Ganancias y la inflación que se come al modelo

Si algo le faltaba erosionar a la inflación era la relación política entre los trabajadores más beneficiados en los mejores años económicos de la última década y la administración K. Aquellos que eran el modelo de empleos en blanco bien remunerados del modelo económico de matriz diversificada: metalúrgicos, mecánicos, camioneros, operarios de la alimentación, petroleros, mineros, colectiveros, ferroviarios, aeronáuticos y bancarios, entre otros, están hoy mayoritariamente alcanzados por el impuesto a las Ganancias. Son unos 2 millones de trabajadores (alrededor del 17% del total registrado), porque sólo ese grupo cobra hoy más de 12.300 pesos de bolsillo en Argentina. Todavía hay más de 4 millones de trabajadores en negro, sin obra social, aportes previsionales, ni otros derechos mínimos. El modelo no dio para más.

Nadie, ni siquiera Cristina, desconoce que el hecho de que el 70% de los colectiveros o el 80% de los camioneros o empleados de luz y fuerza paguen impuesto a las Ganancias no obedece al éxito del modelo sino al círculo vicioso de la inflación. Cómo explica un detallado informe de la consultora Abeceb.com, de Dante Sica, la combinación de alta inflación con la falta de actualización automática del mínimo imponible y las escalas salariales sobre las que se aplican las alícuotas (9 al 35%) desvirtúan el sentido del impuesto: es decir, que paguen más los que realmente más ganan.

"El impuesto a las ganancias de la cuarta categoría fue concebido en la época del régimen cambiario 1 a 1, que creyó desterrar para siempre el fenómeno inflacionario en Argentina", dice Sica. Y ejemplifica con los distorsiones conocidas:

Suponiendo que un sindicato lograra en paritarias un incremento de salario bruto del 29%, semejante a la inflación. El resultado sería una pérdida del poder adquisitivo de entre 3 y 4 puntos porcentuales por la falta de ajuste del mínimo y las deducciones. El problema es que el año pasado, ningún gremio consiguió empatarle a la inflación del 38%, sino que cerraron en promedio el 30%, potenciando en más de 10 puntos la caída del salario real de bolsillo.

Para colmo, la falta de ajuste automático de las escalas (los peldaños salariales a partir de los cuales se aplican las distintas tasas) implica que pequeños aumentos nominales de suelto signifiquen saltos bruscos en las alícuotas. Mientras que el establecimiento de 3 tramos de deducciones (con la última modificación de 2013) llevó incluso al absurdo de que "quienes tenga un salario bruto más alto puedan cobrar menos de bolsillo, o al menos que el gobierno pueda llevarse casi la totalidad del aumento del sueldo".

Por la no actualización de las escalas, según Abeceb.com, hoy el 66% de los trabajadores que pagan el impuesto a las Ganancias están alcanzados por las alícuotas más altas del 27 al 35%. Así, inflación mediante, no solo se quebró la idea de progresividad del impuesto sino que la tablita de Machinea dio paso a la tablita de Cristina, donde la mayoría tributa las tasas más altas.

La presidenta está convencida de que a esos trabajadores privilegiados por el modelo ya los compensa por otro lado. Cree que son los mismos que, desde enero de 2014, compraron u$s 4.400 millones, autorizados por la Afip, al precio oficial subsidiado más un recargo del 20% para después venderlos en el mercado paralelo o atesorarlos. Para acceder a esos dólares baratos es necesario contar con un ingreso mínimo de 9500 pesos, y según los datos oficiales el 95% son trabajadores en relación de dependencia (64% del sector privado y 36% empleados públicos). Si hubieran vendido todos esos dólares billete en el mercado paralelo 30% más caro, habrían embolsado ingresos extra por unos $ 11.000 millones pesos. Otra anomalía que produjo la inflación.

Tal vez Cristina no asocie una cosa con la otra y piense que ella quita y otorga a cada sector como parte de una política de Estado. Pero detrás de todo está la inflación: en lo absurdo del actual sistema de Ganancias y cepo y mercado negro mediante en el no menos absurdo beneficio del dólar ahorro.

Más importante aún, la inflación está también detrás del atraso cambiario, que derrumba la exportaciones, la principal fuente de dólares genuinos, jaquea a la industria y las economías regionales, y pone en riesgo empleos, incluidos los trabajadores que pagan Ganancias.

Mientras no se reduzca la inflación, que vuelve urgente la agenda del corto plazo, será difícil avanzar en reformas tributarias de fondo. Pero para no naturalizar las injusticias, alguien debería terminar cuanto antes con el amplísimo blanqueo de capitales que ya lleva 2 años de vigencia y esta semana el Gobierno prorrogó por séptima vez: es vergonzoso que alguien que evadió durante años todos los impuestos si deposita en el sistema financiero, digamos, 1 millón de dólares, para atrás esté exento de abonar ni siquiera el impuesto al cheque. Ni qué decir si esas divisas provienen de actividades delictivas. Más adelante, por otro principio mínimo de equidad, en una economía más normal habrá que gravar con el impuesto a las ganancias las diversas modalidades de renta financiera, como sucede no sólo en Estados Unidos o Europa, sino también en Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Colombia y México, entre otros países no tan progres como la Argentina.

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