Cristina e Irán

CFK tiene poco tiempo para enterrar la denuncia del fiscal Alberto Nisman y lograr que el Memo con Irán sea declarado constitucional por un tribunal que comparta su particular perspectiva de la administración de justicia y las relaciones geopolíticas. Si Cristina Fernández no obtiene estos triunfos políticos, sus próximos años serán un permanente combate con la opinión pública para explicar su protagonismo en el programa secreto iraní destinado a tener capacidad nuclear para enfrentar un eventual conflicto con Israel en Medio Oriente.


El acuerdo firmado por Estados Unidos, la Unión Europea e Irán sobre su desarrollo nuclear establece que Naciones Unidas puede investigar los antecedentes del programa bélico que empujaba un posible enfrentamiento entre Teherán y Tel Aviv. Ese programa nuclear estaba bajo sospecha de la Casa Blanca y fue espiado por la CIA y la inteligencia británica. En los últimos años, debido al acercamiento de CFK con Irán, los reportes secretos producidos para Washington y Londres no descartaban la transferencia ilegal de tecnología de Argentina al programa clandestino nuclear que ejecutaba Teherán.


Barack Obama juega su legado histórico al acuerdo firmado con Irán para clausurar su proyecto de desarrollo nuclear con fines bélicos. La Casa Blanca logró que Teherán acepte un monitoreo de las Naciones Unidas y pretende saber la identidad de todos los países y proveedores privados que colaboraron para que el régimen iraní dispusiera de armas de destrucción masiva.


Obama conoce las reglas del juego: si la opinión pública accede a la información clasificada de los socios de Teherán, será más difícil que esos proveedores negocien en las sombras del mercado clandestino de armas y tecnología. Esa lista clasificada, que llegará a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas, colocará en una compleja situación a la Argentina, Uruguay, Venezuela y Cuba.


Hassan Rouhani desea que Irán acceda a los mercados internacionales y se transforme en una potencia regional, pese al temor de Israel y Arabia Saudita. El líder iraní diseñó un doble juego estratégico que comprende un acercamiento oficial a Occidente y un apoyo velado a todos las facciones fundamentalistas que le permita sumar poder, territorio, petróleo e influencia en Medio Oriente y África.


Washington conoce el plan maestro de Rouhani, pero necesita a Irán para atacar a ISIS en todos los frentes y para evitar una escalada bélica que ponga a Israel a un paso del ataque preventivo sobre Teherán y sus instalaciones nucleares. Obama asume la hipocresía en las relaciones exteriores: Arabia Saudita y Pakistán, dos socios de la Casa Blanca, han colaborado con dinero sucio e inteligencia para que ISIS se transformara en un peligro para Occidente. Si Estados Unidos no frenó a sus aliados respecto a la Yihad Islámica, poco puede hacer con Irán y sus sueños de reconstruir al Imperio Persa.


Rouhani permitirá que Naciones Unidas ingrese a ciertos niveles del santuario nuclear iraní y ese paso colocará en una situación incómoda a Cristina Fernández, su ex ministro Arturo Puricelli y la embajadora Nilda Garré. El presidente de Irán no tiene compromisos políticos o económicos con CFK y menos todavía con los sucesores de Hugo Chávez y la familia de Fidel Castro, que maneja Cuba desde 1959.


Mahmud Ahmadineyad, antecesor de Rouhani, negaba el Holocausto, desconocía el Estado de Israel y soñaba con una alianza geopolítica que incluía a Irán, Venezuela, Cuba, Argentina, Rusia y Siria. Este dictador aceptó firmar el Memo con Cristina para poner en un camino sin salida a la investigación del ataque terrorista a la AMIA. Y mientras este acuerdo opaco e inconstitucional avanzaba, una operación aún más oscura se cocinaba en Teherán, Caracas, Montevideo y Buenos Aires.


No es casualidad que los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Gran Bretaña investigaran en simultáneo a la Argentina e Irán, como demuestran los documentos que Edward Snowden entregó al sitio TN.com. Los papeles del ex analista de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (NSA) exhiben una decisión estratégica que se debe vincular con el acercamiento de CFK a Ahmadineyad, negociado bajo el paraguas político de Venezuela y Siria.


El gobierno desplegó sobre la justicia federal una ofensiva para enterrar todas las causas vinculadas a la denuncia del fiscal Nisman y el tratado con Irán. Se trata de una operación política destinada a proteger a Cristina y ciertos ex ministros y secretarios de su gabinete nacional. Si esos expedientes no terminan en el archivo judicial, será posible aprovechar la información confidencial que se revele como consecuencia del acuerdo que Irán firmó con Estados Unidos y la Unión Europea.


Pocos conocen las actividades secretas que ejecutó Julio Montes, ex embajador de Venezuela en Bolivia y Cuba, vinculadas al desarrollo tecnológico nuclear de la Argentina. Habría que agregar la colaboración del brigadier uruguayo Gerónimo Cardozo y de su concuñado Fernando Nopitsch, ex director de Limpieza de la Municipalidad de Montevideo, que hizo negocios con un grupo de empresas vinculadas a Fabio Mascialino, investigado por fraude por la justicia italiana.


Mascialino es clave para determinar los negocios multimillonarios que unieron a Buenos Aires con Teherán, Caracas y Montevideo. Un expediente abierto en Italia exhibe a Mascialino usando sociedades off shore uruguayas, panameñas, chilenas, holandesas y españolas, que esconden supuestos negocios vinculados al tráfico de influencias, construcción de viviendas y transferencia ilegal de tecnología nuclear. En ese expediente, hay una conversación registrada por la justicia italiana que refiere a Irán y los nexos secretos con Argentina y su capacidad para enriquecer uranio.


La justicia argentina tardó décadas en probar la responsabilidad de Carlos Menem en el tráfico de armas. El caso no avanzó cuando Menem estaba en Balcarce 50 y se probó su responsabilidad cuando ya era una anécdota para la geopolítica mundial. CFK está sola en el mundo y la información secreta empieza a filtrar en la opinión pública. Sólo se trata de conectar los puntos. Y esperar que la justicia llegue. Es cuestión de tiempo.

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