obra. Alemania tiene equilibrio presupuestario y un fuerte superávit en sus cuentas exteriores. Y como su ahorro es superior a su inversión, los alemanes se sienten perjudicados por las bajas tasas de interés que ha decidido el Banco Central Europeo y su programa de comprar deuda.
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