El Plan Kicillof parece una venganza contra las empresas y los bancos

Hace tres años, durante la campaña electoral y antes que Cristina Kirchner ganara con el contundente 54% de los votos, una ex secretaria de Estado que trabajaba fielmente a las órdenes de otro alto funcionario, hoy en misión diplomática, le comentó a este periodista: "Vas a ver: Ahora, los que se van a tener que ir del país son los que nos persiguieron con los militares desde el golpe del 76". Mirando la radicalización del Gobierno contra el mundo económico, la creciente represión y persecución al mercado cambiario, las medidas de ajuste contra la clase media, o la política permanente para perjudicar a los productores agropecuarios; por momentos parecería que en lugar de Gobernar, la administración Cristina está gerenciando una venganza.

Por no mencionar las reformas e instrucciones que se impusieron estos años desde el poder político para jueces penales y fuerzas de seguridad, lo que ha sumido a la población urbana en las más absoluta desprotección frente a la delincuencia cada vez más desaforada.

El panorama es inquietante de cara a los 12 meses que aún le quedan a la Presidenta en el pleno ejercicio de su mandato. Los sectores de izquierda más radicalizados contra las empresas y la libertad económica que hoy controlan resortes decisivos del poder regulador del Estado no parecen dispuestos a abandonar pacíficamente el poder. Muchas veces en la historia se confirmó que los peores abusos de Estado en un régimen autoritario suelen suceder en la despedida del poder.

Organizaciones políticas como La Cámpora, Unidos y Organizados, o las agrupaciones que defienden a las víctimas de la última dictadura militar, ¿aceptarán a Daniel Scioli como el sucesor de Cristina? Y si ganara Scioli las próximas elecciones, ¿lo dejarán gobernar con libertad y volver a la racionalidad económica? O ante el primer desencuentro lo amenazarán con abandonar la Plaza de Mayo como en 1974 y volver a la calle a hacer lo que haya que hacer para retomar el Gobierno. Es la estrategia que, de manera textual, anticipó Máximo Kirchner en su mensaje a la militancia en Argentinos Juniors semanas atrás. Ni pensar si los ganadores fueran Mauricio Macri o Sergio Massa.

Ninguno de los tres, ni Scioli, ni Massa, ni Macri, parecen hoy con la capacidad para unificar al peronismo tradicional y enfrentar a los herederos del PJ revolucionario de los 70. El gobernador de Buenos Aires pide en privado que no lo subestimen. Una vez que gane, dicen sus acólitos, Daniel es Daniel. Acepta que hoy sin el apoyo de Cristina y La Cámpora su situación electoral se debilita en primera vuelta, pero sabe al mismo tiempo que con esos socios, con un Axel Kiciloff en la fórmula, difícilmente pueda ganar un ballotage.

Sergio Massa se siente más cómodo ante el desafío. Ya convocó con éxito a parte del PJ contra Cristina en 2013 y trabaja para que los electores desconformes lo prefieran como el garante de un gran acuerdo del PJ y la UCR que permita consolidar mucho poder político en el futuro para frenar el modelo venezolano que, según él, eligió la Presidenta. De allí que celebre la fractura que se anticipa entre radicales y frentistas de FAUnen. Un sector podrá irse con Macri, otros se acercan cada vez más a Tigre.

En verdad, la verdadera disputa en la oposición es quién terminará liderando el voto útil contra el Gobierno. Ante la fractura inminente en la UCR, Elisa Carrió se anticipó para tratar de llevarse a un sector junto a Mauricio Macri. El jefe de Gobierno porteño encontró, a la vez, una aliada en su disputa contra Massa. La doctora Carrió, en los medios, se ocupa más de demonizar a Massa que de cuestionar al Gobierno. Lo acusa al ex intendente de Tigre de vínculos con el narcotráfico, la misma bajeza de la que se valía el kirchnerismo para enlodar opositores. Macri, se sabe, aspira a que el electorado quiera terminar con todo: con los radicales y con los peronistas. Si la economía se estabiliza y el mandato de Cristina termina sin un desastre financiero, no está tan claro que la gente vote para que se vayan todos, menos Macri. También es posible lo que ayer apuntaban con tirria los massistas. "Tarde o temprano, también Mauricio va a tener que fumarse a la Carrio", apuntaba un intendente del Frente Renovador.

Todas estas especulaciones circulan a gran velocidad en los directorios de bancos y empresas. En las entidades financieras, los operadores están escondidos bajo el agua, con una cánula que les permita respirar sin que los vean. Prácticamente paralizado el mercado de cambios para la plata grande, un operador de Bolsa se sinceraba con este periodista: "Nadie sale de la casa. No tiene sentido correr ahora el riesgo de tratar de cruzar a Berlín occidental, si sabés que en 12 meses derriban el muro cuando termine este gobierno".

Los bancos avisan a las empresas que todos los días la Comisión Nacional de Valores los obliga a informar el listado de empresas que operaron comprando bonos para girarlos afuera con el mecanismo del contado con liquidación. Ante la persecución y las amenazas, las empresas se retiraron y esperan. Hoy la operatoria de bonos es 20% en volumen de lo que se verificaba 30 días atrás. Nadie quiere un sumario, mucho menos una causa penal que puede durar 10 años en Tribunales.

Y todos esperan a enero para observar si el Gobierno retoma la negociación externa. Con el auxilio de China y otros bancos centrales, más la profundización del cepo a las importaciones, el Gobierno puede llegar con u$s 28.000 millones contabilizados como reservas. Un oxígeno que hasta podría tentar a las autoridades a seguir la batalla contra los acreedores, ante la dificultad de un acuerdo que no parece sencillo si el Gobierno, como ha ratificado hasta ahora, se niega a cumplir la sentencia firme de la justicia de Nueva York.

Aparece ahora una nueva tentación. Expertos financieros, ligados a los bancos, le están sugiriendo al ministro Kicillof que directamente emita nuevas series de bonos en dólares 2024 (Bonar 24) con el mecanismo que ya se utilizó en la emisión del Bonar X (Argentina 2017). Que se autorice el ingreso de dólares del exterior sin cepo para suscribir títulos dolarizados bajo ley argentina. Hoy el Argentina 24, bajo ley local, rinde menos de 10%. Es decir que con cepo exceptuado a la Chevron, y aún en guerra con los buitres y el juez Tomás Griessa, el país podría obtener dólares frescos para seguir peleando. Todo vale para un Gobierno que percibe la administración como el libramiento de una batalla. O peor: la organización de una venganza.

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